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Domingo, 22 de octubre de 2006

FOTOGRAFíA > MéDICOS SIN FRONTERAS EN AFRICA SUBSAHARIANA

Ante el dolor de los demás

La pandemia del sida en Africa sigue creciendo a pasos agigantados y la solución, al alcance de la mano, se aleja cada vez más por una trama de intereses que involucra a laboratorios, gobiernos y organismos internacionales. A pesar de eso, la ONG Médicos Sin Fronteras sostiene desde los años ’90 programas de tratamiento en una docena de países africanos, y las fotos que pueden verse en la Fotogalería del TGSM permiten asomarse a una de las masacres más alevosas y silenciadas de los últimos siglos.

 Por Mariana Enriquez

En el mundo hay 40 millones de personas con el VIH/sida. 28 millones de esas personas viven en el Africa subsahariana. Menos de 100 mil tienen acceso al tratamiento retroviral, apenas un 2 por ciento de cobertura para la totalidad de los que necesitan tratamiento. En promedio, un país africano gasta U$ 10 por persona en salud al año. La pandemia sigue avanzando, y aunque a la catástrofe sanitaria del continente se le dedican documentales y segmentos de noticieros, la respuesta internacional parece ser la indiferencia. El motivo es tan sencillo como cruel: los medicamentos son caros, los laboratorios no ceden a bajar precios, y pocos países obtienen licencia para producir genéricos. Los rostros de esas cifras son los que retrata el fotógrafo mallorquín Pep Bonet en POSITIHIV+, la muestra de la organización Médicos Sin Fronteras que se puede ver en la Fotogalería del Teatro San Martín. Bonet acompañó a la organización en Zambia, República Democrática del Congo, Kenia, Etiopía, Angola y Sudáfrica, y encontró soldados que deben proteger las puertas de la iglesia donde Médicos Sin Fronteras da una charla sobre prevención del VIH; estuvo en las casas de los beneficiados por el programa de asistencia a domicilio de la organización; visitó orfanatos, hospitales y centros de tratamiento de víctimas de violación y abusos (en ciertos lugares de Africa se cree que el virus desaparece si el infectado tiene sexo con una virgen; las víctimas suelen ser niñas muy pequeñas); tomó fotos en las largas colas de salas de espera, en las morgues, en las ciudades donde los sobrevivientes, ya medicados, vuelven al trabajo y a su vida normal.

Etiopía, Humera, 2004. Hospital General de Kahsay Abera. Retrato de una familia. Los dos niños ayudan a su madre, que está en silla de ruedas, mientras se dirige al baño. Su padre murió de sida.

Ese es uno de los objetivos de Médicos Sin Fronteras, y por eso la muestra se llama POSITIHIV+. “Queremos difundir el trabajo de nuestra organización, y que eso sirva para el reclutamiento. Para eso, hace falta sensibilizar sobre algunas temáticas; con la muestra, la intención es dar a conocer el tema del sida en Africa en Argentina, y sensiblizar a la gente”, explica Laura Calonge, delegada de Médicos Sin Fronteras en Buenos Aires. Aquí la organización funciona desde 2001, y la sede depende de la que funciona en Barcelona. Ya ha logrado reclutar unos 60 médicos argentinos que trabajan en Africa. Algunos de ellos se encargan de las visitas guiadas por la muestra cada lunes a las 7 de la tarde: estuvieron allí, trabajando en el proyecto, y cuentan sus vivencias además de responder preguntas.

Etiopía, Humera, 2004. Una joven trabajadora del sexo esconde su rostro detrás de un espejo. Esta región tiene una población masiva de trabajadores granjeros emigrantes, casi todos hombres sin la compañía de sus familias, por esa razón hay tantas trabajadoras del sexo y un alto índice de infección por VIH y sida.

