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Domingo, 23 de abril de 2006

PERSONAJES > MARY SWEENEY, LA MONTAJISTA Y COGUIONISTA DE DAVID LYNCH EN B.A.

La señora Lynch

Uno de los secretos mejor guardados del último Bafici no está en las pantallas, sino entre el jurado. Una de sus integrantes es Mary Sweeney, nada menos que montajista, productora, asistente de edición y coguionista de David Lynch, además de su pareja. Radar le robó media hora en la sala de prensa del Abasto, y ella sorprendió con su gusto por las buenas películas de acción y los thrillers, su poco interés por el cine experimental, y la sencillez pragmática con la que aborda los extraños universos del padre de su hijo.

 Por Mariano Kairuz

Mary Sweeney, la mujer de David Lynch y la montajista de sus películas desde la serie televisiva Twin Peaks (1990-1991), está en Buenos Aires desde hace una semana en calidad de jurado para la Selección Oficial Internacional de la octava edición del Festival de Cine Independiente, que hoy llega a su fin. Su relación con Lynch se remonta a dos décadas atrás; antes de convertirse en la editora de todos sus proyectos, fue asistente de edición de Terciopelo azul (1986) y Corazón salvaje (1990), dato suficiente para considerar que, a esta altura, y tratándose del universo complejo y personalísimo de un personaje tal como el director de Carretera perdida, no debe haber otra persona capaz como ella de dotar de sentido a esas piezas algo etéreas, a veces inasibles e hiladas apenas por la lógica de los sueños de sus películas. Sweeney es además la productora de su pareja y colaborador, y productora de los proyectos de otros directores (como Michael Almereyda, un realizador neoyorquino cuyos films se han visto en varias ediciones del Bafici) y también de alguno propio. Ha escrito guiones para varias películas, de las cuales hasta ahora sólo se ha concretado el de Una historia sencilla (The Straight Story, 1999), con dirección de Lynch, pero planea debutar como directora muy pronto. Mientras tanto, dicta un taller de escritura para un grupo reducido de alumnos en la Universidad del Sur de California. Con sus estudiantes también ha escrito varios guiones, a razón de uno por cada curso anual.

Según imdb.com, su biografía consignaría además un dato rarísimo e intrigante sobre los inicios de su carrera, absolutamente por fuera del mundo de David Lynch: que Mary Sweeney tuvo alguna vez un breve roce con la actuación, participando a mediados de los años ‘70 en dos películas eróticas clase B, llamadas Teenage Cheerleaders e Invasión of the Bee Girls. Pero la propia editora y productora lo ha declarado, en entrevista con Radar en el Abasto (centro neurálgico y social del Bafici): completamente falso (lo cual, por cierto, obliga a cuestionar la solidez y confiabilidad de la información que provee la base de datos sobre cine más consultada de Internet). “Es muy gracioso, me encanta, y la gente me pregunta por eso todo el tiempo”, dice Sweeney. “Voy a tener que inventarme una buena historia, pero la verdad es que no actué en ninguna película porno o clase B, y no he actuado jamás en mi vida.”

¿Habrá otra Mary Sweeney?

–Debe haber, pero además, son dos películas de hace unos treinta años, así que voy a tener que inventarme un rumor mejor.

Aparte de los guiones que hace con sus alumnos, ¿escribió algo más desde Una historia sencilla?

–Nunca dejé de escribir desde Una historia sencilla. He escrito sin parar varios guiones desde entonces, aunque nada que haya sido filmado. Pero escribí un guión que espero dirigir yo misma, con un poco de suerte este verano.

¿Y qué tipo de películas quiere hacer como directora?

–Independientes, pequeñas, personales. Sin un género en particular. Lo que quiero hacer no son películas de terror, no son películas “lyncheanas” ni románticas, sino un montón de cosas, saltando entre géneros.

¿Es cierto que estuvo buscando locaciones acá en Buenos Aires?

–Sí, pero para un proyecto de cortometraje que voy a hacer esta semana. Se dio así porque yo me estaba por venir para acá.

