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Domingo, 10 de septiembre de 2006

MúSICA > EL DISCO DEBUT DE ANA PRADA

Ana no duerme

A los 32 años, después de haber cantado con los hermanos Drexler y Rubén Rada, la uruguaya Ana Prada tuvo una suerte de crisis y se decidió a grabar un disco solista, con sus propias canciones, no ya como intérprete dueña de una voz cálida ideal para versiones. Así se reunió con el productor Carlos Casacuberta, que le pedía una canción por día. Y en tres meses grabó Soy sola, una pequeña joya íntima y rioplatense.

 Por Santiago Rial Ungaro

“Tocate una tuya, dale”. Hace menos de un año, en una informal guitarreada familiar, la familia Prada y sus amigos arengaban a Ana para que no durmiera más y mostrara alguna canción suya. Era lógico: después de haber cantado con el negro Rada, con los hermanos Drexler, con Fernando Cabrera y con el cuarteto vocal La Otra ya era hora de que encontrara su propia voz, su propia canción. Ana dormía, sí; con su cálida voz y una sensibilidad que sólo poseen los que nacieron para cantar, apenas tenía un par de cancioncitas propias. Con eso bastaba para despertar, pero ella aún no lo sabía: necesitaba que le insistieran un poquito.

Hoy, Soy sola acaba de ser editado por Los Años Luz Discos y la verdad es que el disco suena maduro y cálido, con sus aires de zambas, chacareras, milongas y valsecitos criollos y algún que otro toque electrónico. Producido de manera impecable por Carlos Casacuberta, llama la atención por su capacidad evocativa y por su estado de ensoñación poética. “El disco es un viaje imaginario”, dice esta chica de Paysandú (Uruguay) que tuvo que esperar la crisis de los 30 para aceptar que ya era hora de estar sola, de ser solista. Al escuchar los 45 minutos del disco se entiende que en el título hay algo ambiguo: Ana no está sola. Producido por Carlos Casacuberta, cuenta con la participación de Gabriel Casacuberta (contrabajista de Bajo Fondo Tango Club), los teclados de Luciano Supervielle, la participación de Nicolás y Martín Ibarburu y los coros de Jorge Drexler (primo hermano de Ana). Se la escucha bien acompañada a Ana Prada y el poema de Gabriela Mistral con el que cierra el disco lo confirma desde sus versos y su serena alegría: “Es el mundo desamparo/ toda carne triste va/ pero yo la que te oprime/ Yo no tengo soledad”.

“El título no se refiere a la soledad de no estar con nadie, sino que apunta a algo más existencial o filosófico, que hace que yo sea yo y que tú seas tú”, dice Ana. “Tiene que ver con tomar conciencia de que cada uno de nosotros es único, y que después te morís y chau, listo. Pero también tiene una lectura desde un lado práctico y puramente literal: esta es la primera vez que se dan las coordenadas para que me largue a pilotear un proyecto con mi nombre y mis canciones”.

Y si estas canciones tienen el frescor de una brisa matinal es porque el disco, con su aire campero, fue parido y gestado casi en su totalidad durante este año. “Es una historia linda: yo venía cantando con La Otra y estuve varios años con Rada para niños. Y de más chica había cantado con Daniel Drexler en La Caldera. Hace 15 años que estoy cantando, y estuve en proyectos con mucha producción detrás, así que ya había aprendido lo que era trabajar con una estructura muy profesional. Creo que a todas las mujeres nos agarra una crisis de los 30. Yo me hacía la resuperada, que no me importaba, pero cuando vi que tenía 32 años y nunca había hecho nada por mi misma me hice un replanteo y me di cuenta de que había algo que no había hecho y que lo tenía que hacer.” Así fue como surgió entonces la idea de hacer un disco en el que Ana Prada iba a hacer de intérprete, por lo cual empezó a seleccionar material para un disco del que solo quedó “Dulzura distante”, una canción de Fernando Cabrera. Hasta que una buena noche se encontró en aquella reunión familiar con la que empieza esta nota. Al final, la presión (amistosa y familiar, pero presión al fin), y un par de copas de más que se había tomado la llevaron a animarse y cantar “Soy sola” y “Tierra adentro”. “Los canté mal y me equivocaba todo el tiempo, pero al otro día Carlos Casacuberta (uno de los que estaban presentes en esa informal guitarreada familiar), me vino a buscar para plantearme, seriamente, la idea de juntarnos para ver mi propio material. No me habló de hacer un disco, sino de juntarnos para ver en qué andaba. Y cuando le mostré la selección de temas que yo había hecho para hacer un disco como intérprete me dijo que le parecía precioso, pero que quería que nos juntáramos todos los viernes y que le fuera mostrando un tema mío por semana.” Coproductor junto a Juan Campodónico de los discos de Jorge Drexler, Carlos Casacuberta era el productor que Ana Prada estaba esperando. Bastaron apenas 3 meses para que se despertara del todo y compusiera una decena de canciones. “Yo sabía que además de lo que hizo con Drexler, Casacuberta había sido un ex integrante de El Peyote Asesino, y me parecía un pensador, un genio. Y que este hombre me dijera que quería hacer saber qué es lo que estaba haciendo fue la excusa para hacerlo. Y aunque no me pueda quejar fue duro, porque muchas de las canciones de este disco yo las terminé de componer llorando. Y ahora me pregunto qué es lo que quiero. Yo no sé lo que quiero, pero sé que haciendo este disco descubrí lo que es el éxito, por lo menos para mí: haberme superado a mí misma y haber podido hacer algo que nunca pensé que iba a poder hacer. Sé que quiero volver a estar en ese estado de componer que fue lo que más me gustó de toda esta historia. Ahora estoy infumable: si pasa un tiempo sin componer me pongo mal. Pero estoy muy contenta, porque a la vez sé que estoy en pañales con esto. Yo veía a estos monstruos tocando estos temas y no lo podía creer. Mis cancioncitas nunca aspiraron a tanto.”

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Imagen: Gustavo Mujica
 
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