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Domingo, 7 de enero de 2007

MUESTRAS > UN SIGLO DE LIBROS INFANTILES

Deja ya de joder con la pelota

La Nube nació en los años ’70 como librería y se convirtió en el archivo, centro de documentación y biblioteca de literatura infantil más grande de Latinoamérica, con más de 60 mil volúmenes entre los que se pueden descubrir joyas como el único cuento para chicos escrito por Rodolfo Walsh, o una versión de El príncipe feliz de Oscar Wilde traducida por Borges a los 10 años. Ahora, para festejar su 30º aniversario, La Nube organiza Había una vez, una muestra de gigantografías con primeras ediciones de libros infantiles argentinos entre 1890 y 1980, que incluye una sección dedicada a textos para chicos prohibidos por las dictaduras militares.

 Por Cecilia Sosa

Decenas de Alicias listas para sumergirse en el sueño más espejado, Pinochos de todas las nacionalidades, tumultuosos mares verneanos y nostálgicos pero siempre lustrosos tigres de Mompracén. La más bucólica Cenicienta de sombrero, mirada lánguida y sugerente peinado carré y un precámbrico pero irresistible Mago de Oz (sólo para estudiosos) con fórmulas mágicas que envidiaría el propio Harry Potter.

Una de las 300 ediciones de Pinocho que atesora la biblioteca La Nube. La casa embrujada, de Jan Pienokowiski, espanto en simpática edición troquelada.

Todo esto y mucho más está guardado en La Nube, el archivo, centro de documentación y biblioteca de literatura infantil más grande de Latinoamérica, que atesora más de 60 mil volúmenes, además de discos, juguetes, fotos, revistas, videos, afiches, juegos y títeres, y un sinfín de material de investigación para desterrar todo aquello de los géneros menores.

La Nube nació en los ‘70 como un proyecto cultural liderado por un grupo de docentes con el director y especialista lorquiano Pablo Medina. Primero fue librería, luego centro de información y hace dos años, ya devenida en asociación civil, ganó sede propia: cerca de 3 mil metros cuadrados de una vieja fábrica abandonada de Colegiales que se convirtieron en territorio de ensueño, donde mandan las hadas y las luces están siempre encendidas.

El osito y Donde viven los monstruos, con dibujos del norteamericano Maurice Sendak, el mejor ilustrador infantil. Dailan Kifki, el clásico de María Elena Walsh en todos los idiomas.

Incluso en pleno verano, el salón plagado de sillas en miniatura, mullidos almohadones, juguetes que no temen ser tocados, baúles de abuela listos para sorprender a Pandora, espera a sus pequeños lectores (y padres cómplices) para navegar en una hemeroteca completísima, atosigar su mayúscula colección de juegos y animarse a participar de toda una estación de jornadas de talleres y espectáculos que apuestan a no calcinar toda la materia gris enchufados a la play station. Además hay una pequeña tienda llena de cosas lindas para llevarse a casa.

De los 25 mil libros de La Nube, no todos están disponibles a la consulta. Algunos se reservan para actividades especiales y se atesoran como reliquias en estantes secretos que Medina descubre como alquimista del olvido: 300 ediciones de Pinocho, 150 de Corazón, una extrañísima edición de una Blancanieves mexicana de 1963, todo Perrault, Andersen y los Hermanos Grimm, los más curiosos viajes del poeta y titiritero Javier Villafañe por el Canal de la Mancha, un encantador Dailán Kifkie, el elefante de María Elena Walsh, en alemán y otro en francés; y una colección de más de 250 libros de educación sexual de todos los tiempos que pide a gritos un investigador ágil de miras.

El libro de los dragones: conjuros y amuletos mágicos.

El fundador y director Medina, investigador incansable y autor de un futuro libro sobre ¡calesitas!, guía el paseo hasta las estanterías más empolvadas donde descubre El libro de los dragones que, entre otros conjuros, ofrece la posibilidad de tocar una membrana de dragón de 1869, y huevo rebatible con sonriente dragoncito; una edición de Darwin para niños con mapas, cuadros y gastos de viaje; una colección de fábulas y leyendas de Leonardo Da Vinci para chicos; y una alucinante versión troquelada de una casa embrujada de Jan Pienokowiski que viene con inodoros, gatos, fantasmas dormilones y final sin concesiones.

En la sección “hallazgos” también se luce el Robinson Crusoe traducido por Julio Cortázar; los adorables monstruos de dientes y sonrisas afiladas del norteamericano Maurice Sendak, “el mejor ilustrador de libros infantiles”, un majestuoso ejemplar de marionetas japonesas y hasta una delicada edición bilingüe de los juguetes de hojalata Matarazzo, un boom argentino entre 1910 y 1960. También se puede descubrir “La muerte de los pájaros”, el único cuento para chicos escrito por Rodolfo Walsh, y hasta una versión de 1910 de El príncipe feliz de Oscar Wilde traducida por Jorge Luis Borges a los 10 años. Todas piezas únicas que Medina adquiere auscultando catálogos amarillentos, recuperando ediciones perdidas y recorriendo parques sin regatear precios.

La línea, de Ayax Barnes, prohibido por la dictadura argentina, y recién reeditado pero con línea azul. Y otra censura célebre: Un elefante ocupa mucho espacio, de Elsa Bornemann, una huelga en el zoológico.

Para festejar sus 30 años, La Nube empezó por el principio: Había una vez, una muestra única de gigantografías con primeras ediciones de libros infantiles argentinos publicados entre 1890 y 1980. La exhibición, que se puede visitar hasta el 15 de marzo en la Biblioteca Nacional, ofrece la oportunidad única de adentrarse en la moral edificante de los primeros libros de lectura autóctonos, la colección de Sudamericana dirigida por Oliverio Girondo, ilustrada por Berni, Butler y Ballester Peña, entre otros; la misteriosa colección de ciencia liderada por Héctor Oesterheld (por esa época Héctor Sánchez Puyol); y las más curiosas obras de folklore (incluyendo mitos, leyendas y literatura oral), donde se infiltraba Leopoldo Marechal. También hay una sección dedicada a libros prohibidos, que permite redescubrir y sorprenderse ante las famosas tapas de Un elefante ocupa mucho espacio, de Elsa Bornemann, el más célebre de los libros prohibidos por la dictadura que incluía una huelga organizada por un simpático paquidermo; y La torre de cubos, de Laura Devetach, que incluye “La planta de Bartolo”, la historia cooperativista y solidaria de un niño que tiene una planta que produce cuadernos para el barrio; y La línea, el hermoso clásico del ilustrador Ayax Barnes por el que ganó el Premio de las Américas en 1975, quien tuvo que exiliarse y que acaba de ser reeditado en una edición divina pero con la línea protagonista curiosamente virada del rojo al azul.

Ahora, la asociación está en campaña: quiere convertir la vieja fábrica inglesa en un gran centro cultural para chicos locales y busca socios que quieran subirse a una nube, tan grande como los sueños de la infancia.

La Nube queda en Jorge Newbery 3537. T.4552-4080.www.asociacion-lanube.com.ar. La muestra Había una vez. Libros para niños en la historia argentina, se puede visitar hasta el 15 de marzo en la sala Leopoldo Lugones de la Biblioteca Nacional, Agüero 2502. Gratis

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