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Domingo, 10 de junio de 2007

PERSONAJES > JOE SACCO, UN CORRESPONSAL DE HISTORIETA

Corresponsal de guerra

Uno de los corresponsales de guerra más respetados de habla inglesa es... historietista. Elogiado por Edward Said y Christopher Hitchens, Joe Sacco ganó el American Book Award por un libro sobre Palestina y la beca Guggenheim luego de su trabajo sobre la Guerra de los Balcanes. Mientras su obra empieza a llegar a las comiquerías locales en ediciones españolas, atendió el teléfono desde su casa en Portland para contar por qué sus referentes son George Orwell y Brueghel, explicar su resistencia a que se adapte su trabajo al cine y cómo hace historietas contando la vida de la población civil en medio de la guerra.

 Por Martín Pérez

Cuando se le pregunta a Joe Sacco en qué pensó primero cuando supo que lo iban a llamar por teléfono desde la Argentina, su respuesta no es la clásica. Ni tango, ni bifes, ni Maradona. “Guerra sucia”, dice desde su hogar en Portland, Oregon, donde atiende el llamado, robándole tiempo a su trabajo frente al tablero, el libro sobre la Franja de Gaza que lleva cuatro años escribiendo y calcula que le tomará dos años más terminar. “Perdón, pero es así”, agrega, y no hay nada que perdonarle. “Pienso en otras cosas, por supuesto. Pero eso me parece lo más importante. Acabo de leer un libro llamado El vuelo que me impresionó.” En rigor de verdad, no sorprende que mencione la guerra sucia un autor a quien las obras que lo han hecho mundialmente conocido y respetado narran la sufrida vida cotidiana en Palestina durante la Intifada, y en Bosnia durante la Guerra de los Balcanes, lugares en los que vivió antes de escribir y dibujar sus historietas. Es más: tal vez incluso haya coqueteado alguna vez con la idea de hacer algún trabajo sobre las injusticias que se llevan a cabo al sur del Río Grande. “No puedo negar que más de una vez lo pensé”, acepta. “Pero, en realidad, me parece que es un trabajo para los historietistas de la región, para alguien que hable castellano y pueda así indagar mucho más profundo y meterse en el tema más que yo. Por desgracia, no conozco la existencia de historietistas palestinos, bosnios o chechenos que puedan hacer un mejor trabajo sobre su gente. Pero sí sé del talento y la tradición historietística que hay en Latinoamérica”, explica Sacco, entre educado y políticamente correcto, pero también sorprendentemente ubicado, incluso casi doblando la apuesta, y abriendo la puerta para que alguien siga sus pasos por estos pagos.

Masa crítica

Unos años atrás era casi impensable imaginar a los grandes medios enviando como corresponsal a un historietista para cubrir, por ejemplo, el juicio contra los crímenes de guerra realizados en la Guerra de los Balcanes. Pero eso es lo que viene haciendo Sacco, además de trabajar en sus libros de historietas. Para el diario británico The Guardian, por ejemplo, cubrió la ocupación de Irak, entrevistó a iraquíes que habían sido secuestrados y enviados a Guantánamo e investigó el entrenamiento de la guardia civil iraquí por parte del servicio secreto norteamericano. Todos temas que hubiesen merecido un tratamiento periodístico convencional años atrás, pero los nuevos tiempos permiten también que la historieta sea considerada un medio válido para registrar esos sucesos. “Las cosas han cambiado. En parte porque los editores son más jóvenes, de una generación que creció muy ligada a la cultura pop y ya no estigmatiza los comics. Y también porque en los últimos años apareció una gran cantidad de autores de calidad en este medio, y la historieta alcanzó una masa crítica que le permitió dar el salto.” Ese salto es el que lleva a los libros de historieta, por ejemplo, a las páginas de la sección de reseñas de libros del New York Times. “Un par de domingos atrás había dos comics reseñados, como cualquier otro libro. Eso hubiese sido algo impensado hasta hace muy poco, y hoy es lo más natural del mundo”, dice sentado frente a uno de los tres tableros de dibujo que dice tener en su estudio, y desde donde se ven las verdes copas de esos árboles que, desde la revolución grunge en adelante, gran parte del mundo sabe que caracterizan a Portland.

