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Domingo, 1 de agosto de 2004

VIDEO

All that folk

Sin pasar por los cines, desembarca esta semana en los videoclubes Músicos grandiosos, un delicioso “falso
documental” (aunque esta etiqueta a él no le gusta nada) del legendario Christopher Guest. Actor, músico y realizador que debutó dirigiendo a Kevin Bacon, Guest ofrece mucho más de lo que parece a primera vista: ni falsas bandas ni falsa música sino un sentido retrato del mundillo del folk.

 Por Mariano Kairuz

Una vez cada tanto, Christopher Guest se despacha con una de esas películas que la crítica ha encuadrado en el extraño subgénero de los “mockumentaries”, es decir, “falsos documentales”. En 1984 fue Esto es Spinal Tap, que no dirigió él, pero sí escribió y protagonizó, y que con los años se convirtió en un film de culto, marcando el esquema narrativo y humorístico sobre el cual este actor, músico y realizador neoyorquino ha vuelto una y otra vez con resultados sorprendentemente originales. Pero a Guest no le gusta la expresión “mockumentary”, probablemente porque sabe que la mera parodia es desdeñada por muchos como una forma de narración sin compromiso, creatividad ni riesgo. Y sabe también que su última película, cuyo título original es A Mighty Wind y que a partir de esta semana estará disponibleen los videoclubes locales rebautizada como Músicos grandiosos, es mucho más que eso. Músicos grandiosos viene a ser al folk norteamericano más o menos lo que era, exactamente veinte años atrás, Esto es Spinal Tap al heavy metal. Películas en cuyo corazón vibran “falsas” bandas y “falsos” músicos que terminan por volverse más verdaderos, dentro y fuera de la pantalla, que muchas bandas y músicos “de verdad”.

LA VERDAD ESTA AHI ADENTRO
Aunque para entonces ya había integrado varios de esos semilleros de grandes comediantes y enormes guionistas yanquis como son The National Lampoon y Saturday Night Live, y ya había trabajado en televisión junto a Reiner, Guest no se hizo conocido para el gran público hasta el estreno de This is Spinal Tap, en 1984. Lo cierto es que la Spinal Tap era una falsa “falsa banda”, ya que, después de todo, sus músicos actores sí componían y tocaban canciones –y eventualmente, una vez consolidado el fenómeno–, también las grabarían y se presentarían en innumerables recitales. Guest interpretaba al guitarrista principal, un tipo tal vez demasiado franco y abierto llamado Nigel Tufnel. Como falso backstage, la película sí tenía sus antecedentes, y Guest había participado en uno de ellos, una parodia de Woodstock llamada Lemmings, una década antes. Pero a pesar de esto y de que los Spinal Tap se habían presentado en Saturday Night Live desde 1978, la película vino a sacudir un poco al establishment rockero de la época, desatando una paranoia feroz entre muchas de las bandas más populares, que se veían demasiado reflejadas en la pantalla y creían haber sido objeto de burla.
Guest debutaría como director un lustro más tarde, con Mi primera película, un pequeño, divertido, amargo e imperfecto film sobre el ascenso de un aspirante a cineasta (Kevin Bacon) en Hollywood. Pero las películas por las que se lo identificaría serían aquellas que coescribió con Eugene Levy, un gran comediante surgido hace casi treinta años de la troupe teatral y televisiva canadiense Second City. Juntos firman tres películas concebidas a partir de una estructura parecida a la de Spinal Tap. En el medio Guest también dirigió también dos películas menos personales y menos interesantes: El ataque de la mujer gigante y Casi héroes, que son las únicas que no escribió él mismo. La primera gran película de Guest, entonces, sería Waiting for Guffman (Festejos y talentos), en la cual ya reúne al que terminaría siendo su cast habitual, para narrar los preparativos –registrados a modo de un making of, con entrevistas y demás– de un grupo de actores amateurs de un pequeño pueblo de Missouri, con el cual planean celebrar su sesquicentenario y sueñan, no muy secretamente, con llegar a Broadway.La segunda gran película de Guest es Very Important Perros (título local de Best in show), que fue recibida como el This is Spinal Tap del mundillo de las competencias caninas, y en la que se puso en primer plano las neurosis y las bizarras ambiciones de los dueños de las mascotas de pedigree. Tres años más tarde, con A mighty wind, Guest llega a su película más graciosa, sincera y conmovedora.

TOMANDOSE LA VIDA EN SERIO
Músicos grandiosos cuenta los pormenores de la preparación de un recital en homenaje a un visionario productor de la música folk llamado Irving Steinbloom, que es organizado por uno de sus hijos (el genial Bob Balaban, otro infaltable del equipo Guest) que habrá de emitirse, en vivo, desde el Town Hall neoyorquino para el canal público de televisión. Inspirados en múltiples bandas, tríos y dúos verdaderos y ninguno en particular, el evento reúne a una increíble banda de nueve músicos llamada The New Mainstreet Singers (demasiadas guitarras y una formación que incluye a una actriz porno y una chica de la calle), a los Folksmen (un trío integrado por los Spinal Tap Guest, Harry Shearer y Michael McKean, con la que vienen tocando desde hace más de 20 años y que fue y sigue siendo telonera de aquellos) y el dúo Mitch & Mickey. Y si con los primeros, más bien grotescos, se produce una distancia emocional insalvable, con el trío y en especial con estos últimos (uno de esos matrimonios musicales tan sesentas interpretado por los espléndidos Levy y Catherine O’Hara) Guest demuestra que sus personajes disfrutan de la música no como un chiste ni como un placer culposo, aunque algunas letras puedan sonar un poco forzadas y demasiado plagadas de pollos, vacas y pasiones rurales. De hecho, la canción con la que Mitch & Mickey cierran el espectáculo (“Un beso al final del arcoiris”), logra convertirse en uno de los más genuinos hits emocionales no sólo del cine de Guest sino del cine norteamericano de los últimos tiempos.
Nada de falso documental:la música es de verdad y la interpretan actores que saben cómo hacerla, aunque nunca antes en sus vidas hayan tenido en sus manos una mandolina como bien lo demuestra la cada vez más demente Parker Posey, una de las mejores actrices que hayan salido del cine independiente yanqui de los noventa. Las escenas están escritas, pero los diálogos fueron improvisados, porque para Guest hay en el habla espontánea “superposiciones, cruces y contradicciones” que serían muy difíciles de escribir, pero también porque, según descubrió, “la gente que es buena para la improvisación cómica también tiende a ser musical. No sé por qué, pero los dos talentos suelen ir juntos”.
Y no es que Guest esté buscando el equilibrio perfecto entre el chiste y la sutileza ni entre la burla y el homenaje. Lo que le interesa, el material del que están hechas sus comedias, dijo en tantas entrevistas, es “esa gente que tal vez se toma a sí misma un poco demasiado seriamente. Y los músicos folk tienden a darse mucha importancia a sí mismos y son mucho más crueles y celosos que los músicos de rock. Y yo lo sé porque alguna vez, en los sesenta también fui un músico de folk”.

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