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Domingo, 8 de abril de 2007

CINE> LA PRóXIMA EDICIóN EN DVD DE INVASIóN

El camino de Santiago

Desde su estreno en 1969, Invasión, la película que Hugo Santiago dirigió y escribió junto a Jorge Luis Borges, tuvo un derrotero casi insólito, hasta el punto de que hoy casi no se consigue en Buenos Aires, salvo en copias muy gastadas en VHS. Ahora por fin la obra será editada en DVD, con un agregado de lujo: un documental que incluye el recorrido del director por las mismas locaciones casi cuarenta años después, mientras conversa con David Oubiña sobre Borges, la ciudad inventada de Aquilea, la puesta en escena y las lecturas políticas del film.

 Por Natali Schejtman

El mismo día en que el líder de La Doce, Rafael Di Zeo, se entregaba a la Justicia por la causa de agresión a hinchas de Chacarita y a pocas horas de conocerse una nueva e incierta internación de Diego Maradona, un visitante inusual, contundente y con sombrero italiano recorría La Bombonera recordando y reformulando su propia mirada de la cancha que tanto supieron gastar Di Zeo y Maradona y que él, casi 40 años antes, eligió como escenario de la muerte épica, violenta y coreográfica de Herrera, uno de los protagonistas de Invasión, la película con la que Hugo Santiago filmó una especie de membresía vitalicia a todos los Nuevos Cines Argentinos posibles, sin importar las especificidades generacionales ni cosas por el estilo. Una película coguionada entre Borges y Santiago –y con argumento de Borges y Bioy Casares– que así como su director, radicado en Francia incluso desde antes del estreno, emanó una atmósfera mítica, intrigante y fantasmática que la envuelve tanto en lo que hace a sus entrañas estéticas y conceptuales como a sus condiciones más concretas y palpables. En la Argentina, de hecho, la película es bastante inconseguible y las pocas copias en VHS son lluviosas e inaudibles.

Pero además, la historia de la película incluye el robo de ocho bobinas del negativo original que estaban en el laboratorio Alex en 1978. Santiago todavía recuerda las excusas impresentables que le dieron: “Nos dijeron que robaban los negativos para sacar las sales y el nitrato de plata y la plata, pero resulta que después de la Guerra Mundial los negativos no son más como eran antes, no se puede hacer eso. Es una pavada. Otros decían que era para fundirlos y hacer peines. No: fue un operativo. Vinieron y los robaron”.

Había pocas copias entonces, y la que sentó la inauguración de la Quincena de realizadores en Cannes (en 1969 y para siempre) la guardó la Cinemateca francesa, que últimamente ha decidido dejar de proyectarla para su conservación. Fue hace unos años cuando Santiago junto a Ricardo Aronovich, director de fotografía de Invasión, emprendieron la ardua y costosa tarea de rehacer un negativo original a partir de copias positivas que buscó en Buenos Aires. El resultado de la restauración, una odisea que Santiago relata con devoción hasta en la minucia más técnica, fue presentado en el Bafici del año 2002, con motivo de una retrospectiva dedicada al director, pero que después volvió a Francia.

Fotos: Xavier Martin

Buenos Aires no existe

Con todo este trajín, Santiago está radiante por la pronta aparición del DVD de Invasión, producido por Eduardo Costantini (h) para Malba Cine. Su paseo por la cancha de Boca es sólo una de las postas del documental que va a venir como un bonus en la edición y que lo tiene a él del otro lado de la cámara, protagonizando una serie de jugosas conversaciones con David Oubiña (compilador del libro El cine de Hugo Santiago) sobre la historia de la película, la escritura con Borges, la imagen con Aronovich, la música con Eduardo Canton y las diversas interpretaciones, entre muchas otras cosas, en las diferentes locaciones de Aquilea, la ciudad que crearon junto a Borges y que es escenario pero también protagonista de Invasión, una película que cuenta una violenta y sinuosa invasión a la ciudad y el enfrentamiento con un grupo de resistentes comandados por el viejo Don Porfirio. En realidad, el documental va a recorrer en tiempo y espacio las locaciones que todavía existen. Y algunas están muy cambiadas, como la misma Bombonera: “Encontramos algunos rincones, escaleras, ya van a ver en la película. La cosa curiosa es que podríamos tener algunos planos de lejos como los de cuando el personaje de Lautaro Murúa llega hacia el final del film al estadio. La calle está, el sitio está, el ángulo está y se parecería, salvo que hay hojas ahora por el fin del verano y en el momento en que yo filmé los árboles estaban desnudos y entonces en el plano general se ve perfectamente la forma del estadio, pero ahora se ven las hojas. Eso es gracioso porque le agrega al film, es como si dijera: como están en el film, están solamente ahí. El resto no está”, dice Santiago, que se acuerda los planos como si acabara de filmarlos, y en el rodaje, bajo la dirección de Alejo Moguillansky, entre toma y toma cuenta anécdotas seductoras al equipo o habla del temperamento de Bresson, su maestro, mucho más amoroso y cálido de lo que creían quienes sólo lo veían durante los rodajes o en las presentaciones.

