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Domingo, 22 de enero de 2006

HISTORIETA > JIRO TANIGUCHI, EL PADRE DEL NOUVELLE MANGA

Zen a cuadritos

Eslabón perdido entre el manga y la historieta occidental, Jiro Taniguchi es reverenciado en su Japón natal y en Francia, país que se encargó de editarlo y acuñó el término Nouvelle Manga para agrupar a los historietistas japoneses que desbordan los géneros y se especializan en la contemplación y la vida cotidiana. Por fin, y casi inesperadamente, la obra del gran historietista japonés llegó a las librerías argentinas, en cuidadas ediciones y precios accesibles. Radar lo celebra y lo presenta.

 Por Martín Pérez

Un hombre regresa a su hogar luego de un viaje de trabajo. Pero en la estación, de manera inexplicable, confunde su tren y pasa apenas un rato hasta que se descubre viajando hacia su ciudad natal. Lejos de bajar en la primera estación para retomar viaje hacia su destino original, el hombre –un oficinista de 48 años– comienza a recordar esa ciudad en la que sólo lo reclama la tumba de su madre, muerta 23 años atrás... a la misma edad que él tiene ahora. La marea del pasado lo alcanza, y al oficinista lo asaltan los recuerdos del entierro de su madre, apenas un año después de su casamiento. Se pregunta si ella habrá sido feliz, y recuerda que nunca lo fue desde que su padre, sorpresivamente, abandonó el hogar cuando él tenía 14 años. Nunca más volvieron a saber de él.

Al llegar a su ciudad natal, el hombre descubre que restan dos horas hasta que salga el tren que lo lleve de regreso con su mujer y sus dos hijas, así que sale a dar un paseo. Inmerso en sus pensamientos, llega hasta lo que era su antigua casa, vendida rápidamente luego de la muerte de su madre, y recorre la que fue su calle, donde quedan muy pocas cosas que le recuerden su pasado. Su recorrido termina en el cementerio, donde se arrodilla frente a la tumba de su madre. De pronto, como cuando terminó sin darse cuenta subido a un tren que no era el suyo, lo asalta una extraña sensación de pérdida de tiempo y lugar. Vuelve en sí en el mismo lugar en el que estaba, pero el sol ya comienza a ponerse. Además siente que su cuerpo es más ligero que antes, y pierde el equilibrio al intentar pararse. En vez de zapatos usa zapatillas, en vez de traje tiene puesto un uniforme de colegio. Vuelve a la ciudad, confundido, y descubre que todo ha cambiado. Ahora sí se parece a la ciudad natal de sus recuerdos.

Después de cinco páginas en que las imágenes están dibujadas desde el punto de vista del protagonista, finalmente el lector alcanza a ver que el oficinista descubre su reflejo en unas ventanas, y se da cuenta de que ya no es un oficinista. Lo que se ve es un estudiante de secundaria de catorce años, a pesar de que sigue narrando lo que le sucede como si fuese un hombre de 48. Su familia lo espera en casa para cenar, volverá a ver a su madre y a su padre, volverá también al colegio, y de pronto el protagonista se da cuenta de algo esencial: al final de ese año, su padre volverá a abandonarlos, para no regresar jamás.

Así es como comienza Barrio Lejano, una apasionante historieta en dos tomos lujosamente editada por una editorial valenciana llamada Ponent Mon. Barrio Lejano es la mejor tarjeta de presentación tanto para el catálogo de Ponent Mon como para la obra de uno de sus autores más fascinantes, el historietista Jiro Taniguchi, un autor reverenciado en Europa y también en los Estados Unidos, tal vez el autor de manga más occidental de todos, que ha trabajado con Moebius, homenajeado a Schuiten, y cuyas obras –gracias a la distribuidora local de Ponent Mon– comienzan a verse tímidamente en las librerías porteñas, que aún no saben dónde ubicar estas historietas presentadas como novelas, estas novelas que en realidad son orgullosamente historietas.

Nouvelle Manga

La familia, las heridas de la infancia y la contemplación de la naturaleza. Esos son, según sus críticos, los temas que nunca faltan en la vasta obra de Taniguchi. Como parte de la generación japonesa de baby boomers que apareció después de la Segunda Guerra Mundial, nació en 1947, en la ciudad de Tottori. Esa misma generación es la que creció escuchando críticas en contra del manga por parte de sus padres, pero con el paso del tiempo quienes crecieron leyendo mangas fueron padres a su vez, y así es como hoy en Japón el manga es un entretenimiento tan legítimo como la televisión o el cine, un puente incluso entre ambos.

“Un autor de manga en Japón está principalmente interesado en contar historias, a diferencia de esos autores occidentales de historietas que generalmente están sólo interesados en el dibujo”, escribió el historietista francés Frédéric Boilet en su manifiesto sobre el Nouvelle Manga. “A diferencia de las historietas occidentales, que generalmente se dedican a las aventuras, el manga siempre ha enfatizado en las historias de la vida cotidiana. Por eso es que, lejos de ser sólo leídos por adolescentes varones, el manga en Japón tiene lectores de todo tipo, varones y mujeres, adolescentes y adultos.” Dentro de esta descripción realizada por Boilet, cuyas obras también publica Ponent Mon, la obra de Taniguchi tal vez sea más apreciada en Francia que en Japón, donde no es un artista de multitudes. Pero sí es reverenciado como uno de los mejores exponentes de su generación, y sus obras son una especie de puente entre la historieta occidental y el manga japonés.

El Caminante

Como cualquier autor de manga, Taniguchi ha realizado una sorprendente cantidad de obras, de toda clase de género, de las cuales sólo unas pocas se han publicado en Occidente. En las librerías, además de la fundamental Barrio Lejano (premiada en el año de su edición en francés por las tres muestras de historietas más importantes, entre ellas la de Angouleme), se puede conseguir una compilación de historias titulada El olmo del Cáucaso, profundamente japonesas pero al mismo tiempo occidentales, en las que se comprende el término de Nouvelle Manga –que remite a la Nouvelle Vague francesa– inventado por Boilet. La contemplación y la vida cotidiana son la clave de sus historias, adaptadas de la obra de un autor tan gentil como Ryuchiro Utsumi y empapadas por un emotivo respeto por los ancianos, la educación y las tradiciones.

También se han distribuido los dos primeros tomos de La época de Botchan, una saga histórica con guión de Natsuo Sekikawa, sobre la modernización del Japón a comienzos del siglo pasado, en la época de la guerra ruso-japonesa, que fue fundamental para el desarrollo de la carrera de Taniguchi. Editada sin modificar los originales japoneses, está encuadernada para ser leída al revés, de atrás hacia adelante y de derecha a izquierda. Pero la obra en la que se destila mejor que ninguna otra el personal estilo de Taniguchi, simple pero jamás sencillo, es El caminante. En el personal ranking de su autor figura como la más importante de su carrera, tal vez porque fue, según él, su primera historieta experimental. ¿En qué reside su experimento? En la contemplación, a través de un caminante que recorre en silencio su barrio, de la naturaleza de las ciudades. Poco y nada sucede en cada una de las historias de El caminante, salvo una sensación de tener todo el tiempo del mundo y una permanente sorpresa ante eso que llena la vista y cada uno de los cuadritos, sorpresa que sólo es expresada a través del dibujo. El caminante se trepa a un árbol, se moja en la lluvia, se mete en una pileta ajena por la noche, y esos actos de pequeñas y simples libertades urbanas llenan la cuidada narración de sus cuadros mudos, sus dibujos llenos de detalles y una vida que se renueva trazo a trazo.

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