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Sábado, 31 de diciembre de 2005

MúSICA > LA VUELTA DE LOS SHAKERS

Rompen todo

Con un disco nuevo, llamado Bonus Tracks, vuelven Los Shakers, aquellos Beatles del Río de la Plata, que para un fan de la primera hora como Charly García fueron incluso mejores que los originales. Mito irrepetible de la época heroica del rock en las dos orillas, el grupo de los Hermanos Fattoruso tocó para el público de su Montevideo natal tras 37 años de separación, y después habló con Radar para repasar su historia.

Pasaron 37 años para volver a verlos juntos sobre un escenario, pero lo que para muchos era sólo un sueño, se materializó el 20 de diciembre pasado en el Teatro de Verano de Montevideo: Los Shakers, con sus cuatro integrantes originales –Hugo y Osvaldo Fattoruso, Roberto “Pelín” Capobianco y Carlos “Caio” Vila–, volvieron a tocar juntos desde su separación en 1968. Los “Beatles del Río de la Plata” regresaron por una propuesta del empresario Marcos Zimet –hermano de Pedro, quien fuera su primer manager–, y el productor argentino Félix Marín. En estos días aparece el primer resultado de la reunión, el disco Bonus Tracks –grabado en los estudios Circo Beat– y el retorno continúa con una serie de presentaciones a ambos lados del Río.

En las casi cuatro décadas de intervalo, los integrantes de Los Shakers estuvieron activos. Luego de la separación, Pelín se fue a vivir a Brasil, donde reside hasta hoy. Allí, a principios de los ‘70, llamó a Caio para hacer un disco de un grupo que la compañía grabadora terminó bautizando Shaker’s (con apóstrofe, para evitar juicios) y le puso por título En el estudio otra vez. “Fue una mala experiencia –recuerda el bajista–, por suerte no vendió nada.” Los Fattoruso se radicaron en Estados Unidos y allí acompañaron a Airto Moreira y formaron Opa, un grupo de candombe-fusión muy influyente pero poco reconocido en su momento. A principios de los ‘80, junto a Rubén Rada y Ringo Thielmann, grabaron un álbum de homenaje a Los Shakers a cargo de un grupo que denominaron Otroshakers. Pero esta primera reunión con los cuatro integrantes originales requirió trasladar a Caio desde Venezuela, donde trabaja como productor discográfico, y a Pelín desde Brasil, donde comanda un trío familiar junto a sus hijos, Grupo Capobianco. También Hugo y Osvaldo tocan junto a Francisco (hijo de Hugo), en el Trío Fattoruso, que acaba de editar un nuevo álbum.

Ahora, los cuatro Shakers se plantean algo más que un acontecimiento único. “Este grupo, que durante tantos años no podía estar arriba de un escenario, ahora puede estar”, dice Hugo. “Y ahí vamos a ver cómo es la cosa. Esto es apenas el primer paso, si bien empezamos en mayo, o sea que lleva casi un año. Si estuvimos ensayando desde entonces, no es para terminar ahora con un recital. Todos tenemos una expectativa de continuidad, que estaría dada por un segundo CD, y tocar mucho en vivo. Este show en el Teatro de Verano es apenas el principio.”

¿Recuerdan cuándo escucharon por primera vez a Los Beatles?

Hugo: La panadera que vivía frente a mi casa viajó a Londres en el año ‘63 y, cuando volvió, como sabía que yo era músico, cruzó a la casa de mi madre y dijo: “Hugo, recién llego de Inglaterra y traje un disco de un grupo, que allá todo el mundo se vuelve loco”; era un 45, que tenía “She Loves You”. Y cuando lo escuché no me gustó, dije “esto es puro ruido”.

¿En ese momento ustedes ya venían tocando?

Hugo: Sí, y mi hermano Osvaldo también, aunque es 5 años menor que nosotros, porque tocaba desde los 8 años. Tocábamos con el trío de mi papá, y también en otras orquestas, con diferentes estilos, jazz, bossa nova, en programas de radio, de TV, donde había comediantes, cantantes. Ya trabajábamos profesionalmente como músicos; estuvimos en un grupo llamado los Hot Blowers, donde también participaron Rubén Rada y muchos músicos montevideanos.

Pelin: Yo tocaba el contrabajo acústico en la Banda Sinfónica Municipal, y me pasé al bajo eléctrico. Al principio rompía muchas cuerdas, le pegaba unas “dedadas” terribles, no me acostumbraba a que no había que hacer fuerza con este instrumento.

No debía ser fácil conseguir un instrumento de ese tipo.

Pelin: No, de hecho no fue, porque Los Shakers comenzaron con tres guitarras. Un carpintero amigo de Hugo le sacó el brazo a una guitarra, le colocó la pata de una mesa y le puso cuatro clavijas. Pero no tenía trastes, porque el tipo dijo, “yo lo hago y le pongo las clavijas, pero los fierritos no, porque no sé dónde van”.

