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Domingo, 13 de noviembre de 2005

FAN > UNA ARTISTA PLáSTICA ELIGE SU OBRA FAVORITA: MATILDE MARIN Y UNA VIDEASTA IRANí

Una platea vacía

Fan

 Por Matilde Marín

La Bienal de Venecia de 1998 me aproximó al trabajo de esta artista de origen iraní que a través de sus obras, y especialmente del video Turbulencia, el preferido de su producción, nos muestra cómo el trabajo étnico en arte puede introducirse en el terreno de lo universal.

Turbulencia enfrenta a dos personas: un hombre y una mujer, ambos iraníes, ambos vestidos con ropa tradicional del país que habitan. Cada uno habla de sí mismo, y le habla al otro. Dos grandes pantallas con proyecciones hacen el soporte de la obra, el hombre canta una bella canción y tiene un público que escucha y aplaude, la mujer es muy bella, pero ante una platea vacía no puede cantar (las mujeres tienen prohibido cantar en Irán), ella sólo puede emitir sonidos como un pájaro, o como un animal nocturno; su canto también es hermoso y desgarrador. Es una obra que al espectador le genera situaciones físicas; recuerdo que estaba compartiendo el momento con una artista alemana y ambas sentimos un fuerte impacto en nuestros estómagos. Su trabajo llega no sólo por su claro mensaje sobre las diferencias culturales y la mujer como identidad sino, también, por su cuidada fotografía, sus intensos negros, sus planos de encuadres perfectos. Todo esto arma el trabajo en esta video-instalación de gran calidad. Verlo se transformó en un momento bello y extraño.

Hoy, el video-arte permite producir un cruce entre diversas situaciones artísticas, la idea, la imagen, el sonido, con elementos como la fotografía, el dibujo, la pintura o el objeto.

Turbulencia es una de mis preferidas en el campo del arte contemporáneo; la obra surge a partir de una situación particular de un país, pero se conecta con lo filosófico e intemporal. En los trabajos producidos por Shirin Neshat, sus personajes son reales y sus video-instalaciones son narrativas no literales, muchas veces abstractas y ambiguas, donde el espectador puede sacar sus propias conclusiones y aproximaciones personales a partir de su imaginación.

 

Nacida (en 1957) y criada en Irán, Shirin Neshat viajó en 1974 a los Estados Unidos para estudiar arte pero, debido a la Revolución Islámica que tuvo lugar en 1979, no volvió a pisar suelo iraní hasta los ‘90. Ella misma asegura que, aunque se graduó en Berkeley, su verdadera educación artística comenzó cuando conoció a su marido en Nueva York y se fue a trabajar con él al Storefront for Art and Architecture, un “espacio alternativo en Manhattan” que él dirigía, un verdadero “laboratorio cultural con un programa multidisciplinario”.

Cuando regresó a su país de origen, se encontró con un lugar irreconocible, reforzando la sensación de desarraigo que fue volcando en su obra. “Mi foco desde el principio fue el tema de la mujer con relación a la sociedad iraní y la revolución.” En parte, uno de sus resultados fue Mujeres de Alá (1993-1997), serie fotográfica sobre mujeres musulmanas militantes. En 1996, Neshat comenzó a trabajar con películas, decidida a crear trabajos “más abiertos y poéticos” sobre la dinámica de los sexos en las sociedades islámicas. Así fue que produjo una trilogía de video-instalaciones de pantalla dividida integrada por: Turbulent (1998), Rapture (1999) y Fervor (2000).

“Lo que me inspiró para hacer Turbulent –contó la artista en un reportaje– fue una extraña experiencia que tuve en las calles de Estambul, donde vi a una joven ciega que cantaba para ganar algo de dinero: su música era extraordinaria y el público se reunía a su alrededor de forma incontrolable. Me enamoré de su música, compré un casete; luego me hice traducir sus canciones y me obsesioné con la manera en que su ceguera, no tener una audiencia visible, afectaba su música. Rapture es similar a Turbulent en el sentido de que ambas se basan en la idea de opuestos, visual y conceptualmente: el cantante varón representa el ideal masculino de la sociedad, que se atiene a las reglas en la forma de vestir y en su interpretación de una apasionada canción de amor escrita por un poeta sufí del siglo XIII. Opuestamente, la cantante femenina es rebelde: no se supone que esté arriba de un escenario, y su música rompe todas las reglas de música tradicional islámica. Es una música de forma libre, improvisada, no atada al lenguaje, casi primal. En Irán, las mujeres tienen prohibido cantar en público, y no hay grabaciones de músicas mujeres. La idea, al final, era que el cantante masculino se mostrara incrédulo ante una cantante absolutamente liberada. La mujer como una fuerza impredecible.”

La música para la instalación es una composición basada en melodías islámicas tradicionales, realizada por la cantante –iraní residente en Nueva York– Sussan Deihim.

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