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Domingo, 8 de mayo de 2005

DANZA > DIARIO DE VIAJE, LA NUEVA COREOGRAFíA DE SUSANA SZPERLING

Volare

Simulando el espacio de un avión, Diario de viaje recuesta a los espectadores en colchonetas y multiplica el movimiento en sus mismas narices.

 Por Analía Melgar

En la era posconvertibilidad, subirse a un avión no es cosa de todos los días, pero por suerte hay sustitutos virtuales como el tamagochi turístico que ideó la coreógrafa argentina Susana Szperling. Su espectáculo Diario de viaje –más conocido como D.D.V.– invita al espectador a acomodarse ya no en la clásica butaca de felpa sino en colchonetas y a descansar las cervicales en almohadones benévolos. Abolido el escenario a la italiana (las mullidas camitas están ubicadas en el escenario), la acción tiene lugar alrededor, arriba, al costado del espectador, cuyos ojos no tardan en acostumbrarse a la nueva perspectiva.

Szperling egresó del Taller de Danza del Teatro San Martín y siguió formándose en Estados Unidos, en las compañías de Trisha Brown y Susan Marshall. Después de ganar en 2003 una beca de la Fundación Antorchas, el Instituto Goethe y el International Theater Institute, pasó por Berlín para estudiar y hacer una residencia coreográfica en el Schloss Bröllin. Sus creaciones se vieron en ciudades de Argentina, Alemania, Polonia, Estados Unidos, Francia y República Checa. Experimentadora tenaz, Szperling suele investigar con materiales diversos: literatura, video, humor, folklore.

El punto de partida de D.D.V. es la convivencia de un grupo de pasajeros en el ámbito cerrado de un avión. Sin duda el hallazgo de Szperling es su concepción escénica, ciertamente perturbadora y divertida, que promueve la interacción entre artistas y espectadores. Aquí no hay distancia pasiva; el miedo, el rechazo o la complicidad se apoderan del público, mientras los intérpretes saltan, corren, se trepan, gritan, invaden e imponen su presencia. Hasta que el desplazamiento de estos cinco inadaptados desencadenan un desorden casi turbulento. Una de las bailarinas propone salir de paseo por Buenos Aires y tomar fotos que parezcan sacadas en Europa. Avenida de Mayo se parece a Madrid. La Iglesia Ortodoxa en Parque Lezama hace las veces de Moscú. La estación de tren de Wilde bien podría ser un rincón de Londres. En la Plaza Vicente López (Juncal y Montevideo) casi se siente el aroma del Sena.

La idea es ingeniosa; por eso es una lástima llegar al final de la travesía: la Buenos Aires de verdad recibe con sus colectivos repletos, sus bocinazos, sus baches. Pero el que entra a esta original experiencia no sale intacto: a ras del piso, la mirada descubre nuevos modos de acercarse a la danza, y el contacto directo con la respiración, el sudor y la energía de los bailarines abre canales sensibles.

Diario de viaje (D.D.V.), de Susana Szperling. Los jueves a las 21 en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543). En mayo, también los sábados a las 19.30 y 20.30 en Surdespierto (Thames 1344).

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