Cuando Hugo me mostró el disco dijo: “Vamos a jugar a Los Beatles”, y yo le dije: “Vamos, me anoto”. El problema era que nosotros tocábamos como trío en una boîte, y en la época no había guitarristas de nuestra edad que pudieran tocar, eran unos señores que tocaban jazz, así que Osvaldo tuvo que pasar a la guitarra. Entonces lo llamé a Caio por teléfono para que se viniera a la casa de Hugo, y a él le gustó mucho la propuesta, pero no se quería dejar el pelo largo porque el viejo lo iba a matar. Nos dijo “no, yo me compro una peluca”. La primera música que empezamos a ensayar fue “All My Loving”, y salía una porquería tan grande, que Hugo dijo “loco, yo voy a tirar las guitarras por la ventana”.

¿Tuviste una visión de que ésa era la música que se venía?

Hugo: Yo pienso que era casi como un juego, o algo así, porque visión comercial nunca tuve en mi vida, y la mejor prueba es que hoy en día pago alquiler. No sabíamos qué íbamos a hacer, ni dónde íbamos a poder tocar con esa música.

Caio: El primer tema original nuestro fue “Rompan todo”. Estábamos tocando Beatles, y de repente, apareció “Rompan todo”. Jamás pensamos que iba a durar hasta el 2005.

Hugo: “Rompan todo” era una expresión que teníamos en una barra de amigos, como decir “no obedecer”. Pero era algo totalmente inocente, “rompan todo” significaba fumarse un cigarrillo en el baño del liceo, éramos totalmente pacifistas, antiviolencia.

Caio: A pesar de eso, un día tocamos en una radio en Mendoza, y rompieron todo, la radio, la camioneta. Se lo tomaron al pie de la letra.

¿Cuándo pasaron a hacer temas propios?

Caio: Cuando fuimos para Buenos Aires. Porque estábamos tocando en Punta del Este, en un boliche que se llamaba Ymarangatú, verano del ‘65. Se empezó a poner de onda, y se armó un quilombo bárbaro, no cabía nadie, había gente hasta en la arena. Esto llegó a oídos de la gente de EMI Odeón en Buenos Aires.

Hugo: Era un día de marzo, hacía calor; en aquella época, en Montevideo, la gente cuando iba a dormir la siesta cerraba la puerta, pero no la trancaba. Yo vivía en un edificio sin ascensor, en un tercer piso, me golpean la puerta, y me preguntan “¿vos tocás en un grupo así y así, que se llama Los Shakers? Mi nombre es Miguel Loubet, vengo de la Argentina, de la compañía Odeón, y los quiero invitar para grabar”. Y así fue. Ahí empezamos a componer más en serio, porque la idea no era tocar temas de Los Beatles, aunque llegamos a grabar algunos.

Pelin: Ahí apareció nuestro primer manager, Pedro Zimet, y nos financió los primeros trajes, que nos compramos para ir a Buenos Aires. También el primer bajo, un Hofner. Y empezamos a delirar, nos compramos toscanos e íbamos por ahí fumando habanos.

Supongo que la ropa también se la habrán tenido que mandar a hacer.

Pelin: Al principio teníamos unos rompevientos de lana negros, con pantalón negro y botas. En Punta del Este hacía un calor terrible, y nosotros con rompevientos de lana de cuello alto.

Hugo: Cuando entró Zimet en el negocio, fuimos a un sastre y nos hicimos hacer dos trajes para cada uno, camisas, y botas a medida, todo para venir a Buenos Aires.

Caio: En la contratapa del primer disco está la foto de cuando llegamos a Buenos Aires. Osvaldo está agarrando el estuche de la guitarra, porque no tenía manija.

Hugo: Esa guitarra Gretsch era de un tornero, que tocaba en sus horas libres, no era profesional. Nosotros le rompimos los huevos durante meses, “te la venimos a comprar”. “Pero no la vendo”, decía. Hasta que un día dijo “no los aguanto más”, y la vendió.

Ese primer disco tuvo un éxito instantáneo.

Caio: Cuando salió, tuvo una preventa de 500.000 ejemplares.

Pelin: Lo que pasa es que Juanito Belmonte y Rota armaron una campaña impresionante. Ibamos a almorzar a un restaurante y había un montón de periodistas esperándonos, a los que les habían avisado previamente. Nosotros vivíamos en el hotel Trans-Ocean, que quedaba en Lavalle y San Martín. Zimet nos había comprado cuatro pijamas celestes, y a las 9 de la noche decía “muchachos, pónganse los pijamas que hay que ir a dormir”. Parecíamos los sobrinos del Pato Donald. Una de sus frases era “esto es como una concentración de Peñarol”. Por supuesto, después empezaron las trampas, y nos tenía que ir a buscar a Olivos.

