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Domingo, 9 de octubre de 2005

MúSICA > EL TANGO SEGúN BRIAN CHAMBOULEYRON

La lira rioplatense

Después de su disco en el que le cantaba a Gardel, en el recién aparecido, Voz y guitarra, Brian Chambouleyron se sumerge definitivamente en la música criolla para versionar a Contursi, Manzi, Discépolo y Le Pera, entre otros. Conózcalo. Y escúchelo.

 Por Martín Pérez

Es pequeño, habla suave y carga una guitarra. Semejante enumeración resulta apropiada tanto para una descripción personal como musical de Brian Chambouleyron, un cantante atípico y original, particularmente preocupado por lo que él llama “la lira rioplatense”. Casi sin querer, a sus cuarenta años y después de haber recorrido geográfica y estilísticamente casi toda América del Sur, Brian ha ido acumulando un repertorio criollo que, finalmente, terminó registrado en un sencillo álbum bautizado como Voz y guitarra.

Allí, entre firmas de Contursi, Manzi, Discépolo, Gardel, Le Pera y un largo etcétera, Chambouleyron desgrana un caprichoso puñado de canciones que fue amasando durante todos y cada uno de los estadíos de su humilde pero agitada carrera como músico profesional. “Es un disco que empecé a trabajar conscientemente desde hace unos dos años”, explica Brian. “Pero que no empecé antes por el prejuicio de no poderme imaginar un disco solo con mi guitarra. ¿No será demasiado?, me preguntaba.”

Termina siendo poco, en realidad. Porque Voz y guitarra es imposible de imaginar sin su antecesor, Brian Chambouleyron le canta a Gardel (2003), en que el hombre de la guitarra y el cantar suave ajustaba cuentas con la memoria del Mudo. “El germen de todo esto, en realidad, fue El día que me quieras”, acepta Chambouleyron, que aparentemente necesitó encarar primero el repertorio más difícil de todos –por recurrente y motor de comparaciones inevitables–, para luego permitirse ser un poco más personal. “Mientras preparaba el primero, no podía dejar de incorporar nuevos temas en lo que sería el segundo”, recuerda. “Cada uno de ellos me enamoraba obsesivamente. Los lloraba y los arreglaba con mucha puntillosidad y preciosismo, me perdía en ellos y luego los dejaba a un lado.” Cuando tuvo listos treinta temas, eligió veinte y los grabó bajo un título que, según él mismo apunta, funciona como homenaje a Joao Gilberto, que grabó un disco con ese mismo nombre.

La cita no es gratuita sino que destaca el hecho de que, antes que tanguero, el repertorio pretende ser criollo, con versiones que llegan incluso a ser “atahualpizadas”, como la del tango “El aguacero”. “Es un poco lo que hacían los viejos cantores nacionales que, aunque tocasen un foxtrot, sonaba bien de acá”, menciona casi al pasar Chambouleyron, que confiesa haber sido rocker en su exilio mexicano, y reconoce su obsesión con el berimbau durante el fin de su adolescencia en Campinas, cerca de San Pablo. Pero la bisagra de su carrera musical llegó luego de trabajar en Ruidos y ruiditos, y otros espectáculos de teatro infantil. Entre las tablas fue que conoció a Soledad Villamil, y a través de ella le llegó el ofrecimiento de encargarse de la dirección musical del espectáculo Recuerdos son recuerdos, un antecesor del exitoso Glorias porteñas, del que también formó parte.

Acostumbrado a sumergirse durante meses en un estilo musical, cuando tuvo la excusa perfecta para bucear en el tango ya no necesitó salir de allí. “Me dio una enorme felicidad”, cuenta. “Tuve la sensación de que la Argentina era un país exógeno, que socavaba y despreciaba todos los estilos musicales que le eran propios.” Cuando nadie lo hacía, y dedicarse a ello era casi un gesto moderno, Chambouleyron abrazó el tango y lo hizo su género. Luego llegaría su primer disco junto a Lidia Borda y Esteban Morgado, Patio de tango (1999), y la actual satisfacción que confiesa al ver que, a pesar de que lo que antes fue modernidad ahora está lleno de turistas y es casi una industria, hay una nueva generación que respeta el tango. “Algo que me parece fantástico. Porque es como respetarse a uno mismo.”

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Brian Chambouleyron toca todos los sábados de octubre en La Vaca Profana (Lavalle 3683), a las 21.
 
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