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Domingo, 11 de septiembre de 2005

TELEVISIóN > EL CINE SOBRE LA DICTADURA

Los chicos crecen

Para proyectar el ciclo ’76/’83, dedicado a películas sobre la dictadura, la señal de cable I-Sat convocó a los directores (y a una protagonista) de las cuatro películas seleccionadas para presentarlas en cámara: Albertina Carri, Antonella Costa, Benjamín Avila, Pablo Milstein y Norberto Ludin. El resultado son cuatro miradas polémicas que expresan el modo en que las nuevas generaciones y los hijos de militantes y desaparecidos revisitan aquellos años de plomo.

Los niños dicen

Por Albertina Carri

Los Rubios cuenta una historia: cuenta la historia de la reconstrucción de una memoria personal. Es también una película muy política. La gente de los ‘70, los compañeros de militancia de mis padres, la recibieron con reacciones diversas. Creo que la respuesta más simplista fue decir que la película es generacional; es como una manera de desviarse del tema: “los niños dicen”. Y algunos se ofendieron, algunos se enojaron, otros se sintieron identificados. Pero creo que la reacción mayoritaria fue llamarla “generacional”. Hay miles de maneras de contar la historia de mis padres; igualmente, creo que Los Rubios no es la historia de mis padres, sino un pedacito de mi historia, en la que mis padres están involucrados, obviamente. Pero creo que hay muchas maneras de contar la historia de mis padres, y la que a mí más me interesaba era la ausencia.

Para mí, la dictadura militar 1976-83 es muchas cosas: por un lado es una situación pública, y por otro lado es una situación personal. Creo que fue no sólo un genocidio físico sino también económico y macabro. Cuando vuelvo al barrio de Los Rubios se ve claramente ese genocidio económico. Y social, humano, etcéteras. Un horror.

Hice Los Rubios porque consideraba que era una historia no contada por el cine y que se la debía al cine. Y sobre todo porque hay muchas películas sobre la dictadura y eso es algo que siempre me malhumoró a nivel personal. Hay muchas películas y pocas que realmente cuentan algo de ese período. Aunque hay una película que hay que rescatar que es Juan, como si nada hubiera sucedido.

Creo que Los Rubios sirve en muchos niveles: una cosa que me llamó la atención es la gente que se ponía en primera persona con relación a la película; en ese sentido creo que es una película importante: que la gente se pusiera en primera persona en esa historia que no les sucedió. Creo que entonces sirve para tomar conciencia.

Lo que nuestros padres no pueden

Por Benjamin Avila

En Nietos se cuenta la historia de los nietos restituidos por las Abuelas de Plaza de Mayo. No todos los casos sino algunos que nos parecían emblemáticos. Es la historia de ellos desde el punto de vista más emocional y más humano, de lo que significa recuperar la identidad, de lo que significa vivir de nuevo y enterarte de toda una vida que no tuviste, y cómo es eso en la actualidad.

No es una historia del pasado: se narra cómo se vive esta historia hoy. Es un tema que siempre estuvo asociado al pasado, como si no tuviera actualidad, y queríamos demostrar que esta historia tiene un presente terrible; qué significa conocer a un pibe y conocer toda la verdad de este pibe, y darte cuenta de que hay más de cuatrocientos pibes que aún no lo saben y que están caminando por cualquier lado, muchos en el mundo y la gran mayoría acá en Argentina, sin saber quiénes son.

Por eso me parece que Nietos tiene el valor de haberse enfrentado a la verdad y haber mostrado la verdad de estos pibes. Logramos entrevistas muy íntimas con ellos; hablar de cosas de las que normalmente no hablan, por lo menos ante las cámaras. Como yo tengo algún acercamiento personal al tema –mi madre está desaparecida; uno de los ochenta casos de nenitos restituidos es un hermano mío–, el tema lo tengo bastante incorporado en mi propia vida, así que las charlas se daban de igual a igual. Yo les contaba qué sentía yo, y ellos me contaban qué sentían. Todo el documental y las entrevistas las hablamos desde “qué sentís”, más que desde “qué pensás”. Me parece que no labura tanto conceptos como emociones.