Y empezaron a hacer shows a un ritmo imparable.

Pelin: Llegamos a hacer 6 o 7 shows por noche. Teníamos dos equipos, que además eran mínimos, no como ahora que lleva dos días montarlos.

Hugo: Eran shows de 30 minutos, 40 a lo sumo. Había veces que el último show ya tocábamos de día, y la gente se quedaba a esperarnos.

Hubo una evolución musical muy rápida de Los Shakers. El primer disco aparece en el ‘65, y el segundo, “Shakers For You”, es del ‘66 y ya había cambios muy notables.

Hugo: Eso es suerte. Pero también se debe a que en el primero salimos obedeciendo una especie de formato, y después empezamos a querer volcar un poco más nuestras propias inquietudes. De hecho, en el tercer disco (La Conferencia Secreta del Toto’s Bar, 1968), es donde se desarrolla más, intentamos estirar algo que no sé ni lo que es. Porque también estamos hablando de músicas de tres minutos, no es tanto lío. Con el paso de los años te das cuenta de que nosotros fuimos atrás de un estilo, pero los temas tienen un carácter rioplatense, salió con ese sabor.

En Los Beatles, unas de las cosas que disparó toda esa experimentación fueron las drogas. ¿En el caso de ustedes también sucedió?

Hugo: Lamentablemente no. Porque yo considero que el ácido, especialmente el de aquella época, es un gran aliado para la creación. Expande la conciencia. Los Shakers sólo usaban la droga maldita, que es el tabaco, que se vende en 70 marcas en cada esquina, y te liquida. Pero es un compañero, el cigarro. Y de vez en cuando algún traguito de alcohol. Nosotros habíamos visto cocaína en Montevideo, pero en esos tiempos al que le gustaba meterse un pase precisaba todo el sueldo del mes para pagarlo. Eramos inocentes, por decirlo de alguna manera, pibes de barrio.

Pelin: Hacíamos cinco shows y estábamos a mil, yo creo que nuestra droga era la propia música. Cuando volvíamos de los bailes, pasábamos cerca del estadio de River, y había un puesto que vendía sandías, nosotros decíamos “che, vamos a parar para comprar una sandía” y la llevábamos para casa.

En Buenos Aires en un momento hubo una especie de “shakermanía”, con fans esperando en la puerta del hotel, ustedes trasladándose en limusina.

Hugo: Sí, Argentina fue el país que nos acogió, y nos catapultó. Porque en Montevideo éramos conocidos, pero nos veían por la calle todo el tiempo. Fue en Buenos Aires donde se creó lo que podríamos llamar “shakermanía”,

es una ciudad que sustenta esas tendencias. En Montevideo todo es más chiquito, como de pueblo. Rubén Rada se sienta en un boliche, pasa un auto y le toca bocina, pero está todo bien.

Con la cantidad de discos que vendieron, ¿no hicieron dinero con Los Shakers?

Hugo: La verdad que no. Firmamos un contrato donde el grupo cedió los derechos de por vida. Eramos muy jovencitos, y nadie iba a pensar que un disco se iba a vender durante 40 años. A mí ni se me pasó por la cabeza.

Pelin: Ningún grupo de aquella época ganó un mango. Quizá Los Iracundos, que estaban bien organizados.

Hugo: Los Shakers no tienen ni un Disco de Oro, ni de Platino, ni de lata. La compañía jamás nos entregó nada.

Para esta reunión de hoy, 37 años después, supongo que tuvo que existir de parte de ustedes una revalorización de su propio trabajo.

Hugo: Exactamente. En mayo vinieron Pelín y Caio a Montevideo, y nos juntamos a ver cómo era la cosa. Ahí fue cuando aparecieron los temas nuevos, y ya previamente habíamos combinado que si formábamos el grupo, no íbamos a seguir cantando solamente en inglés. Y bueno, fuimos inventando al paso, por ejemplo decir “vamos a tocar con dos baterías”, porque son dos ritmistas que le van a dar otro peso. Y yo en los teclados, que me defiendo un poco mejor que en la guitarra, donde sigo siendo un aprendiz.

Pelin: Los conceptos y las iniciativas musicales de Los Shakers siempre estuvieron determinadas por Hugo. Hacía los planteamientos musicales más importantes, luego nosotros nos pegábamos en esa y cada uno ponía lo que podía. Pero él la tenía clara.

¿Sentían una responsabilidad al volver a tocar después de tantos años?

Hugo: Siempre hay algo de eso. La responsabilidad es hacerlo bien en el momento que lo estás haciendo. Después, si a la gente le gusta o no, es otra cosa.

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