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Domingo, 26 de diciembre de 2004

FAN UN PINTOR ELIGE SU CUADRO FAVORITO: LUIS FELIPE NOé Y LA GRAN OLA DE KANAGAWA DE HOKUSAI (1760-1849)

Nueva ola

POR LUIS FELIPE NOÉ

Elegir una obra, tan sólo una, cuando uno ama la pintura, es algo así como elegir esposa entre todas las mujeres. Y no es el caso de contraer matrimonio con una imagen. Si me hubiesen hecho esta pregunta a lo largo de mi vida, habría dado distintas respuestas. Creo que en mi juventud hubiese mencionado el Retablo de Isenheim de Mathias Grünewald, o El entierro del conde de Ordaz de El Greco. Sin embargo, por ese entonces me fotografié abrazado a un busto que retrataba a Goya. Hace apenas un año y medio, cuando me hicieron la pregunta para otra publicación, mi elegida fue la llamada Ronda nocturna de Rembrandt. Pero hoy escojo La gran ola de Kanagawa de Hokusai.
La primera razón es que en la actualidad me interesa cada vez más superar la escisión entre el dibujo y la pintura, y en este terreno la pintura oriental –particularmente la japonesa y muy en especial Hokusai– es un ejemplo. El segundo motivo es el poder de “hablarnos” del movimiento y del tiempo en el estatismo de la imagen. La movilidad permanente eternizada en un instante. Por eso encontré magnífico el dibujo de Rep en el que Hokusai, cuando termina de pintar la obra, le dice a la ola que ya puede moverse. Por otra parte, tengo por Hokusai un gran amor que comienza en mi infancia.
Yo tenía ocho años en 1941, cuando falleció un gran amigo de mi padre, el pintor y diplomático Octavio Pinto. Mi padre se convirtió en su albacea. Eso hizo que se guardaran en casa diez pinturas de Hokusai que habían conformado un biombo que le regalaron en Japón. Algunas estaban colgadas, otras guardadas en un placard. Así supe que hasta las grandes obras podían ser incómodas en la vida cotidiana. Mi madre tenía particular pasión por una de las pinturas que se encontraban en el comedor. Lo curioso es que, muchas décadas después, encontré ese mismo cuadro en un lugar equivalente en la casa de Daniel Santoro y María Pinto, nieta de Octavio.
Luego, con los dibujos de la Manga (libro de apuntes) de Hokusai, aproveché para ver lo global y la esencia simultáneamente, lo que me ayudó a soltarme en el trazo.
Tengo ya setenta y un años. Tal vez por eso Hokusai, que cerca de los 90 pensaba que si vivía cinco años más se convertiría en un verdadero pintor, es un ejemplo para mí.

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La gran ola de Kanagawa de Hokusai (circa 1830-1832).
De la serie Treinta y seis vistas del monte Fuji (xilografía, 1823-1833), Tokio, Museo de Arte Ota.
 
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