El grupo de la resistencia que en Invasión intenta resguardar su ciudad (“más que la gente”, como se dice en la película) presta especial atención a sus fronteras. Ese fue un tema apasionante en la confección que tramaron con Borges, conversando en su oficina de la vieja Biblioteca Nacional. Y ésa es otra de las paradas del documental, un sitio que todavía se conserva y donde Santiago ahondará hasta la emoción en lo que fue ese trabajo exhaustivo de un año con el escritor de las orillas (que en ese momento, fines de los años ’60, no era tan bien visto por sus “amigos intelectuales”, como recordará también): “Para nosotros eran muy importantes las fronteras –recuerda, en una conversación posterior con Radar–. Esos invasores tenían que violar las fronteras para entrar. Se infiltran, ese comercio entre afuera y adentro está presente todo el tiempo. La cosa graciosa es que como el film es y no es Buenos Aires, como Aquilea está inventada sobre Buenos Aires, cuando hicimos las fronteras cometimos transgresiones. Es cierto que en la frontera norte hay islas como si hubiera un delta, eso hay, pero hay otras cosas. Por ejemplo hacia el nor-noroeste hay una frontera montañosa. Cuando lo escribimos con Borges (porque íbamos escribiendo día a día las secuencias), cuando escribimos que llegan, pasan, y hay unas montañas en el fondo. Esa trasgresión de saber que no era aquí porque había montañas fue una violencia enorme que nos hicimos a nosotros mismos, y nos reímos mucho. Era un trabajo muy jubiloso, porque Borges era graciosísimo, a veces con ferocidad. Fue una fiesta extraordinaria”.

Invasiones

Invasión fue cargada de un valor tremendamente premonitorio y su exhibición en televisión fue prohibida en los años de plomo. A cuarenta años de su estreno, sigue teniendo una actualidad lacerante y reinterpretaciones constantes que Santiago cuenta con orgullo. Una de ellas involucra a un grupete de jóvenes europeos simpatizantes de los movimientos antiglobalización con el que él tiene mucha relación. Después de la restauración, estos jóvenes pudieron ver la película y lo citaron para decirle, con convicción y rigurosidad, que ellos no tenían dudas: “¡Es un film sobre la globalización! Eso me dijeron y empezaron a hacer una lectura total del film basados en la globalización: la invasión subterránea, no visible, las complicidades. Aquí es normal que se hable de esa violencia tan tristemente nuestra en América latina, pero para ellos, que están preocupados por otra cosa, era evidente que es un film sobre la globalización”. Otra de las tantas anécdotas que le regaló la fluencia y el éxito de Invasión por el mundo fue la exhibición en Argelia alrededor de los ’70, cerca de los albores de la independencia, en una base petrolera en pleno desierto, con una tela gigante y un público de trabajadores árabes durante la medianoche: “Yo estaba en el fondo mirando de lejos. Y veía ese conjunto de gente vestida de blanco, mirando a mis personajes de traje oscuro y con sombrero y los tanguitos y alguna milonga que hay en el film. La primera sensación que tuve fue que los personajes exóticos no eran los que estaban sentados mirando en el desierto, sino los míos en la pantalla. La segunda fue que a medianoche, cuando la película terminó y seguimos discutiendo, la lectura que hacían ellos era por supuesto una lectura de violencia, de la guerra interna, pero de violencia que les concernía a ellos, otra que la nuestra, una violencia imperialista pero ocupándoles el país. Todas esas interpretaciones se pueden dar justamente porque el film no es una alegoría. Dentro de la narración fantástica, el film no es una alegoría, no tiene nada de alegoría, es un cuento fantástico que no tiene símbolos y todos los elementos del decorado que hay fueron buscados y encontrados para que jueguen el rol que corresponde en esa narración fantástica. Para ellos era igualmente vigente. Es una particularidad del film, pero también es una particularidad del género fantástico. Y yo diría que es una singularidad ultrasingular del género de la narración fantástica porteña”.

Ficciones

Actualmente Hugo Santiago tiene dos proyectos. El primero ya es un guión escrito con Alan Pauls sobre los nueve meses que Marcel Duchamp pasó en Buenos Aires y lleva por nombre Duchamp 1918, o bien Buenos Aires no existe, título extraído de una de las cartas que envió el artista, fuentes privilegiadas de la investigación: “Me decían que lo llamara documental ficción o ‘docuficción’, que a mí me parece espantoso. ¡No es eso! Es una ficción muy documentada. Lo que el personaje dice o escribe en un 99% Duchamp lo dijo o lo escribió. Lo que hicimos con Alan es la producción fantasmática, es lo que el cine va a dar sobre qué es lo que pudo haberle pasado por la cabeza o por la ventana a Duchamp en Buenos Aires”.

El otro proyecto se llama Adiós, y completa la trilogía que inicia Invasión y continúa Las veredas de Saturno, film del año ’86 que escribió junto a Saer y que trataba sobre un grupo de exiliados de Aquilea, con el cual, dice Santiago, “intentaba arreglar cuentas con el exilio, aunque haciéndola me di cuenta de que las cuentas con el exilio no se arreglan nunca”. Adiós tendrá como protagonista a un hombre “que no soy yo pero tiene mucho que ver conmigo, es como si fuera un amigo”, dice, que va a regresar a Aquilea en el 2012. Ya había comenzado a pensar el film con Saer, pero durante años no tomó ninguna nota: “Yo tengo las imágenes de la ciudad y de Aquilea en la cabeza. Aquilea es un cuento fantástico porteño, Adiós va a ser un cuento fantástico porteño. Yo sé en qué son fieles con el género que me importa y que yo practico y que es lo único que hago, aun cuando el film trate de Electra. Yo siempre soy un narrador fantástico porteño. Para mí es un tema fantasmático recurrente. Es una fantasmagoría en la que me paseo todos los días. Siempre digo que soy un porteño que vive en París, y eso quiere decir algo muy preciso para mí. Yo pasé muchos más años en París que en Buenos Aires, pero todos los años, en su conjunto, los pasé en Aquilea”.

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