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Domingo, 24 de octubre de 2004

FAN - UN PINTOR ELIGE SU CUADRO FAVORITO: MIGUEL CARLOS VICTORICA SEGúN ALFREDO PRIOR

El bombero de La Boca

Por Alfredo Prior

Decididamente, Miguel Carlos Victorica es mi pintor argentino favorito, desde que cumplí once años y vi por primera vez algunas de sus pinturas. La visión venía precedida por el aura de su leyenda, favorecida por los relatos de mi tío, Rafael Prior, devoto admirador de su obra. Victorica, ahora puedo precisarlo, era apellido que conjugaba victoria y riqueza, musicalidad bien templada: RCA (refocilo, contracción, artilugio).

No fue Miguel Carlos pintor de grandes temas ni propagador inane de teorías prestigiosas para enanos grandilocuentes. Le bastó con pintar desnudos, retratos, paisajes que eran retratos (y desnudos), naturalezas nada muertas y algún gato. Lo sostenían la destreza de su trazo, la sabiduría del color y la materia, aquello que conforma las tristezas y los logros del pintor.

Cocina Bohemia es resumen de toda una vida de pintor. Evitando la caída en la banalidad de cualquier costumbrismo, pertenece a lo que Lezama nombró como “lo fugitivo incesante”. Renegado de una familia de prosapia, de pasado insigne, Victorica peregrinó a La Boca siguiendo los pasos de un bombero hermoso. Huélase la fragancia de esas cuatro tibias cebollas, del perejil que parece fluir del cinto, del ajo que esa mano que avanza hacia el espectador convierte en flor, o ese diente aislado (ajo también) que flota como mariposa cercano a la aceitera, de rigurosa oliva.

Un antes y un después, que no podría definir, entrelazan las parihuelas de sombras convalecientes del taller con el exterior radiante, dorado, que anticipa la cesta con frutas. Siempre me intrigaron esos planos que interrumpen la fluidez de las pinturas de Victorica (ver Francine 1931, Museo Eduardo Sívori, Homenaje a Chopin 1951, colección particular): aquí, en esta pintura, sostenidos por ese efecto Rothko de la orilla superior derecha. Pero si algo de perplejidad me cabe, más allá de la disparidad siempre incitante de la diversidad de sus texturas y brillos, son las manos, manos deformes, injertos, pesadillas expresionistas en ese mundo de ensoñación del postimpresionismo tardío.

Para otra ocasión quedará la degustación del ángulo izquierdo (¿crocante embudo?, ¿cristalizado molusco, galleta marinera?).


A Miguel Carlos Victorica
Por Alfredo Prior

Ese ritmo
–constelación de ajos y cebollas–
nace de proporciones no medidas.
Su obra fue más compromiso que contrato.
Mi paisaje preferido es el hombre –dijo argentino, y fue luna.
Pero al hombre todos los contornos lo recorren y corroen.
En su centro lo encuentran,
zona de infinitud donde lo terrible arriva.
¡Perejiles!
pensad estudiantes
que los designios de cada generación se cumplen
para que no se cumpla otra:
dfinición de oscuridad aún no conocida.
Miguel Carlos,
con el corazón en la boca,
fue en sus días
(pero no en todas sus noches)
enfrentamiento y sangre.

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Cocina Bohemia (1941), Miguel Carlos Victorica (1884-1955).
 
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