En los años ‘90, MSF puso en marcha programas de atención integral sanitaria para personas con VIH/sida en diferentes países. Pero a partir de 2000 se empezó a incluir el tratamiento con antirretrovirales (ARV). Hoy en día, más de 60.000 personas reciben tratamiento, de las cuales 4000 son niños. “Uno de los problemas más importantes”, insiste Laura, “es el de los medicamentos pediátricos. Los ARV son para adultos, y no hay fórmulas para los chicos. Hay que fraccionarlos, es medio un desastre, nunca la dosis exacta. Y en Africa, hay 14 millones de huérfanos infectados. Y los niños sin tratamiento mueren antes de los dos años de edad, porque en ellos la enfermedad avanza muy rápido”.

Zambia, isla Chisenga, 2003. El Dr. Ssonko Charles examina con una linterna la boca de un paciente durante un procedimiento voluntario de examen de VIH y asistencia psicológica.

El programa de Médicos Sin Fronteras que le da cobertura a 60 mil personas, incluye el tratamiento del VIH-SIDA desde todas las dimensiones posibles: la prevención, el acompañamiento, el seguimiento, el tratamiento psicológico. Se abastecen con genéricos –muchos importados de India, que obtuvo las patentes para producirlos– pero hay obstáculos: MSF viene alertando sobre la nueva crisis en los precios de los ARV de segunda línea (de segunda generación), necesarios para sortear las resistencias que ya están desarrollando los pacientes tratados con los ARV de primera línea. “A diferencia de lo que ocurrió con los medicamentos más antiguos, que redujeron su precio drásticamente tras la entrada en el mercado de los genéricos, no es probable que esta tendencia vaya a seguirse con la segunda línea debido al refuerzo del sistema de patentes y de propiedad intelectual al que estamos asistiendo.”

Angola, Malange, 2005. Una joven trabajadora del sexo. La prostitución es muy común y conlleva un alto riesgo de infección porque los clientes pagan más por sexo sin protección.

“Hay quien dice que el tratamiento es muy caro y que países como Malawi deberían trabajar sólo la prevención. ¿Quiere esto decir que el millón de personas infectadas en Malawi debemos morir? Para nosotros ya es demasiado tarde para hablar de prevención”, dice Fred Minando, un granjero de 42 años de Malawi, paciente de un proyecto de MSF bajo tratamiento antirretroviral. Lo más escalofriante es que a Fred no le falta razón: el tratamiento es lo central para la crisis de Africa. Muchos prejuicios también revelan que el problema es más profundo de lo que parece. “Cierta gente se resistía a iniciar un programa así en Africa; decían, por ejemplo: ‘La gente no va a tomar los medicamentos’. Y es mentira. Los pacientes caminan veinte kilómetros para buscar sus pastillas. Nuestro objetivo es demostrar que esto es así, que la gente se concientiza, y además que es posible hacer pruebas sencillas de laboratorio para el seguimiento de los pacientes, sin que queden imantados a un centro de salud, por ejemplo”. La cuestión, entonces, dice Laura, es dejar claro que se puede. “Es sólo una cuestión de voluntad. Hay que querer solucionar esta crisis. También es necesario dar a conocer que la gente en países en vías de desarrollo puede ser tratada y llevar una vida digna. Esta muestra de fotos también es sobre esa esperanza. Lo que hace falta el compromiso decidido de la comunidad internacional, las compañías farmacéuticas, los laboratorios y los gobiernos locales para que estos tratamientos sean accesibles”.

Más información sobre Médicos Sin Fronteras en www.msf.org.ar.
POSITIHIV+ se puede visitar en la Fotogalería del Teatro San Martín (Corrientes 1530) hasta el 5 de noviembre. Gratis.

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Etiopía, Humera, 2004. El estigma y la discriminación supone que muchos pacientes no buscan tratamiento hasta que su enfermedad ha alcanzado un estado avanzado. Los consejos de paciente a paciente persuadieron a esta mujer VIH positivo a tomar los medicamentos retrovirales, y ahora tiene la esperanza de poder sobrevivir para cuidar a sus hijos. En el 2004, Médicos Sin Fronteras lanzó el primer programa gratuito con medicamentos antirretrovirales para pacientes con VIH/sida en Etiopía en el Hospital Kahsay Abera de Humera.
 
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