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Domingo, 23 de mayo de 2004

MúSICA 1

Mi marciano favorito

A pesar de haber nacido en Brasil, el compositor, pianista, cantante, coleccionista de vinilos, fanático de los comics y degustador etílico llamado Ed Motta se considera musicalmente un universalista. “Soy un terráqueo antes que un brasileño”, dice este fanático del jazz y los instrumentos vintage, un auténtico extraterrestre de la música brasileña que el próximo fin de semana presentará en Buenos Aires su flamante Poptical, recién editado en Argentina.

Por Martín Pérez

Apenas comenzada la entrevista telefónica, queda claro que es imposible hablar con Ed Motta sin que cada tanto caigan imprevistamente un par de nombres aquí y allá. Porque cada una de sus respuestas interrumpen para que aparezcan en la conversación los nombres de los incontables artistas que admira y cuyos discos atesora. “Soy un universalista, me gusta tanto la música norteamericana como un disco de jazz argentino”, dirá al teléfono desde su hogar en el barrio de Jardim Botánico, en Río de Janeiro (“un barrio en el que tuvieron sus últimas moradas tanto Jobim como Vinicius, y en el que vive Gismonti”, no puede evitar explicar), e inmediatamente mencionará el nombre del saxofonista argentino Chivo Borraro. “Para mí es uno de los más grandes saxofonistas de la historia de la música latinoamericana”, asegura muy seguro Motta. Y agrega, contundente: “De todos los tiempos”.
“Ed Motta no es músico”, escribió el especialista Rodrigo Brandao en la gacetilla de prensa que acompañó el año pasado el lanzamiento brasileño del flamante Poptical, séptimo álbum de su carrera. “Es música, de la cabeza a los pies. Canta, toca, compone, produce y arregla. Pero, además de eso, respira música las 24 horas del día.” Una afirmación que es difícil de contradecir cuando, aunque se ha discado su teléfono para hablar de su inminente visita porteña, de lo único que parece querer hablar Motta es de otros músicos. Y argentinos, además. “Adoro a Jorge López Ruiz, por ejemplo. Y también a un pianista como Fernando Gelbard, que tiene un disco de los años ‘70 todo con sintetizadores que tiene que ver con la estética de mi último disco.”
Coleccionista obsesivo, Motta confiesa que comenzó coleccionando historietas en su más temprana infancia, allá en el barrio de Tijuca, al norte de Río. Pero cuando se le pregunta cómo pasó de ser coleccionista a ser músico, asegura que ambas cosas siempre fueron de la mano. “Mi madre siempre me dijo que cuando era chico no me gustaban las canciones infantiles, y que mi primer hit fue ‘You’re the Sunshine of My Life’, de Stevie Wonder”, se puede leer en la pequeña autobiografía ubicada en el site de Trama, su actual discográfica. “Cuando tenía cinco o seis años, mi madre me acercó mi primera guitarra. Pero... ahora que digo guitarra me acabo de acordar de otro artista argentino que adoro. Se llama Agustín Pereyra Lucena, y hace poco compré en Japón una colección de todos sus discos. ¡Una maravilla! Me gustaría conocerlo... ¿Podré?”, pregunta Motta, atrapado otra vez por su fanatismo, y la nota debe volver a empezar.