¿Es cierto que al principio Lynch se resistió a filmar Una historia sencilla?

–No es que se resistiera al principio, simplemente no lo consideró ni por un segundo. No era para él. Era algo que yo, como productora, había estado desarrollando durante tres o cuatro años, y quería escribirla yo misma. Yla escribí con un amigo, y cada tanto le contaba a David sobre este proyecto y él me decía “está muy bien, andá y hacela; yo no estoy ni un poco interesado en ese tipo de historia”; lo cual parece totalmente razonable, porque no es el tipo de historias de David Lynch. Y luego leyó el guión y le encantó, y decidió hacerla.

Pero uno sí diría que se trata de una película de David Lynch.

–Uno puede decirlo por la manera en que la filmó. Yo la hubiera filmado de una manera distinta, y no se vería como una película de David Lynch.

Siempre se dice que las películas de David Lynch tienen una “lógica propia”. ¿Cómo hace un montajista para ir encontrándole un sentido a una película de Lynch a medida que la va editando? ¿Cómo se hace para encontrarle sentido, por ejemplo, a un universo tan extraño como el de El camino de los sueños (Mulholland Drive, 2001), mientras va editando sus partes?

–Yo edité El camino de los sueños dos veces, primero como un piloto de televisión para la ABC en la primavera de 1999, y más tarde, una segunda vez, como largometraje, en 2000. David filma sus películas ateniéndose a un guión, así que cuando me llegan los dailies, las tomas del día, tengo el guión, y lo que él filmó es el guión, y yo simplemente lo monto todo, en base a lo que ha filmado. Sigo las escenas, pero aunque en cierto modo parezca extraño, ni siquiera pienso qué significan; simplemente voy siguiendo el guión y la manera en la que filmó cada escena. Hemos trabajado juntos por mucho tiempo así que hay cierto entendimiento entre nosotros, y yo entiendo cuándo se necesita cierta atmósfera, o cierta sensación, o lo que sea. En general yo hago un primer armado, y él viene y lo ve y me pasa un montón de notas, y cuando se va yo hago los cambios, ya que entiendo perfectamente sus notas; sé a qué se refiere con cada anotación. No es vago; es muy claro. Podría ser cualquier cosa, desde “recuerdo esta toma en la que la actriz hizo tal cosa; quiero esa toma también” hasta “quiero que esta parte de la película sea un poco más triste”. Es decir, puede ser más específico o más general, pero entiendo todo el tiempo a qué se refiere y entiendo, cuando dice algo así, qué es lo que tengo que conseguirle.

¿Nunca discuten?

–Le hago saber lo que pienso, y si no me gusta cierta dirección en la que está trabajando y a él sí, no se lo escondo para nada. Pero al fin y al cabo, es su decisión, y no hay problema: nunca llegamos a un punto en el que yo esté convencida de que él está equivocado y de yo tengo razón y yo esté enojada por eso. Es su película, él es el director.

¿Y nunca le ocurre que no le encuentra sentido mientras edita?

–Tengo cierto don para no necesitar saber, y eso es algo que se aplica a todo mi trabajo como editora o productora; no siempre necesito tener las respuestas. Y aunque no siempre sepa específicamente qué es lo que está pasando, sí sé cuál es la atmósfera de la película. Si trabajo en una escena, por ejemplo la del Club Silencio en El camino de los sueños, aunque no esté segura cien por ciento de qué es lo que pasa con el tipo sobre el escenario, ni con la caja azul ni con la mujer, de todas maneras sé cómo hacer un buen corte para que las cosas concuerden entre sí, y la acción se pueda seguir. Se puede cortar dentro de una escena o de una secuencia aun si uno no sabe exactamente qué es lo que pasa en esa escena.

Usted acaba de decir que eso es posible gracias a los “guiones de hierro” de David Lynch, pero la información que circula sobre su nueva película, Inland Empire, es que la hizo sin guión.

