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Domingo, 14 de enero de 2007

CINE > “PICNIC EN HANGING ROCK”, DE PETER WEIR, EN PANTALLA GRANDE

La sociedad de las vírgenes suicidas

Años antes de emigrar a Hollywood y entregar una serie de películas más que dignas sin perder su identidad (La sociedad de los poetas muertos, Truman Show), Peter Weir filmó un puñado de películas memorables en su Australia natal. Pero no por memorables fueron muy promocionadas. Por eso, la proyección de Picnic en Hanging Rock (suerte de antecesora femenina y ominosa de La sociedad de los poetas muertos) es una oportunidad para no dejar pasar.

 Por Mariana Enriquez

Un grupo de adolescentes virginales, purísimas en sus largos vestidos blancos, parten de excursión a Hanging Rock, una enorme piedra de lava volcánica a 75 km de Melbourne, en el sur de Australia. Es el día de San Valentín de 1900, hace mucho calor, y las jovencitas están felices de dejar el opresivo colegio Appleyard donde están internas, bajo la atentísima mirada de la estricta directora. Sin embargo, la tarde veraniega junto a la inquietante maravilla geológica pronto se convierte en pesadillesca: luego de que se detengan los relojes justo a las 12 del mediodía, cuatro chicas trepan a la roca; una de ellas, rezagada, se asusta mientras ve desaparecer a las otras tres detrás de un recoveco, y cuando escapa a todo correr, se cruza con una de las profesoras acompañantes, que nunca volverá a ser vista.

¿Qué les pasó a las chicas? Nadie lo sabe, y la película no lo responde. Y a pesar del clima onírico y de resolución inminente que nunca cuaja, cuando se estrenó originalmente en 1975 se transformó en un enorme éxito en su país, y pronto en un respetable suceso en Estados Unidos. Se trata de la segunda producción de Peter Weir y una de las pocas que rara vez se ven en Argentina; en su momento, formó parte de los ciclos de la Hebraica y la Lugones, y se vio por televisión, pero hace tiempo que desapareció de todos los radares. Por eso la proyección en el Malba es una oportunidad para acercarse a una película que es, desde muchos puntos de vista, un misterio.

De todos los temas que ocupan a Peter Weir, quizás el de las comunidades aisladas sea el más recurrente. Los aborígenes australianos en La última ola, una comunidad amish de Pennsylvania en Testigo en peligro, el pueblo falso transmitido por televisión en The Truman Show –y, claro, el aislamiento de su protagonista–, la familia que huye de la civilización y se va a vivir a una selva de América Central en La costa Mosquito, la tripulación de un buque durante las guerras napoleónicas en Capitán de mar y guerra y por supuesto los alumnos del aristocrático y represivo colegio de La sociedad de los poetas muertos. El interés en ese tema es una constante en sus dos etapas: la australiana, que finaliza con El año que vivimos en peligro, de 1982, y la de Hollywood, que comienza con Testigo en peligro en 1985. Los primeros años están marcados por la pregunta de Weir sobre la identidad de su país, y así Picnic en Hanging Rock funciona como una metáfora: a esas niñas pupilas de origen europeo, el poder de clase y la educación sofisticada de nada les sirven en este nuevo mundo hostil, poblado de animales peligrosos, ex convictos y desiertos sin fin. La película transcurre en 1900, un año antes de la creación de la Federación Australiana, y parece decir que algo tiene que transformarse, que de nada sirve cerrarse: hay que abrazar esa tierra salvaje.


Pero otra lectura más prosaica de Picnic... (Weir es un maestro de la manipulación de géneros) es la de película de época con un toque sobrenatural o de thriller. Las niñas parecen haber sido abducidas por una fuerza extraña, o raptadas con fines oscuros. Cuando una de ellas reaparece una semana después de la desaparición, desmayada entre las rocas, no recuerda nada de lo ocurrido –aunque los médicos, aliviados, aseguran que “no fue tocada”–. Sin embargo, cuando visita a sus amigas del colegio, está vestida de rojo: señal de peligro, incluso de lubricidad. Hay varias relaciones proto-lésbicas en la película, camufladas tras un velo de represión romantizada, incluso la de la directora –secretamente alcohólica– con la profesora desaparecida.

Picnic... es tan única y sugerente que en su país creó un mito. Está basada en la novela homónima de la escritora Joan Lindsay, publicada en 1967. Pero después del estreno del film, se echó a rodar una bola imparable. Picnic fue la película más importante de los ’70 en Australia, reconocida como la que dio el espaldarazo a la nueva producción cinematográfica local: en los años ‘60, el país sólo había producido 13 películas; en la década de Picnic... se estrenaron 134. El rumor que siguió al éxito decía que los eventos descritos habían sido reales. Que un espíritu de la etnia Wurrenjerrie protegía la roca –un lugar sagrado aborigen– de los intrusos; que si las desapariciones no habían sido consignadas antes era porque los archivos de la comisaría local se habían quemado en un incendio. Lindsay insistió en que no se había basado en un hecho real durante mucho tiempo, aunque reconoció su fascinación con la dichosa roca; pasaron los años, la escritora se puso más astuta, y le entregó un capítulo final de la novela, el 18, a su editor, para que fuera publicado después de su muerte. Hubo que esperar: Lindsay murió en 1984. Mientras tanto, la mística se había disparado de tal modo que otra escritora, Yvonne Rousseau, publicó un libro periodístico –y best-seller– llamado Los crímenes de Hanging Rock donde cuenta que las niñas cayeron en un hoyo entre las rocas, y que el hueco fue sellado; de ahí el silencio de la comunidad.

En 1987, el capítulo 18 se dio a conocer en una proyección especial de la película, en un colegio a metros del parque nacional donde hoy está ubicada la roca. No aclaraba ni revelaba demasiado. Hoy, Hanging Rock es el lugar favorito en Australia del Sur para festejar el día de San Valentín, y hasta el momento no se ha registrado allí ningún hecho misterioso.

Picnic en Hanging Rock (traducida como Picnic en las rocas colgantes) se proyecta en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3145) el domingo 21 de enero a las 13 dentro del ciclo “Monstruos, duendes y platos voladores”.

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