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Domingo, 18 de febrero de 2007

FOTOGRAFíA > EL POLACO MIKOLAJ GRYNBERG EN EL RECOLETA

El hombre que ama a las mujeres

Empezó con su madre, siguió con las mujeres que conocía y después se lanzó tras las de medio mundo. Desde el 2004, el fotógrafo y psicólogo polaco Mikolaj Grynberg recorre las ciudades del planeta montando un estudio portátil en veredas, museos y parques para fotografiar mujeres de todas las edades, estilos y personalidades. Este fin de semana le toca a Buenos Aires, y Radar aprovechó para preguntarle sobre las ventajas evidentes y los sinsabores ocultos de su proyecto.

 Por Cecilia Sosa

Grynberg con la foto de su mujer y su hija

Sonrientes, tímidas, desafiantes, coquetas o provocadoras. Niñas, jóvenes y ancianas. De distintas nacionalidades y clases sociales. El fotógrafo polaco Mikolaj Grynberg viaja por el mundo retratando mujeres. Monta su estudio portátil en estaciones de trenes, parques, museos y veredas e invita a las ocasionales transeúntes a formar parte de su obra. En cada lugar exhibe los fotogramas, en riguroso blanco y negro, tomados en sesiones anteriores. Cada intervención es distinta, un happening en pleno espacio público. El proyecto Muchas mujeres nació en Varsovia en 2004 y ahora da vueltas por el mundo: ya pasó por Río de Janeiro, Kiev, México y Lima; y ahora enfilará hacia Tel Aviv, Nueva York, Tokio, Shanghai y Nairobi. Este fin de semana, con el apoyo de la embajada polaca, Grynberg montó su estudio en el Centro Cultural Recoleta. A cielo abierto, y a partir de las 15, se lo podrá encontrar en el Patio de los Lilos, a la caza de “modelos” argentinas. Una oportunidad única para verlo trabajar en vivo y, por qué no, regalarle un buen perfil a su experimento. Aquí, algunos tips para conocer los secretos del fotógrafo más mujeriego del mundo.

¿Cómo comenzó el proyecto?

–La primera foto fue a mi madre. Después seguí retratando a mujeres cercanas: mi mujer y mi hija, amigas, compañeras de trabajo. Fue algo difícil, son personas a las que conozco mucho y quería que cada relación quedara en la foto. Cuando mi mamá murió pensé que debería dar un paso más y ampliar el proyecto a otros lugares del mundo.

¿Por qué sólo mujeres?

–Porque me gustan. Es como cuando caminás por la calle. Siempre hay gente a la que me gustaría hablarle y no lo hago. Acá es lo mismo. Las fotos son un pretexto. Yo elijo, yo selecciono.

¿Y cómo las elige?

–Me gusta descubrir mujeres en la muchedumbre. Podría decir que hay tres grupos: las que me miran insinuantes y entonces las invito; las que sé que me vieron pero que pasan de largo como princesas, entonces se vuelve un desafío y tengo que perseguirlas; y también hay otras que no me ven, que simplemente pasan y que quiero invitarlas a mi proyecto. Mis elecciones son muy variadas.

¿Sufrió muchos rechazos?

–El 90 por ciento dice que sí. Es una cuestión de confianza, no parezco un tipo peligroso. Además, mi estudio siempre está al aire libre y todo el mundo puede vernos. Hay un telón, luces y se pueden ver las fotos colgadas. Es fotografía al viejo estilo.

¿Cuánto tiempo pasa con cada “modelo”?

–No uso cámara digital. No uso Photoshop. Revelo en mi cuarto oscuro y elijo. Imprimo las copias sobre tela de algodón, y ésas son las telas que llevo para cada exhibición. Viajan en un gran tubo negro que me acompaña a todos lados. Es una técnica muy ortodoxa que resulta bastante cara. Hago una película por persona, 12 fotos de cada mujer. Paso entre 15 y 20 minutos con cada una. Soy una especie de payaso. Es difícil para ellas pero también lo es para mí.

¿Por qué?

–Muchas me preguntan “¿Qué tengo que hacer?”; yo respondo: “¿Qué querés hacer vos?”. Es como un juego, pueden hacer lo que quieran. Lo más difícil es generar una relación real con cada una. Al principio tengo intérpretes por el idioma, después no se necesita. La consigna suele ser mirarnos y ver qué pasa. A veces se puede aprovechar el momento, o puede no suceder absolutamente nada. A veces se da una situación de coqueteo, a veces aparecen lágrimas. Algunas están serias o molestas. Otras me miran desafiantes. Todo eso siempre está en las fotos.

