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Domingo, 6 de febrero de 2005

REVELACIONES > LAS CANCIONES DESGRACIADAS DE MICAH P. HINSON

El sonido y la calma

Tiene apenas 23 años, una voz adulta y curtida de barítono dark y un frondoso prontuario de desgracias personales. Todo eso está vivo y deslumbra en Micah P. Hinson & The Gospel of Progress, el disco de canciones turbias, despojadas y elegantes con que el cantautor de Memphis encandiló a los críticos y figuró en todas las listas de los mejores álbumes de 2004.

 Por Rodrigo Fresán

El 30 de marzo de 1981 tuvieron lugar dos acontecimientos históricos. Uno público y otro secreto. La novedad que saltó en todos los noticieros del mundo fue el atentado contra el presidente Ronald Reagan a cargo de un tipo amorosamente obsesionado con la actriz Jodie Foster. La efemérides oculta que recién por estos días podemos celebrar –mismo día, distinto canal– es el nacimiento en Memphis, Tennessee, de Micah P. Hinson. Cantautor que mientras se escribe todo esto anda de gira por aquí y por allá, presentando con indisimulable y conmovedor pánico escénico –dicen los que tuvieron la suerte de verlo— uno de los mejores álbumes de los últimos tiempos: Micah P. Hinson & The Gospel of Progress.

EL GUARDIAN ENTRE EL CEMENTO

Aparecido casi en secreto el pasado septiembre –aunque recién ahora, gracias a las luminosas críticas que recibió y a su presencia en casi todas las listas Best of 2004 que se precien, disfrute de una distribución internacional más dedicada–, Micah P. Hinson & The Gospel of Progress es uno de esos discos literalmente redondos a la hora de lo agonista y lo autobiográfico y lo elegantemente despojado, como también fueron y siguen siendo redondos Plastic Ono Band de John Lennon, Blood on the Tracks de Bob Dylan, Either/Or de Elliott Smith, Heartbreaker de Ryan Adams o Sea Change de Beck.

Trece canciones turbias con ecos distantes de Lambchop, Tindersticks, Will Oldham, Iron & Wine, Nick Cave, Gram Parsons, Bill “Smog” Callahan y –mucho más cerca y mucho más raro, con esas guitarras repitiendo acordes ascendentes bajo una voz tan monocorde como expresiva– el primer Leonard Cohen inventando casi sin darse cuenta el folk/country-noir. Canciones desgarradas y cosidas en primera persona que, más allá de parecidos y genes, acaban sonando inequívoca y definitivamente Hinson. Canciones paridas a golpe de golpes pero en las que –la galopante “Don’t You Forget (Part 1 and 2)”, la decidida “As You Can See”– no falta un humor ácido. Y explica el autor: “Las desgracias de mi vida hicieron que la mayoría de mis canciones fueran posibles. Lo que no quiere decir que no hubiera hecho música si las cosas me hubieran ido mejor... Pero está claro que, a la hora de las canciones, a la gente le gusta más escuchar sobre el dolor que sobre la felicidad de los demás. Es algo mucho más accesible e inmediato. Y tiene el paradójico consuelo de hacer sentir a los que sufren que no están solos en la oscuridad”.

¿Cómo son entonces las canciones de Micah P. Hinson? Se las podría definir como canciones tranquilas, pero suenan y aluden a esa tranquilidad que no es la calma que precede a la tormenta sino el aliviado agotamiento que se alcanza recién cuando pasó el tsunami. Y cuando, de golpe, se descubre que la ola da media vuelta y regresa con ganas de más.

