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Domingo, 24 de julio de 2005

MúSICA > CANCIONES QUE DURAN MENOS DE UN MINUTO

menos que uno

Por Matías Capelli

A diferencia del cine o de la literatura, donde las obras pueden volver a verse o a leerse, la música pop es un arma con un mecanismo confeccionado para funcionar a repetición. ¿Qué se hace cuando una canción gusta? Se la vuelve a poner, una y mil veces, hasta el hartazgo, se la silba o tararea hasta volverla irreconocible, o se pregunta “qué es esto que está sonando”. No son muchos quienes releen libros y –tampoco– son demasiados los libros que sobreviven a una segunda lectura con la frente en alto. Y si bien casi todos vieron varias películas muchas veces, en gran medida gracias a los canales de cable que loopean algunas incansablemente, no es lo mismo. Una canción tiene que escucharse otra vez, porque así opera su encantamiento. Es por eso que en la época de los casetes algunos grababan un tema dos (o más) veces seguidas para así volver a escucharlo sin tener que rebobinar; algo que en la era digital el botón de repeat se encargó de solucionar. Hasta se podría decir, exagerando, que escuchar una canción perfecta una sola vez puede llevar a cierto tipo de locura: la música se deshilacha y en la memoria sólo quedan algunas palabras, la entonación de los coros y fragmentos de la melodía, que se vuelven cada vez más borrosos. Eso, en el mejor de los casos.

La mayoría de los músicos no reflexiona demasiado acerca del formato canción; simplemente las hacen, que es lo más importante. Una de las pocas excepciones fue The Residents, un grupo estadounidense de culto que, desde sus comienzos a mediados de los ‘70, mantuvo la identidad de sus integrantes en secreto, siempre escondiéndolos debajo de galeras y detrás de máscaras con forma de un enorme globo ocular. La inabarcable discografía de la banda –más de 40 álbumes oficiales– es tan delirante como experimental, plagada de ideas y conceptos. Entre los más ingeniosos está el que inspiraba The Comercial Album, de 1980. En él se postulaba que las canciones pop de tres minutos funcionan repitiendo estrofas y estribillos tres veces y que, por lo tanto, todas las ideas de una canción pueden entrar en un minuto, segundos más, segundos menos. Con sus cuarenta canciones en cuarenta minutos, The Comercial Album es, además, un tiro por elevación a la sociedad norteamericana y a la cultura del jingle, según la banda la “verdadera canción norteamericana”.

Pero si bien es cierto que 60 segundos son suficientes para presentar el germen de una canción, lo que los Residents no tuvieron en cuenta es que ese mecanismo de repetición también opera dentro de cada tema, y que, al eliminarlo, una canción de ese tamaño queda trunca, como un promesa que nunca va a cumplirse del todo, un esbozo melódico de lo que pudo haber sido. Ese tipo de canciones siempre existió, antes y después de las teorías de The Residents. Volviendo a la época de los casetes, eran ases en la manga para los silencios molestos que rompían el clima al final de cada lado, en rincones de la cinta en los que las canciones “normales” no entraban. Temas que prefieren insinuar redoblando la apuesta del punk -ésa de que todo debe y puede ser dicho en dos minutos–, y rechinar los dientes para lograr conmover en menos de la mitad del tiempo.

A continuación se presenta una lista que agrupa algunos ejemplos. No pretende ser exhaustiva, aunque sí modestamente representativa. Más que de un criterio objetivo –tracks de menos de un minuto–, se trata de un formato –la canción cortísima–, que a pesar de su duración encierra el enigma y el encanto de una buena melodía; a veces de un modo desprolijo, casi en bruto, en otros casos como notables muestras gratis de talento compositivo. Por eso hay que volver a escucharlas: porque son cortas y buenas, y siempre, inevitablemente, dejan en el oído cierto gusto a poco. Y es por esa incompletud intrínseca, por esa falta de 10 para el peso que le es constitutiva, que en lugar del típico Top 10, se ofrece un Top 9 que dura menos de ocho minutos. Lo mismo que un solo tema de Yes.

“Her Majesty”, The Beatles La canción más corta del cuarteto de Liverpool está dedicada a la reina Elizabeth y cierra Abbey Road, su anteúltimo disco. Cuenta la leyenda que fue pensado como un antídoto liviano para que el álbum no terminara con la redundancia de un tema llamado “The End”. Otros dicen que fue incluido en el master por un error del ingeniero de sonido y finalmente quedó. Lo irrefutable son los veintitrés segundos de McCartney solo con una guitarra en el estudio, antes de que llegaran los demás a una jornada de grabación. Una gema simple y liviana.

“Meant For You”, Beach Boys Una minibalada agridulce que abre el disco Friends y sublima el costado más melancólico de los californianos, con Brian Wilson al piano y sus hermanos y primos formados alrededor haciendo coritos.

“Elizabeth My Dear”, Stone Roses Otro tema dedicado a la Reina de Inglaterra, en este caso a cargo del conjunto de Manchester liderado por Ian Brown. Después de una década de thatcherismo, los súbditos tienen mucha más mala onda y cinismo que en la época beatle.

“La dernière minute”, Carla Bruni Toda la seducción de la chanson francesa condensada en un minuto, en la voz de la ex modelo, responsable de uno de los discos más dulces de los últimos años, Quelqu’un m’a dit.

“No Child of Mine”, PJ Harvey El despecho gritón en contra del maternalismo amoroso de una relación en una balada acústica de su último disco, Uh, Huh, Her.

“Boa Constrictor”, Magnetic Fields De 69 Love Songs, el disco triple de canciones de amor que Stepen Merrit editó en 1999. “El amor recubre mi corazón como una boa constrictora”.

“Half a Song”, Damon Albarn Esta “media canción” es el punto más alto de Democrazy, el desparejo disco solista del por ahora ex líder de Blur y cerebro musical detrás de Gorillaz. Un breve lamento en clave lo-fi ideal para la dulzura remolona y desprolija de su voz.

“The Physical Impossibility Of”, Chumbawamba Voces sampleadas se entrelazan con coros hipnóticos en este eslabón perdido en la línea evolutiva entre Belle & Sebastian y colectivo anarco-pop inglés.

“Vietnam”, Andrés Calamaro Una canción perfecta que en el disco Nadie sale vivo de aquí venía con repeat incluido: una versión en solitario casi al principio, y otra al final, junto a Gustavo Cerati y Fito Páez. Los cincuenta segundos más inspirados y contundentes del rock local.

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