Grynberg tiene 40 años, lentes redondos y puro entusiasmo. Y para su propia sesión fotográfica se vuelve sorprendentemente tímido. Antes de ser el fotógrafo más requerido de Varsovia, estudió Psicología y trabajó durante años como terapeuta. “Cuando mi mujer quedó embarazada empecé a sacarle fotos para ver cómo crecía su cuerpo. Entonces dejé mi trabajo anterior y mi vida cambió por completo”, dice. Ahora su hijo tiene 17 años y él recibió múltiples premios, expuso en incontables muestras individuales y colectivas, trabaja en arte, publicidad y revistas, y edita unos psicodélicos calendarios artísticos. Muchas mujeres parece ser para Grynberg casi un sueño cumplido, una especie de tiempo suspendido que lo lleva a recorrer el mundo.

Algunas de las mujeres que retrato grynberg a lo largo y ancho del mundo. a la derecha, la foto de su madre, que inauguro el proyecto.

¿Cómo decide a dónde viajar?

–Tengo mi lista de ciudades pero no siempre se cumple. Propongo y después veo qué se consigue. Algunos me responden y otros no. La embajada de Polonia me ayuda a hacer los contactos y a financiar los gastos de producción, pero nada más, es un proyecto no redituable. Por eso necesito sponsors y socios en cada lugar. Hay un proverbio ruso que dice: “No se necesitan miles de dólares, sino miles de amigos”. Y así es como funciona esto. Viajo con mi amigo de hace más de 20 años. Es médico y trabaja como anestesista en el mejor hospital de Varsovia. Mi mujer me acompañó a México y a Perú y mi hijo estuvo conmigo en Kiev. Ahora quisiera ir a Africa y también a Tokio, Shanghai y Nairobi. En Spitsbergen (Suecia) quiero montar un estudio en la nieve. Fotografiar gente con mucha ropa, que sólo se les vean los ojos y la nariz.

¿Cómo elige dónde montar su estudio?

–Necesito lugares rápidos, donde haya mucho tráfico, mucho movimiento, mucha circulación. Es una cuestión estadística: si hay más gente, hay más oportunidades.

¿Qué diferencias encontró?

–Todas las que participan del proyecto deben firmar un acuerdo mediante el que me autorizan a usar sus fotos. En la estación de trenes de Río me encontré con una mujer que no sabía escribir. Tenía 18 años y estaba embarazada. Vengo de una cultura europea y me resultó sorprendente. Pero la verdad es que no hay tantas diferencias. Hay diferentes pieles, edades, culturas, lenguajes. Pero cuando entrás en situación y mirás a la persona a los ojos, podés descubrir si siente vergüenza, timidez o si está flirteando. Eso es lo mismo en todas partes.

¿Cuál fue la situación más extraña que vivió?

–En Río de Janeiro improvisé mi estudio en la estación central de ferrocarril. Una mujer muy provocativa me preguntó si tenía que desnudarse para las fotos. “Puede hacer lo que quiera”, dije. “Una lástima”, contestó, y finalmente no se desnudó. En México me encontré con una especie de Barbie toda vestida de rosa que empezó a bailar como Britney Spears. Hice planos amplios para que se viera de cuerpo completo.

¿Cuál fue su modelo más anciana?

–En Kiev. Debía tener cerca de 90 años. Al principio fue difícil. Ella no quería participar. “Yo sobreviví a muchas cosas, no necesito su proyecto”, me dijo. Pero como a mí sí me interesaba que ella estuviera, insistí. Me contó que había estado en un campo de concentración soviético y yo le dije que mi abuelo estuvo en Auschwitz. Saqué pocas fotos, nos quedamos hablando más de media hora.

¿Y la más joven?

–Suelo sacar muchas fotos de madres e hijas. En Perú me encontré con dos nenas indias que no hablaban español. Su madre no quería salir pero aceptó que ellas participaran. Jugaron todo el tiempo, fue muy divertido.

Grynberg retrata entre 30 y 40 mujeres en cada país. Luego selecciona 15 fotos de cada lugar. Lleva dos años dedicado a Muchas mujeres, planea terminarlo a fines de 2007. Con todo el material reunido quiere hacer un libro. “Me gustaría regresar a cada país para mostrar el conjunto. Para que todas las mujeres a las que fotografié puedan verse, ésa es mi devolución. Pero necesito instituciones que me apoyen”, dice.

¿Acepta voluntarias que quieran fotografiarse?

–Algunas lo toman como un casting, piensan que pueden conseguir un trabajo o algo después. Y no hay nada de eso. Es mi proyecto y yo decido.

¿Y eso no le genera problemas?

–Sí, a veces sí. Hay mujeres que no aceptan fácilmente un no.

Después de fotografiar tantas mujeres, ¿sacó alguna conclusión?

–No, no me arriesgaría.

Las mujeres que quieran candidatearse para ser fotografiadas pueden encontrar a Mikolaj Grynberg sólo hoy, de 15 a 19, en el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930. El resto puede mirar en el mismo lugar cómo trabaja y su obra ya realizada.

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