EL JUGUETE TRANQUILO

Y las fotos de Micah P. Hinson lo muestran como una suerte de Pee-Wee Herman en versión grunge sureña. Lo que impresiona es lo que sale cuando abre la boca: una voz sorprendentemente adulta y curtida de barítono dark, un poco Cash y un poco Waits y un poco Zevon. La voz de alguien que ha pasado por mucho y ha vivido para cantarlo. Algunas cuestiones que resultaron útiles a la hora de componer versos como “No es lo que dices sino cómo me lo dices a mí”: Micah es eyectado de una familia de cristianos fundamentalistas tras involucrarse sentimentalmente con la musa oscura de su estreno, “una modelo de Vogue, viuda de una célebre rock-star local cuyo nombre no mencionaré pero que bauticé como La Viuda Negra... Las últimas noticias que tengo de ella es que fue fecundada por un dealer y que le quitaron la custodia de sus hijos y que se cayó desde los bordes del fin del mundo o fue devorada viva por su frasco de pastillas”. Así que el muchacho –que entonces tenía diecinueve años– no demoró en hacerse adicto al Valium “y a otros variados narcóticos”, sepuso a falsificar recetas, se convirtió en drugstore cowboy y terminó en la cárcel luego de “perder mi auto, mi casa, mi dinero, mis instrumentos musicales, mis parientes y alguna otra cosa, hasta que ya no me quedó nada más que perder”. A la salida del presidio, Micah P. duerme en el piso en casa de amigos, se declara en bancarrota y –con esa voz– se dedica a la venta telefónica de lo que sea. Y no vende mucho.

Pero en el 2003 la cosa cambia: Micah P. va a un concierto de The Earlies –amigos de la infancia, ahora banda de cowboys lisérgicos con base en Manchester que el año pasado lanzaron su precioso debut These Were The Earlies– y les muestra sus nuevas y dolidas canciones. Los Earlies no lo piensan dos veces y se lo llevan a Inglaterra. Y le producen y lo acompañan en Micah P. Hinson & The Gospel of Progress: crescendos orquestales, guitarras slide, pianos tristes, flautas felices, la voz compañera de Sara Lowes en “I Still Remember”, el toque sinfo-apallachian muy à la Jack Nietzsche en “At Last, Our Promises” o la súbita elegancia marcial, como de un George Martin indie, asomando la cabeza aquí y allá. Y los detalles y destellos sónicos que los cowboys aportan a las esqueléticas y acústicas tristezas del muchacho culminan con los imponentes ocho minutos de una de las odas suicidas más sentidas jamás compuestas, “The Day Texas Sank to the Bottom of the Sea”, donde se oye el lamento de alguien que busca una soga para colgarse pero por suerte lo piensa mejor y termina atando unos versos más poderosos que cualquiera de esas cartas en cuyos sobres se lee aquello de “Sr. Juez”. Y, claro: ¿qué sentido tiene matarse después de haber escrito algo que está tan pero tan vivo?

GRANDES DESESPERANZAS

Y está claro que por estos días el planeta de los song-writers melancólicos está contento. El inesperado éxito en el hit-parade USA del hasta ahora subterráneo Bright Eyes (alias Conor Oberst) con la edición simultánea de I’m Wide Awake It’s Morning y Digital Ash in a Digital Urn, o el creciente culto al prolífico y freak Devendra Banhart, sumados a todos los que vienen confesando lo suyo en los últimos años, dificultan el asunto a la hora de elegir qué comprar y qué escuchar. De un tiempo a esta parte, la cuestión no está en formar una banda en el sótano sino en lanzarse sólo desde el trampolín más alto.

Así que la única intención de esta página es recomendar a Micah P. Hinson muy por encima de la muy trendie y –en más de una ocasión– apreciable competencia. Las razones son, claro, subjetivas, pero también atendibles, creo. He aquí alguien cuyas canciones –llámense “Close Your Eyes” o “As You Can See”– parecen ajenas a momentos o a modas y suenan al mismo tiempo antiguas y respetables, modernas y tan inocentes. ¿Será eso el genio a esta altura del asunto: poder planear por encima de looks y loops? Esperemos que sí. A partir de esta partida –como Micah P. Hinson canta con las palabras justas en “The Possibilities”–, “Las posibilidades son ahora infinitas”.

Eso. Exactamente eso.

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