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Domingo, 12 de diciembre de 2004

PUNCH - VOLTEANDO PESOS PESADOS

Luciano Pavarotti: El tenor de mi ego

Fiaca. Cabeza dura. Lento. Fatuo. Petulante. Musicalmente bruto. Éstas son algunas de las flores con que Herbert Breslin, ex representante de Luciano Pavarotti, agasaja a su ex cliente en un libro rencoroso y divertidísimo.

“Vulgar y malintencionada, pero definitivamente entretenidísima”: palabras más, palabras menos, así definió parte de la crítica norteamericana el flamante The King and I: The Uncensored Tale of Luciano Pavarotti’s Rise to Fame by His Manager, Friend and Sometime Adversary (El rey y yo: la historia sin censuras del ascenso a la fama de Luciano Pavarotti según su manager, amigo y ocasional adversario). El autor del libro es Herbert Breslin, neoyorquino impetuoso y octogenario que, en colaboración con la periodista Anne Midgette, plasmó su relato en un estilo sarcástico, directo y lleno de bravuconerías.
La relación entre Breslin y la superestrella de la ópera comenzó hace más de 35 años, cuando un ejecutivo de Decca Records, Terry McEwen, le dijo al joven tenor, por entonces en los comienzos de su carrera: “Luciano, vos sos un buen tipo. Así que necesitás un verdadero crápula que se encargue de promocionarte”. Y le pasó el teléfono del agente. Nada de esa relación, que fue central en la vida de ambos, parece haber sido sagrado a la hora de escribir el libro. Cuando la lectura termina, dice la crítica Selwa Roosevelt, “uno tiene la sensación de que ambos personajes se merecieron mutuamente”.
La historia divide la relación en tres etapas: al principio, dice Breslin, Pavarotti era el “cliente soñado”, encantador, naturalmente dotado para la promoción y muy dispuesto para las entrevistas; la segunda fase los encontró en la cima de sus respectivas profesiones y ya enriquecidos. Pero cuando se refiere a los últimos diez años, con los Tres Tenores dando la vuelta al mundo, Breslin describe a Pavarotti como un divo con pocas ganas de trabajar, muy excedido de peso, renuente a aprender nada nuevo, cabeza dura y exigente.
Basta con leer la primera página del libro para hacerse una idea de cómo viene la cosa: “Luciano Pavarotti, como verán, es uno de los mayores expertos mundiales en todo: sabe más de música, medicina, odontología, pediatría, próstata y cuestiones legales que cualquier otra persona viva. Los demás somos unos incompetentes. Al menos así es como piensa él”. Luego, Breslin se centra en la falta de formación técnica de su cliente y lo acusa de “lerdo (...). Nunca le fue fácil aprender su música. (...) Calcular el tiempo para hacer su entrada o cualquier otro detalle técnico le resultan un verdadero desafío. Y tampoco ayuda que no sepa leer música”. Pavarotti, agrega Breslin, nunca fue un favorito entre los directores de orquesta: “Siempre sabía más que ellos e intentaba corregirles el tempo”.
Breslin, que al menos reconoce que su ex cliente siempre fue un hombre de palabra, un gran anfitrión y cocinero, también se mete con sus asuntos matrimoniales: Pavarotti siempre fue mujeriego, la cruz con que Adua –su esposa y madre de sus tres hijas– debió cargar hasta que Nicoletta Mantovani, la secretaria y actual esposa del cantante, pasó a ser causal de divorcio. “No estoy seguro de qué hace Luciano con alguien como Nicoletta”, escribe Breslin. “Es insípida como el agua de la canilla. Y no parece tener ningún interés en particular en lo que él hace como artista, aunque sí en su fama.”

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