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Domingo, 16 de abril de 2006

HALLAZGOS > EL DOCUMENTAL SOBRE LA MEJOR BROMA SEGúN LOS MEJORES HUMORISTAS

El mejor chiste del mundo

¿Dónde está la gracia: en el chiste o en quien lo cuenta? El remate de “Los aristócratas” llega tan pronto en la película homónima (Los aristócratas, uno de los estrenos del Bafici) que una vez que se devela el “qué” todavía quedan el “quién” y el “cómo”, y eso implica los casi ochenta minutos restantes. Los aristócratas es una suerte de rutina de entrenamiento y gran contraseña de los comediantes norteamericanos; no está muy claro cuál es su origen, pero es casi una credencial de pertenencia a un enorme club. Aunque, tratándose de un chiste que viene circulando desde hace años entre humoristas, tampoco está del todo claro si, ahora que una película lo ha abierto al público, podrá retener su eficacia.

Puede que la gracia esté en el chiste, pero no necesariamente en su final. La premisa es siempre la misma: una familia se presenta ante un representante de “talentos” para ofrecerle un acto que, aseguran, será “único”, “nunca visto”, que “supera todo lo conocido”. El remate consiste en el agente preguntándoles a los intérpretes cómo se llama el acto y la respuesta, concisa, casi invariable: “Los aristócratas”. En el medio, lo que a cada comediante se le ocurra para hacerlo propio, sobre una base que suele incluir sexo salvaje (que contempla todas las combinatorias posibles de incesto, de padres e hijos a abuelos y tíos, y hasta un toque infaltable de zoofilia con la mascota de la casa), penetración por todos los orificios carnales existentes y por abrir, y canilla libre de sustancias corporales (mierda humana con tendencia a la liquidez, sangre, vómitos, semen y demás, en general destinadas a su ingesta), mutilaciones y otras expresiones igualmente violentas. De ser posible, la idea es ofender de paso a algún grupo sexual, racial o religioso. Aunque lo de “ofender” es una forma de decir, porque tratándose de un extremo de escatología e incorrección, el relato termina por anular su potencial ofensivo: el chiste es el acto de contar el chiste en sí mismo. Ni siquiera sobrevive la presunta ironía de un remate tal como titular “Los aristócratas” a una secuencia de actos tan poco elegantes.

En Los aristócratas, la película, cuentan “Los aristócratas”, el chiste, de manera fragmentaria y con distintos timing y gracia, cómicos norteamericanos perfectamente desconocidos para el público argentino, otros conocidos básicamente por sitcoms (Paul Reiser, de Mad about You; Hank Azaria, de esa misma serie y de Friends; Jason Alexander, de Seinfeld –aunque, sugestivamente, el propio Seinfeld no participa–; Andy Dick, de News Radio; Bob Saget, de Full House, y otros comediantes televisivos como Kevin Nealon, de Saturday Night Live, y el último presentador de los Oscar Jon Stewart), así como algunos otros de amplia carrera cinematográfica (Robin Williams, Whoopi Goldberg, Fred Williard y Eric Idle, de los Monty Python). Como invitados especiales aparecen los chicos de South Park (el monstruoso Cartman está a sus anchas) y una versión muda, narrada por un mimo en la calle. Todo el asunto está dirigido por el debutante Paul Provenza y coordinado por dos comediantes de larga trayectoria, como humoristas y magos mediáticos: Penn Jilette y Teller, más conocidos como Penn y Teller.

Parte de la leyenda indica que algunos personajes en algunas fiestas en Hollywood han logrado extender “The Aristocrats”, el chiste, por más de una hora. Lo cual ofrece una posible tercera respuesta a la pregunta inicial: la gracia tal vez no esté ni en el chiste ni en quien lo cuenta, sino en quien se queda a escucharlo hasta el final incluso cuando ya lo conoce.

Los Aristócratas se proyecta en la sección Métodos del Bafici, hoy a las 22.00 en el Atlas Recoleta (Guido 1952) y el próximo sábado 22 de abril a la 0.15 en el Atlas Santa Fe 1 (Av. Santa Fe 2015).

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