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Domingo, 22 de agosto de 2004

BARES Y RESTAURANTES

Italiano para principiantes

POR LAURA ISOLA

Atención: si el nivel de aceite de oliva y vera comida italiana en sangre le ha bajado hasta umbrales peligrosamente mínimos; si extraña –como un niño pequeño a su madre– aquel delicioso antipasto de hongos; si hace rato que viene juntando moneda a moneda para darse el gusto con el chianti; si ya le duelen las manos de tanto golpear (en vano) a la vieja puerta (Guardia Vieja y Medrano) del ristorantino La Suburra... el calvario –atención– ha llegado a su fin. La gente de La Suburra se mudó, pero los involtini de radicchio y panceta siguen ahí, firmes en la carta y espléndidos, como también los ravioli de salmón o el risotto di funghi.
Es que la mudanza operó en La Suburra cambios básicamente ambientales. El restaurante pasó del espacio ajustado y barroco de la sede del Abasto a una casona de Palermo amplia, desahogada, con patio y palmera que auguran impecables noches de primavera-verano y una sucesión de ambientes muy bien dispuestos, cosa de allanar el camino para los dos placeres máximos que La Suburra mantiene entre ceja y ceja: comer y poder conversar.
Carta, servicio y decoración permanecen esencialmente intactas, ahora envueltas por el próspero glamour palermitano, un buen antídoto contra las sombras abandónicas del barrio del Abasto. Pero Palermo se enriquecerá con La Suburra tanto como La Suburra con Palermo. Atontados por tanta oferta de gastronomía frívola, empeñada en disfrazar la insipidez con los últimos gritos del design, muchos paladares que hoy vagan sin rumbo por el barrio de infancia de Borges recibirán eufóricos la llegada de un restaurante de pura cepa italiana, que no transige con la trampa de “adaptarse al gusto argentino” y pone los dedos en cruz ante un plato de canelones con salsa blanca.
En La Suburra se come como en Italia. Mejor dicho: como en Roma, porque la península, como se sabe, está severamente zonificada, y no hay nada más alejado de un menú siciliano que, por ejemplo, las preparaciones del Friuli. Los dueños de La Suburra son argentinos, pero los años que pasaron en Italia –donde regentearon un ristorantino en el barrio de La Suburra, precisamente– dejaron una impronta indeleble en sangre y papilas. De modo que decidieron importar a Buenos Aires todo el savoir faire que habían aprendido y perfeccionado allá, en los alrededores del Foro, antiguo feudo de prostitutas y truhanes. De ahí el estricto italiano en el que la carta declara los deliciosos antipasti que ofrece: las aceitunas, los embutidos, los hongos rellenos...
Fiel a la costumbre italiana, aquí el primo (o plato inicial) es una pasta: fresca o seca, con sus salsas escrupulosamente diseñadas para cada variante (fideos, ravioles, lasagnas). Luego vienen las carnes, que pueden ser de vaca, cerdo o pollo, y los dolci para el cierre, donde se destacan los distintos semifreddi y las delicias de chocolate. La carta de vinos es ítalo-argentina, y los precios suben y bajan según las diversas procedencias. Y para el final, licores típicos con bizcochitos dulces aún más típicos.

La Suburra Ristorantino está en Fitz Roy 2353. Abre de lunes a viernes mediodía y noche, y los sábados desde las 19.30. Domingos cerrado. Reservas al 4776-2740.

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