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Domingo, 8 de octubre de 2006

MúSICA > EL NIñO JOSELE HOMENAJEA A BILL EVANS

Jazzero gitano

En su disco Paz, producido por los sellos de Javier Limón y Fernando Trueba, el Niño Josele, uno de los más celebrados músicos flamencos, homenajea a Bill Evans en un cruce donde las reglas de género ceden para que reinen la fluidez y la naturalidad.

 Por Diego Fischerman

En el principio, nada tuvieron que ver el uno con el otro. Y si alguien sostuvo que en el estilo de Django Reinhardt había algo de gitano –lo que es muy dudoso–, claramente se trataba de otros gitanos. Lo cierto es que, aparentemente, el flamenco y el jazz no tenían ni un elemento en común. O eso parecía, hasta que Miles Davis grabó su Sketches of Spain y utilizó algunos giros españoles en el tema “Flamenco Sketches”, en el disco Kind of Blue. Y, después, Chick Corea inventó su Spanish Heart, Paco de Lucía creó una especie de grupo de jazz-rock, en donde estaban el flautista Jorge Pardo y el bajista Carlos Benavent y más tarde, por supuesto, llegaron los famosos tres tenores de la guitarra: De Lucía, Di Meola y McLaughlin. Y es que, más allá de las diferencias, ambas músicas valoraban mucho una misma cosa: el riesgo asociado con la velocidad en las ejecuciones.

Que un guitarrista flamenco mire al jazz y decida homenajear a uno de sus constructores más perfectos ya no es, en ese sentido, sorprendente. Pero que ese músico sea Bill Evans, uno de los menos pirotécnicos y de los más difíciles de emparentar con ese juego permanente alrededor de la sobreactuación que implica el flamenco, merece, por lo menos, un cierto grado de desconcierto. Paz, el disco en que el Niño Josele toca música de Bill Evans, alcanza no sólo para despejar las dudas sino, también, para adentrarse en un mundo donde las reglas de los géneros, afortunadamente, ceden en favor de un resultado en el que priman la fluidez y la naturalidad. “El flamenco es, desde ya, una música tradicional y ligada a las tradiciones”, dice el Niño, en una conversación telefónica con Radar. “Y yo me crié con esa tradición, escuchando al Niño Ricardo, a Sabica. Luego llegó la revolución de Paco de Lucía, que creó un lenguaje con el que llevó el flamenco al escenario, a la situación de concierto: recibió muchas críticas de los más tradicionalistas, pero lo que hizo fue muy bueno para el género. También es importante Enrique Morente, un innovador en el cante. En cuanto al jazz, tiene una larga historia de poder meterse con cualquier música. Mi aproximación, desde ya, viene de otro lado y tiene que ver con mi admiración por Bill Evans, por su melodismo y por esa manera que tenía de cantar con el piano.”

Producido por Casa Limón –la editora de Javier Limón– y por Calle 54 –el sello de Fernando Trueba–, el disco, que distribuye Sony-BMG, cuenta con invitados como el saxofonista Joe Lovano, el contrabajista Marc Johnson –un ex integrante del trío de Evans– y el trompetista Tom Harrell. “La dificultad principal, que hizo que al principio estuviera nerviosísimo, es la diferencia de estructuras entre el flamenco y el jazz. En ambas músicas se improvisa, pero en el flamenco esa improvisación consiste en la elección de las falsetas, que son como piezas prefabricadas, como trocitos que vamos cortando, mientras que en el jazz se va tocando a partir de una secuencia de acordes. La segunda dificultad fue expresiva. La música de Evans no es difícil técnicamente, pero es terriblemente exigente en relación con la expresión; y tampoco fue sencillo pasar del piano a la guitarra. Por otra parte, aquí fue la primera vez que un guitarrista flamenco tuvo que seguir a otros músicos. Eso sucede en el jazz, pero no en nuestra música, donde hay apenas cuatro acordes y un puente.”

El Niño Josele es uno de los músicos más destacados del flamenco. Su sonido, en la guitarra, es de una gran transparencia. Y, por supuesto, cree que el futuro de esa música originariamente mestiza pasa por la posibilidad que tenga de volver a mestizarse. “El problema de la música es que siempre hay que contar algo nuevo. La gente no va a escuchar lo que ya escuchó antes; no se compra un disco exactamente igual al que ya tiene. Por otra parte, nada es como antes. Hace no tantos años, un guitarrista flamenco sólo escuchaba flamenco. Había muy pocas posibilidades de que se cruzara con otras músicas y con otros músicos. En cambio ahora el panorama es mucho más abierto. Hay mucha información; está Internet, está a disposición toda la música de todo el mundo y de todas las épocas. En un disco anterior, por ejemplo, homenajeé a Schönberg. ¿Por qué no? Lo único que hay que tener en cuenta es que, cuanta más información hay, más importante es conocer las raíces. Sólo sabiendo muy bien de dónde se viene, uno puede meterse de lleno en cualquier terreno. Y el lugar donde más se aprende es, por supuesto, el escenario. Allí hay que prestar atención para que las cosas no se le escapen a uno como ciruelas de las manos. Y si Paz es o no un disco de jazz no lo sé, ni me interesa demasiado. Tampoco sé si es un disco de flamenco. Lo que sé es que allí toca Tom Harrell y que él tiene mucha alma, mucho corazón, y sabe cómo tocar para clavar las cosas en el sitio para que duelan.”

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