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Domingo, 11 de junio de 2006

> LAS 7 DIFERENCIAS ENTRE LA AVENTURA DEL POSEIDóN (1972) Y POSEIDóN (2006).

Dados vuelta

 Por M. K.

No hay nada extraño en que la Warner haya producido una remake de La aventura del Poseidón treinta y cuatro años después del estreno de su original; lo llamativo es, en todo caso, que no lo haya hecho antes. Hace una década, por ejemplo, cuando pareció haber un renacimiento del cine catástrofe, con películas como Twister y Día de la independencia, y otras de volcanes en erupción y apocalipsis climatológicos. Y con, por encima y por debajo de todas ellas, el desmesurado Titanic de James Cameron. Que, diseñada como la película de desastre para acabar con todas las películas de desastres, dejó atrás y pequeñas a todas las que quisieran venir después. En la revista The Onion, el crítico Scott Tobias escribe que la nueva Poseidón de Wolfgang Petersen viene a ser algo así como “Titanic, sin las metáforas, la conciencia de clase, la historia de amor, ni nada que se parezca a un tema. Parece un episodio de El crucero del amor en el que todo sale mal”. Exagera, aunque puede que sea incluso más delirante que su antecesora. Mucha agua (generada por efectos digitales) ha pasado sobre Hollywood en estos treinta años, y a pesar de que la remake se basa, como la primera versión, en una novela de Paul Giallico, viene con cambios:

1

Petersen le dedica apenas 20 minutos a una rápida presentación de personajes: la iniciativa que antes mostraba el cura interpretado por Gene Hackman ahora se divide entre el personaje de Josh Lucas (un jugador de poker mujeriego que pasó algún tiempo en la Marina) y el de Kurt Russell, de quien nos enteramos que fue bombero y, brevemente, alcalde de Nueva York: he ahí las inevitables resonancias del 11 de septiembre que toda película catástrofe post-2001 debe tener.

2

El nuevo correcto crucero les reserva un lugar importante a las “minorías”: el capitán de la nave (que antes era Leslie Nielsen, el inefable protagonista de La pistola desnuda) ahora es negro; y el adinerado arquitecto que interpreta Richard Dreyfuss es gay (su personaje ya existía, pero era menos explícito: éste pena un amor recién perdido y usa arito). Al grupo de aventureros se suma una polizonte latina (la argentina Mia Maestro), tal vez para contrarrestar tanta corrección política.

3

Toda la bravuconería del personaje de Ernest Borgnine (que compartía el protagónico casi cabeza a cabeza con Hackman) es transferida a un tal Lucky Larry (Kevin Dillon), un cretinoide diseñado para un descarte rápido, espectacular y sin dolor para la platea.

4

En 1972, Carol Lynley, una de las estrellas de la película, cantaba Morning After para animar la fiesta de fin de año a bordo. En su lugar aparece Fergie, la rubia de los Black Eyed Peas cantando cualquier otra cosa, en un momento musical tan anacrónico que parece salido de una película de los ‘70.

5

Los claros apuntes religiosos de la película original se diluyen en la nueva versión. Así como desaparece el cura de Hackman, tampoco hay árbol de Navidad gigante (que les servía de escalera salvadora a los protagonistas), ni está el matrimonio judío que interpretaban Jack Albertson y Shelley Winters, que hablaba de Israel e intercambiaba algunas palabras en hebreo. La fe católica queda reservada a unos breves comentarios de la chica latina; y cuando su cadenita con cruz los salva a todos de un aprieto a falta de un destornillador, Richard Dreyfuss dice, de modo casi inaudible: “qué ironía”.

6

Dos emocionantes, indelebles escenas del original, ya no están: los sacrificios de la gran Winters (que engordó más de diez kilos para interpretar a esta ex nadadora olímpica por la que ganó un Oscar), y el de Hackman se funden en un solo personaje. Pero, atención, hay una escena “compensatoria” (otra muerte, un acto bastante menos altruista, seguido de remordimiento) que quizá sea el mayor hallazgo de esta versión.

7

Aquella duraba dos horas, esta casi media menos. El cine perdió su escala épica, pero también es cierto que ahora hay una velocidad, un ir a los bifes, sin tiempo para reflexiones ni conversaciones ni lamentos, que es en cierta manera funcional al actuar-rápido-o-morir que se propone como motor de la aventura. Tiene lo suyo.

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