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Domingo, 31 de diciembre de 2006

MUSICA > JOANNA NEWSOM, RARA, UNICA Y ¿QUE MAS?

Pastoral americana

En un año musical que tuvo grandes discos para todos los gustos, los laureles de la rareza se los llevó Joanna Newsom, una norteamericana de 24 años cuyo disco de pop barroco, temas míticos y espíritu pastoral cosecha halagos pero no deja de sembrar desconcierto: ¿amor para toda la vida o romance a primera vista? Escuche y elija.

 Por Rodrigo Fresán

Ustedes leen de cerca todo esto el último domingo del año y yo lo escribo de lejos; pero no importan los tiempos y las distancias: habitamos las mismas insolaciones de las encuestas, las mismas tormentas de nieve de Lo mejor del 2006 y, en los escarpados planos de lo musical, la cosa está más o menos clara y pareja en todas partes: Bob Dylan da la hora en la cima, más allá de modas, con su Modern Times. El gran retorno ha sido el de Cocker con su Jarvis. Los retro-novedosos ahí tienen el debut de The Raconteurs y The Arctic Monkeys y Clap Your Hands Say Yeah. Para los completistas del fetiche vaya la cajita de Tom Waits o la cajota retrospectiva Forever Changing: The Golden Age of Electra Records. Los indies a disfrutar de The Flaming Lips y la doble entrega de Sufjan Stevens y Beck y Belle and Sebastian. Los connoiseurs de songwriters han tenido a Micah P. Hinson y a Lloyd Cole y a la dupla de Costello & Toussaint. Para los degustadores de nobles licores añejos sirvan lo de Neil Young, The Who, David Gilmour, Cat Stevens, Lindsay Buckingham, Ray Davies, Donald Fagen, Jerry Lee Lewis, The Beatles y el póstumo de Johnny Cash. Y todo para indicar que casi todos, también, se hicieron sitio y horario para viajar a Ys, el indefinible –¿clásico? ¿moderno? ¿snob? ¿lo qué?– segundo álbum de Joanna Newsom.

Tocar el arpa

Mientras escribo esto, escucho por tercera vez en el mismo power-book donde lo escribo, Ys de Joanna Newsom. Y la verdad sea dicha: todavía no estoy seguro de si me parece una obra maestra o un engendro intragable y a ver si lo tengo claro, si lo descubro, dentro de exactamente 56 minutos, que es lo que dura Ys y es el tiempo exacto que yo pienso dedicarle a esta nota.

Ahora suenan los 12.08 minutos de “Emily” –en honor a su hermana astrofísica, quien la acompaña en los coros– y Joanna Newsom toca su arpa y la acompaña con esa vocecita en algún lugar entre Betty Boop y Minnie Mouse y Lisa Simpson que, de golpe, se quiebra como la de una hechicera peligrosa. Y, sí, Joanna Newsom suena un poco a la equina Patti Smith medieval-élfica en plan joven entenada de Weill & Brecht recomponiendo Camelot para su estreno en Mordor. Y, sí, son muchos los que quieren ver en su Ys una especie de Horses pastoral y tolkienístico: torrentes de palabras y versos free flow y cosas como “Que el meteorito es la fuente de la luz / Y el meteoro es lo único que vemos / Y el meteoroide es una piedra privada del fuego que la impulsó hasta ti / Y el meteorito es lo que produce la luz / Y el cómo es percibido el meteoroide / Y el meteoroide es un hueso arrojado desde el vacío, que yace inmóvil como si se ofreciera a ti”. Ahí tienen. Música para aquelarre campesino y americano supervisado por la firma Withman & Thoreau, Inc. Amarla u odiarla o quedarse en el medio sin saber dónde ir. Todo registrado por Steve Albini en Los Angeles, mezclado por Jim O’Rourke (quien seguramente verá y oirá en Joanna Newsom reflejos ectoplasmáticos de su adorada drugstore cowgirl mística Judee Sill), la voz de su novio Bill “Smog” Callahan en “Only Skin”, masterizado en Abbey Road y –acaso lo más importante de todo– arropado por las tumultuosas e impredecibles cuerdas desarregladas del gran Van Dyke Parks. Los 9.28 minutos de “Monkey & Bear”, los 9.55 de “Sawdust and Diamonds”, los 16.53 de “Only Skin” y los 7.17 de “Cosmia” no hacen otra cosa que intensificar el síntoma y aumentar la inquietud. ¿Loca o astuta? ¿Genia o farsante? ¿Ambiciosa o pretenciosa? ¿Free Folk o Freak Folk? ¿Fenómeno pasajero o hito que llegó para quedarse? Y acaso la pregunta más interesante de todas: ¿hace cuánto que no les pasaba algo parecido con un disco, uh?