En cuanto al cine de la dictadura, creo que todavía no se contó la militancia desde adentro, la militancia real. Militar no era sufrir, que todo el mundo estuviera con miedo. Los militantes que vivieron esa época sabían qué hacían; no eran ni buenos ni malos: sabían perfectamente lo que estaban haciendo y estaban viviendo la vida. Tenían amores, tristezas, se emborrachaban, se cagaban de risa, cogían a morir porque el mundo se acababa. Había algo en la militancia que tiene que ver con la alegría. Esta es una deuda que tiene el cine argentino, pero hay que tener huevos para contarlo desde ese lugar. Y también creo que no se contó la historia de los chicos, de nosotros. Pero evidentemente los militantes de aquella época que hoy hacen cine, gente afín a esa ideología, tienen algo que ver con la culpa. Es muy difícil en una película hablar de nosotros los chicos, sin tener culpa, porque nosotros vivimos un montón de cosas que no tendríamos que haber vivido y las vivimos igual.

Hay un libro que me gusta mucho y que fue muy relevante para entender un poco más a mi vieja, que fue La voluntad. Me parece que ahí por primera vez se habla de lo cotidiano y empezás a entender un montón de cosas que ni siquiera el cine, donde podía haber un cierto cotidiano en algún lugar, lo pudo mostrar todavía. Yo creo que hay un proceso histórico que no tiene que ver con la culpa de los cineastas, sino con que en los ‘80 el cine tenía que ser un cine de denuncia, porque la sociedad aún no podía aceptar que esto había pasado. En los ‘90 se empezó a aceptar un poco, porque internacionalmente se empezó a tener aceptación y las películas ya fueron desde otro lugar. Y tal vez ahora, nosotros empezamos a hablar y ya tenemos madurez suficiente para empezar a filmar; somos hijos de desaparecidos que nos dedicamos al cine y tenemos un punto de vista distinto. Sé que hay muchas de estas cosas que nosotros opinamos y mostramos que no le van a gustar a la generación de nuestros padres. Nosotros tenemos una visión sin culpas y sin deudas, por eso muchas veces podemos criticar, cosa que nuestros padres no podrían hacer. Algunos porque se sienten con culpa o con mucho rencor, y otros porque sienten la angustia de haber perdido su juventud. De haber perdido tantos amigos, tanta pasión, tanta energía, para sentir que hoy no hay nada, no hay vestigios de eso. Y los hay, pero mínimos, porque la sociedad se fundamentó en ese lugar, un lugar en el que es muy difícil encontrar un militante de esa época que diga: perdimos. Aceptar la derrota es poder empezar desde algún lugar algo; hasta que no se acepta la derrota es imposible generar algo nuevo. Nietos tiene ese punto de vista: estamos empezando otra cosa, tenemos la posibilidad de hacerlo, no tenemos que atarnos a nuestros viejos. No atarnos al pasado nos tiene que servir de experiencia y nada más.

Nietos puede verse el miércoles 21 a las 23, por I-Sat.

Los mismos zapatos que todos

Por Antonella Costa

Nací en 1980, en Italia, por consecuencia de la dictadura: mi papá es chileno, mi mamá es argentina; él se fue exiliado de Chile, mi mamá no se fue exiliada, pero empezó a tener problemas, la echaron de la Universidad donde enseñaba Letras, empezaron a investigar qué libros sacaba de la biblioteca, tuvo amigos con problemas y decidió que no quería vivir más acá. Yo siempre he recibido mucha información de aquella época, nunca se me ocultó nada; por supuesto el horror, de acuerdo a mi edad, se me fue contando con cuentagotas. Aceptar un papel en una película como Garage Olimpo tiene que ver con la deuda que siente cualquier persona que sienta el dolor de lo que pasó. Y que sienta ganas de aportar un granito de arena para que no vuelva a pasar, para que se haga justicia, para que la gente se entere; pero mayormente para que no vuelva a pasar: me parece que ése es el interés más noble de las cosas, me parece que por ahí se está perdiendo esa calidad de la protesta, últimamente. Es una opinión mía, personal, pero me parece que casos como Cromañón están poco centrados en que las cosas no vuelvan a pasar, y más bien en matar a alguien que sea culpable. Si tenés ganas de que estas cosas terribles no vuelvan a pasar, al tener en tus manos esta posibilidad de contárselo al mundo, tenés una enorme responsabilidad. Pero qué es lo que queda por contar lo vamos a ir descubriendo, me parece. Ahora estamos viendo la historia de esta hija de un torturador que se quiere cambiar el apellido. ¿Qué pasaba con esta piba en esa época? Esta chica es mucho más grande que yo y tenía conciencia, y algo habrá percibido, algo le habrán contado. Si tu mamá es prostituta, en tu escuela se enteran y algo pasa. Si tu papá es torturador, ¿qué pasa en la escuela? Si tu papá era montonero, en la escuela no podías hablar. ¿Qué pasaba con el hijo del milico? Cosas así que por ahí sería herir susceptibilidades terriblemente y no sé quién se animaría a escribir una historia así, contando ese tipo de sutilezas. No sé si es necesario, pero ahora que empiezan a surgir, me parece que son las historias que se vienen. Las de los chicos, las de los recuperados.

