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Domingo, 12 de junio de 2005

MúSICA > GORILLAZ CONTRAATACA

El planeta de los simios

Qué tiene para enseñarle al mundo una banda de dibujos animados.

 Por Mariana Enriquez

Es mucho más fácil desestimar a Gorillaz como un experimento canchero que ponerse a pensar en las múltiples delicias y contradicciones que expone; en 2001, cuando el proyecto de Damon Albarn (ex Blur) y el dibujante Jaime Hewlett editó su primer disco, tuvo lo que hacía falta para cerrarles la boca a los escépticos, y cuatro años después ya ni siquiera es pertinente la pregunta acerca de si una banda animada puede funcionar (seis millones de copias vendidas y el reciente –.enorme-hit “Feel Good Inc.” bastan para llamar a silencio). Demon Days, el nuevo disco, ni siquiera se preocupa por ofrecer pop encantador y seducir a niños y púberes, más bien al contrario; la mitad de las canciones son bastante oscuras, y el eclecticismo cunde: viola y cello en “El Mañana”, fragmentos de El amanecer de los muertos de George Romero, invitados como De La Soul, Ike Turner (en piano), rap, coro de niños, cuerdas, palmas y sintetizadores funk en “Dirty Harry”. Este no es un disco pop agradable que se olvida a la primera escucha. Como todas las buenas historias infantiles, tiene algo de siniestro, algo de humor, mucha imaginación y, con el tiempo, se revela más denso de lo que el atractivo paquete sugiere. La producción de Danger Mouse y el momento de gran inspiración de Jaime Hewlett contribuyen a que la segunda parte de Gorillaz sea mucho más compleja y fascinante que el entretenido debut.

Y Gorillaz tiene algo para decir en cuanto al estado del pop mundial. Todas las referencias a zombies y catástrofes nucleares de la estética Gorillaz son bastante menos aterradoras que la grotesca exposición de, por ejemplo, Britney Spears y su flamante esposo bailarín en el espeluznante reality Chaotic que sigue sus vidas como matrimonio; en este punto la línea argumental de Gorillaz –que puede seguirse al detalle en lanzamientos de prensa y en su website www.gorillaz.com– es clara sátira de la alienación en la que viven las estrellas pop. También es una tomada de pelo a la chatura del rock: salvo honrosas excepciones (White Stripes, por ejemplo), apenas es posible recordar los nombres de las bandas, ya no memorizar los rostros de los músicos. Cada integrante de Gorillaz tiene su pasado y presente fabulosos: Noodle, la guitarrista-niña japonesa que le llegó a la banda vía FedEx; el satanismo y mal genio de Murdoc; el estupor narcótico del cantante 2-D; y los años gangsta del baterista Russel (que además supo convivir en su interior con el espíritu de un amigo muerto). Llamada de atención y recordatorio de que el rock solía aportar entretenimiento, y de que el pop puede ser una intervención inteligente además de divertida (Madonna), y no necesariamente una exhibición de atrocidades (Britney, Lindsay Lohan, Michael Jackson).

Y se podría hablar también de otro fenómeno curioso. En los últimos años, la animación con frecuencia ha demostrado más sutileza, humanidad, ironía y relevancia que mucha de la producción cinematográfica interpretada por actores de carne y hueso. No es que el mismo fenómeno se reproduzca –todavía- en el mundo de la música pop, pero Gorillaz también se suma un punto en este terreno. Eso sin contar que al menos obliga a pensar por qué una banda animada puede permitirse una formación interracial –y una música que no teme mezclar el hip hop con Beach Boys– cuando lo mismo es casi inimaginable con músicos “reales”. Y, por qué no, hay que darles la derecha a Hewlett y Albarn por haberse negado a hacer la predecible película de Gorillaz (Dreamworks les ofreció una interesante suma) para no arruinar una criatura que tiene todavía muchísimas posibilidades antes de anquilosarse en un megaproyecto incontrolable. Demon Days no es un chiste, y poco importa si se trata de un ejercicio de autoindulgencia (¿desde cuándo eso es tan criticable si funciona bien?). Es un comentario sobre el estado de las cosas que a veces puede resultar ingenuo, otras sumamente agudo y pertinente, otras confuso, pero siempre divertido.

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