la Isla De La Fantástica

Cuenta Joanna Newsom que Ys –pronúnciese Is– es el nombre de un fantástica isla/ciudad bretona donde transcurren sus canciones y cuyo mito cuenta de una ciudad inundada y la hija ninfómana de un rey y un caballero hedonista y una noche llega el Diablo y... Ys también es el nombre de uno de esos fantasy-games de rol on-line. Y otra vez la duda/disyuntiva: ¿materia noble y ancestral o efímera compulsión nerd? Mientras tanto, Joanna Newsom (nacida en Nevada, en 1982, hija de músicos) toca su arpa en vivo hasta que le sangran los dedos sobre el escenario y arranca los aplausos de las manos de un público cada vez más nutrido y poderoso a la hora de las recomendaciones. El escritor/entrepeneur Dave Eggers es fan confeso y encandilado, no se consiguen entradas para sus conciertos/acontecimientos en NY, Norah Jones ha dicho que “su música me hace viajar a otro mundo”. Y todos coinciden en que los EPs independientes de Joanna Newsom –Walnut Whales del 2002 y Yarn and Glue del 2003– y su debut del 2004, The Milk-Eyed Bender, eran buenos y atendibles pero que no se distinguían demasiado en el mundillo regido por gente como Will Oldham y Devendra Banhart y Vashti Bunyan. Pero con Ys la cosa es diferente, es otra cosa. Y ahora es la misma Joanna Newsom la que asegura que con Ys experimenta el terror de haber grabado un álbum “exactamente tal como yo quería que fuera, hasta el más ínfimo de sus detalles; lo que por momentos me hace pensar que mi obra está completa y me hace pensar en que puedo morirme en cualquier momento”. Joanna Newsom también encargó la portada de Ys –que a más de uno le recordará a ciertas decadencias druídicas del sinfonismo británico– a un pintor californiano que la muestra como una hechicera romántica renacentista/pre-rafaelista o algo así. Ahí, su figura desbordada de símbolos, pintada con técnica del siglo XVI y –precisa el comunicado de su discográfica– “realizada capa a capa, con témperas y esmaltes, al igual que Ys”. Lo que no implica que Joanna Newsom guste de ser definida por términos como “etérea” o “mágica” o, lo peor de todo, “criatura de los bosques”. Joanna Newsom –improbable pero cierta cruza entre Scarlett Johansson y Kate Bush– prefiere el mameluco a la túnica y opta por verse como chica dura con los dedos llenos de callos y la boca rebosante de palabras complejas de curtida estudiante de literatura recitando más que cantando canciones donde se nos explica que “hasta los moluscos tienen bodas”.

Y, en el firmamento, cinco estrellas por todas partes: la revista Mojo ha calificado a Ys como “el mejor disco alucinatorio/orquestal de toda la historia”, The Word como “es más que un brillante disco de policarbonato plástico. Es música. Es literatura. Es una asombrosa obra de arte”, y Uncut afirma que “todo lo que podemos hacer es oír una y otra vez esta nueva obra maestra del pop-barroco. Lo que comenzó como la obsesión de Joanna Newsom puede convertirse fácilmente en la obsesión del oyente”. Puede ser, quién sabe. Yo sigo sin estar del todo seguro. De nada. Ni siquiera de si alguna vez –la tercera no ha sido la vencida ni la triunfante, me temo– volveré a oír Ys. Y aquí viene, corriendo colina abajo, bajo un cielo de olas, el minuto 56 y apenas me queda tiempo para preguntarme por dónde y en qué andará esa rara chica esquimal, cómo era su nombre y, ya sé, ya me acordé y a ver si me quedan unos segundos para escribirlo aquí, es un nombre tan cortito, pero...

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