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Domingo, 14 de enero de 2007

NOTA DE TAPA

Los enemigos de Peter

A fines de los ’90, el mordaz periodista norteamericano Peter Biskind publicó Easy Riders, Raging Bulls, una jugosísima biografía que explicaba cómo la generación de Coppola, Scorsese, George Lucas y Spielberg salvó Hollywood a fuerza de drogas, sexo y rock’n’roll. Los chismes no eran pocos y fueron muchos los que le retiraron el saludo. Ahora, con Sexo, drogas y Hollywood, le llega el turno a la segunda revolución del cine independiente: la de los ’90. Y el blanco principal es el factótum de Sundance, el mítico festival que la impulsó: Robert Redford. De ahí para abajo, no queda nadie bien parado. Ni siquiera Tarantino.

 Por Rodrigo Fresán

Basado en una historia (más o menos) real

Un dato curioso: la entrada que la Wikipedia dedica a Peter Biskind es muy breve: un puñado de líneas donde no se consigna ni fecha de nacimiento, apenas se dice que se trata de un “periodista famoso por sus divertidos y provocativos retratos de la vida en Hollywood”, se lo señala como autor de The Godfather Book (tratado definitivo sobre la trilogía de Ford Coppola), la recopilación de sus profiles publicados en Premiere, American Film, Rolling Stone yVanity Fair, entre otras, bajo el título de Gods and Monsters (no se menciona el que tal vez sea su libro más interesante: Seeing Is Believing: How Hollywood Taught Us to Stop Worrying and Love the Fifties) y –aquí entramos en terreno minado– los muy comentados y condenados volúmenes Easy Riders and Raging Bulls: How the Sex “N” Drugs “N” Rock and Roll Generation Saved Hollywood (1998) y su “secuela” Down and Dirty Pictures: Miramax, Sundance, and the Rise of Independent Film (2004) traducidos respectivamente por Anagrama como Moteros tranquilos, toros salvajes y Sexo, mentiras y Hollywood.

Y vaya a saber uno por qué Biskind pesa tan poco en Wikipedia. Porque en el resto de la red –por culpa o gracias a estos dos libros– abundan los artículos, páginas y hasta cartas abiertas lapidándolo por chismoso, poco profesional a la hora de la investigación y rumorólogo perdido. Y –de acuerdo– el primero de los dos voluminosos exposés no contaba nada demasiado nuevo: el auge y caída de toda una generación de talentosos y jóvenes directores de cine que entre finales de los ’60 y buena parte de los ’70 subieron muy arriba y cayeron desde muy alto por culpa del peso de sus egos descontrolados, un par de toneladas de cocaína y, específicamente, el éxito de Tiburón y Star Wars que acabaron con el “cine de autor” para imponer el “cine de productor” (ver The Player o leer el casi caligulesco High Concept: Don Simpson and the Hollywood Culture of Excess de Charles Fleming, 1998). Es decir, Biskind no contaba nada nuevo pero lo contaba de modo novedoso: narrativo y documental (de hecho el libro devino en película en la que, por supuesto, no hablan todos los involucrados) y lo más divertido/grave de todo: enfrentaba testimonios y abría la caja de los truenos con numerosos X dijo sobre la película de Y mientras se acostaba con la novia de Z. Y está claro que muchos se ofendieron porque el celuloide sucio se lava en los estudios y no para gozo de los espectadores. Y también está claro que el libro vendió mucho y muchos le retiraron el saludo a Biskind.

Lo de Sexo, mentiras y Hollywood –aunque menos épico y más corporativo– es, quizá, todavía más grave. Es como si la investigación anterior se ocupara del Antiguo Testamento y ésta del Nuevo. Porque aquí Biskind cuenta cosas no tan conocidas y más actuales. Ahora, Biskind disecciona la mitología de lo supuestamente indie, se mete con los portentosos judeo-césares Weinstein “Miramax” Brothers, revela las ambiciones sin límite de Quentin Tarantino y, pecado imperdonable, desmonta la fachada de un mesías intocable: el, según Biskind, inseguro y pasivo-agresivo Robert Redford y las tramoyas de su evangélico festival/instituto Sundance, así como la manera en que manipuló (Steven Soderbergh es uno de los que tiene más para contar) a varios de sus supuestos “descubrimientos”. Aquí –más que nunca– Biskind ha sido acusado de escribir demasiado rápido (preocuparse más por lo errores ajenos que por las erratas propias), ser opinionated: pasar opiniones suyas como verdades de todos y de hacer quedar bien a los que le atienden el teléfono y de ensuciar a los que le dan vuelta la cara. Puede ser, quién sabe. Pero hay algo un poco absurdo en pedirle verdades absolutas a un libro sobre Hollywood: ese planeta donde todos cambian de opinión con cada martini, donde son muchos los que se pasan de las rayas, donde hay más versiones sobre un hecho que director’s cuts, donde abundan las deleted scenes y donde cada una de esas películas supuestamente based on a true story tienen, detrás de la cámara y de los escritorios, una historia mucho más interesante que la que están contando. Digámoslo así: es un trabajo sucio pero alguien tenía que hacerlo.

Mientras tanto, cuando alguien le preguntó cómo sería una hipotética película sobre su vida, Biskind respondió: “Igual a Sleep de Andy Warhol”. Aburrida. Escribir sobre Hollywood es tan humillante. Hay mucha gente talentosa que no puede escribir lo que quiere o acerca de lo que sabe porque no puede, nunca los dejarían en sus respectivos medios. El periodismo del espectáculo se ha convertido en otra forma de publicidad. Por eso escribí estos libros: en los libros, todavía, te puedes salir con la tuya...

Luz, cámara, acción. Y reacción.

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