Me parece que una cosa que aportó Garage Olimpo fue que, sin humanizar sus razones, sin justificarlos, humanizó el aspecto, la manera de comportarse a nivel cotidiano de los represores; el hecho de compartir el garaje en una oficina donde se marca tarjeta, verlos transpirados fumando los mismos cigarrillos que aquellos a los que detenían... Una chica que estuvo detenida, me dijo: “Cuando me sacaron la venda tenía la misma camisa que mi novio, fumaba los mismos cigarrillos que yo, tenía los mismos zapatos que todos los que íbamos a la facultad donde él estaba infiltrado para chupar gente”. Y son rasgos que por lo general están más tirados al gordo de bigotes, que hace la venia cada vez que pasás al baño. Creo que eso es importante y no sé hasta qué punto se hubiera podido mostrar en un documental; para eso era importante la ficción; así como mostrar ciertas puertas que se cierran, ciertos sonidos de fondo, cierta luz que te permite el arte del cine.

Garage Olimpo, de Marco Bechis, puede verse el miércoles 28 a las 23, por I-Sat.

Las otras cabezas

Por Pablo Milstein y Norberto Ludin

Sol de Noche cuenta la historia de Olga Arédez, esposa de Luis Arédez, que fue intendente de Libertador Gral. San Martín, en Jujuy. En los primeros meses de la dictadura, Luis Arédez fue secuestrado y después desaparecido. La “noche del apagón”, la del 27 de julio de 1976, facilitó el arresto ilegal de cuatrocientas personas que fueron trasladadas a centros de detención. La película cuenta la lucha de Olga y la lucha en general de la gente que tiene sus desaparecidos en el pueblo y las condiciones de vida que deben soportar los zafreros y la gente que trabaja con caña de azúcar. La historia de Olga tiene que ver con una sucesión de veinte años; creo que la película le sirvió a su familia para conocer un poco más lo que pasó en el pueblo. Les aportó tal vez la masividad, que se dé a conocer la historia; pero lo importante fue la lucha de Olga por veinte años, de seguir marchando en la plaza central de San Martín, soportando miradas hostiles e indiferencia. La película rescata esa soledad de la lucha, y alimentó en Olga la necesidad de hacer más conocida la historia. En principio, esta historia podría servir para mantener vivo el recuerdo de aquellos años terribles. Para apoyar la lucha que inició Olga, y que continúan sus hijos. Igualmente, es sólo una película y no se compara con el dolor y el sufrimiento de la familia. Entre memoria y libertad hay una relación que es la misma que hay entre información y libertad: tener información es una condición esencial, fundamental, para la libertad; y tener todos los elementos necesarios para creernos esa libertad, porque de otra manera sería falsa.

¿Qué no se contó en el cine sobre la dictadura? El otro día hablábamos con un amigo que participa en la película que lo que no fue contado es la historia de los padres: siempre se cuenta del lado de las Madres o de las Abuelas, y falta la parte más masculina de lo que les pasó en esa época. Y justo en estos días está circulando la historia de una mujer que quiere cambiarse el apellido porque su padre fue represor durante la dictadura y ella siente el peso de soportar ese apellido. Tampoco se contó esa otra parte: la de los represores y de sus familias. Que uno debe suponer que se hereda, pero parece que no es tan así. Es algo que no está contado y sería bueno enterarnos de qué pasó por esas cabezas.

Sol de Noche puede verse el miércoles 14 a las 23, por I-Sat.

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“La gente de los ’70, los compañeros de militancia de mis padres, recibieron Los Rubios con reacciones diversas. Creo que la respuesta más simplista fue decir que la película es generacional; es como una manera de desviarse del tema: los niños dicen”. Albertina Carri
 
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