–Inland Empire es una excepción, pero no la edito yo sino él. Y tiene que hacerlo porque no hay guión; creo que si no la editara él mismo no sabría cuál es la historia. Es un rodaje muy estilo “guerrilla”, sería muy difícil hacerlo para cualquiera excepto David Lynch, porque está todo en su cabeza. Yo la produzco, pero eso es todo. El hace todo: el sonido, lafotografía, y la filmó en video digital. Al principio sólo filmaba pequeñas escenas, sin saber siquiera para qué, y luego filmó más y más y de pronto dijo: “oh, ésta es la película”. Y para entonces ya había filmado durante dos años y nadie sabía qué había filmado, excepto él: estaba todo en su cabeza.

En una entrevista que le hicieron hace unos años para la revista norteamericana Movie Maker, usted recomendó una lista de películas que un aspirante a montajista debería estudiar. Su “top five” incluía un título que uno esperaría de cualquier editor, como es El acorazado Potemkin, pero también otra tal vez menos probable, como Los sospechosos de siempre. ¿Cómo actualizaría hoy esa lista?

–Es difícil, porque ahora hay muchos estilos de edición diferentes debido a los cambios producidos por el montaje digital. Y entonces creo que hay muchos muy buenos editores cuyos estilos no me gustan particularmente, y que creo que no son del todo funcionales a la historia, pero eso es porque yo tengo un punto de vista muy subjetivo acerca de cómo se hacen las películas, y el cine en general, y aunque no estoy totalmente atada a la narrativa tradicional y estoy muy interesada en hacer cosas no tradicionales, todavía prefiero que se pueda “leer” un plano antes de cortar al siguiente, y todavía tengo un problema con las películas que son muy vertiginosas y compuestas a “flashazos”, y en las que la cámara vuela demasiado. Aunque quienes hacen estas cosas son muy buenos en sus oficios, me parece que estas películas no están muy bien editadas. Thelma Schoonmaker, la montajista de Martin Scorsese desde hace veinticinco años, es una gran editora y todo lo que ella haga está bien hecho. Y me parece que Identidad desconocida (The Bourne Identity, la primera parte de la saga del agente Jason Bourne, protagonizada por Matt Damon en 2002) es una película muy bien editada, y bien escrita y bien dirigida. Lo que creo es que toda la tendencia actual de fragmentar la narratición es algo muy difícil de hacer y no puede hacerse así nomás. Hay que hacerla de manera tal que se genere cierta conexión emocional con el público, y eso es muy difícil. Creo que el noventa por ciento de las películas que tienen narrativa fragmentaria no llegan a verlo de esta manera y fallan en la narración. Es algo que está de moda ahora. Es algo que tenía que pasar, y que va a cambiar. Por lo demás, no voy a ver muchas películas. Me gustan las buenas películas de acción, que son pocas y aparecen una vez cada mucho tiempo. Pero soy miembro de la Academia de Hollywood y al final de cada año me llegan DVDs. Por eso es que llegué a ver Identidad desconocida. Y cuando sí salgo, es porque tengo un hijo y termino yendo a ver El Señor de los Anillos, La Maldición del Perla Negra, cosas así.

¿Cuál es su perspectiva sobre el Hollywood actual?

–Creo que la fórmula de Hollywood está muy gastada, creo que se gasta mucho dinero en películas muy malas y en franquicias, y no es muy interesante. Yo no trabajo en el sistema de estudios para nada. Hago mis propias películas. No porque me haya cansado de los estudios, sino que nunca lo hice. Produzco mis propias películas, las de David, las de Michael Almereyda, siempre trabajé al margen del sistema de estudios.

Pero El camino de los sueños fue filmada para la ABC, que era parte de Disney.

–Pero era un programa de televisión y lo hice porque era de David. Yo me encargo de cuidarlo a David.

¿No firmaría un contrato con Disney?

–Nunca; me matarían a los cinco minutos si tratara de trabajar allí. Sería una muy mala idea.

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Imagen: Nora Lezano
 
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