Meninos malucos “Lo que yo presento en vivo es un show de música pop, con moldura soul y jazzística, pero hecho por un brasileño”, remata Motta y lanza una carcajada al terminar su propio resumen de qué es lo que hace este carioca que a los treinta y dos años que tal vez sea el músico contemporáneo brasileño más respetado fuera de las fronteras del Brasil, y todo eso sin necesitar que su música suene ni siquiera un poco brasileña. “Como espectador de las artes en general, me siento más un terráqueo que un brasileño”, asegura. Pero cuando se le señala que decir eso casi equivale a ser un extraterrestre en Brasil, lanza una carcajada. “No te creas”, advierte. “En Brasil existen muchos artistas y muchos grupos que no hacen la típica música brasileña.” ¿Qué artista brasileño calificaría como universal? “Mmh... Hermeto Pascoal. Hace música universal, aun cuando tiene muchos elementos locales. Pero también mucho jazz.” Y, después de pensarlo un poco, agrega: “Lo más cerca que yo llegué a la música de Hermeto fue con un disco llamado Dwitza”.
Sexto álbum de estudio de su carrera, y el último de su contrato con el sello Universal, el fantástico Dwitza (2002) tal vez sea el álbum que terminó de cincelar la figura de Motta. Una leyenda que comenzó allá lejos y hace tiempo en un grupo heavy llamado Kabbalah –con mucho de Deep Purple y Black Sabbath, tal vez la mejor música para un fanático de comics–, pero que recién conquistó sus primeras líneas dentro de la historia grande del pop brasileño a fines de los 80 como parte del grupo Conexao Japeri. “Fui el primer músico de Brasil en utilizar instrumentos vintage”, asegura Motta. “Con Conexao usábamos Fender Rhodes y Mini Moogs, y todo el mundo decía ‘Estos meninos están malucos’. Pero allí comencé a tener un público de culto.”
Después de un primer éxito comercial con temas como “Vamos Dançar” y “Manuel”, el funk y el soul de Ed Motta atravesaron el cambio de década sin pena ni gloria, al punto que este sobrino de Tim Maia –mítico soulman brasileño– terminó yéndose a vivir una temporada a Nueva York. Volvió y se asoció con Liminha, productor del mejor y más exitoso pop brasileño de los 80, para retomar su carrera. Luego de un par de discos de éxito como Manual práctico para festas, bailes e afines (1997), llegó el espaldarazo de Dwitza, un álbum instrumental y libre, en el que Motta expuso todas sus influencias, y lo consagró como músico de culto más allá de las fronteras de su país, con giras exitosas por Europa y Japón. “Fue un disco atípico”, explica. “Pero me pasé la vida escuchando jazz instrumental, a trompetistas, saxofonistas, pianistas, y quise darme un gusto personal.”

Ningún cararrota “¿Cuántas veces un columnista de vinos se da el lujo de llenar el Jazz Café de Londres dos noches seguidas?” Así es como arranca la entusiasta crónica que el periódico británico The Guardian publicó sobre los shows que Ed Motta considera como los más exitosos de su carrera. “¿Qué te parece? ¿En Buenos Aires tengo que tocar el repertorio que interpreto en Europa, o lo que hago en Brasil, que es más soul y funk?”, pregunta el bueno de Ed, que parece muy acostumbrado a esto de hacer preguntas en sus entrevistas. Los shows europeos de Motta, según se puede leer en el Guardian, incluyen un cover reconocido por noche. Como, por ejemplo, una versión de “You’re the Sunshine of My Life” que, según apunta el cronista, entusiasmó a una multitud que no conocía la historia del tema dentro del particular mundo de Motta. “Mis shows europeos mezclan la música de Dwitza con el resto de mi carrera”, apunta el cantante, y cuando se le señala que eso es justamente lo que sucede en Poptical, su último disco, no puede menos que coincidir. “Todo el mundo esperaba que, como pasé de una multinacional a una discográfica independiente, mi nuevo disco fuese completamente radical. Y no es que no esté pensando en hacer algo así. Pero como soy un entusiasta de la cultura pop, preferí homenajear a una estética que admiro.”
Album de canciones, con una verdadera selección de letristas –Adriana Calcanhotto, Zelia Duncan y Nelson Motta, entre otros– invitados a sumarle palabras a esa música que Ed parece preferir instrumental, Poptical es un disco menos pop de lo que parece. “Muchos dicen eso, y yo concuerdo con ellos. Porque tiene muchas influencias del jazz”, señala. “Incluso la última canción del álbum la toqué la única vez que actué en Buenos Aires. Fue muy bien recibida, porque es como un ritmo del sur de Brasil, cerca de Argentina. Así que tiene muy poco de pop”, concluye Motta, que asegura haber quedado maravillado con aquella visita porteña. “Adorei”, dice. “Pero no como esos cararrotas que aseguran que les fascina cualquier lugar al que van a tocar. Lo mío es en serio, para mí Buenos Aires es como París, pero diferente”, explica Ed, que no puede menos que terminar la entrevista con otra pregunta. “¿No me podrías enviar una lista con direcciones de disquerías donde ir a comprar vinilos cuando esté en Buenos Aires?”

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