A pesar de residir en Oregon, y de haberse recibido en su universidad, Joe Sacco nació en Malta. Creció escuchando, fascinado, las historias de la Segunda Guerra Mundial que se contaban en su familia, y pasó su adolescencia en Australia, de donde le ha quedado un marcado acento. Volvió a Malta luego de recibirse, y publicó allí sus primeras historietas. Pero su vida de trotamundos lo llevó de regreso a la Costa Oeste norteamericana, luego a Alemania y a vivir dos años en Suiza antes de fijar residencia en Portland. Nacido en Malta, historietista y trotamundos, es difícil no pensar en el ciudadano maltés más famoso del mundo de los comics. “Todo el mundo me pregunta por el Corto”, dice Sacco, y se ríe. Pero aclara que, a pesar de que dibuja desde muy chico, lo que él siempre quiso es ser escritor. De hecho, en la Universidad de Oregon se recibió de periodista. “Fue casi una casualidad que terminase dibujando historietas. Pero con el tiempo me di cuenta de que es el mejor medio para hacer lo que hago.” La casualidad también lo fue guiando por el mundo de las historietas, ya que luego del fracaso en su primer trabajo periodístico se vinculó con Fantagraphics, una de las editoriales independientes más importantes del género. Allí trabajó para The Comics Journal, y luego empezó una serie de revistas que servirían de prólogo para lo que serían los 9 números del comic Palestina. “Durante esa época se puso de moda la historieta autobiográfica, así que empecé a trabajar esa veta. Y la primera vez que le mezclé algo periodístico fue cuando estuve de gira con un grupo alemán de rock, y decidí contar todo lo que había sucedido.” Un trabajo que se reeditó en la compilación Apuntes de un derrotista (2003).

Los verdaderos protagonistas

“En Palestina, la historieta autobiográfica se eleva por sobre la trivialidad de lo cotidiano para abrazar el documental de viaje”, dijo el legendario guionista británico Alan Moore. “Sacco detalla la vida con un despliegue de sensibilidad y un particular ojo para las ambigüedades morales.” Como explica Sacco, cuando decidió viajar por Medio Oriente, tenía en mente seguir con sus historietas autobiográficas. “Pero algo despertó en mí mientras estuve ahí, y comencé a investigar, a hacer preguntas, a tomar apuntes.” El periodista se fundió entonces por primera vez con el historietista, pero Sacco confiesa que no sabía muy bien qué estaba haciendo, ni si iba a ser bien recibido. Pero cuando se editó en un solo volumen, Palestina (1996) recibió el prestigioso American Book Award. “Es un trabajo político y estético de extraordinaria originalidad”, escribió Edward Said en el prólogo a esa edición. “Con la excepción de uno o dos novelistas y poetas, nadie jamás ha contado este estado de situación mejor que Joe Sacco.” Después de contar la primera Intifada, y ya más entrenado en su particular arte, la frontera siguiente de Sacco fue la Guerra de los Balcanes, sobre la que publicó Gorazade: área protegida (2000), un libro que le valió el premio Eisner y también la beca Guggenheim, gracias a la cual pudo volver a Sarajevo para preparar El mediador (2003). Más de una vez Hollywood lo quiso tentar para llevar al cine esos libros. “Pero aún no han logrado convencerme, porque no veo cómo pueden hacerlo de una manera convincente. Además, en todos los proyectos que me han acercado aparezco yo como personaje, y eso me incomoda un poco. En última instancia, no me parece que el cine sea una industria muy interesante. Es un medio en el que está involucrada tanta gente que el autor termina siendo el último en opinar sobre algo.”

Además, trabajando desde hace cuatro años en lo que va a ser su obra más ambiciosa, Sacco tiene mucho más claro cuáles son las virtudes de la historieta para contar las historias que le interesan. “Esta última vez alquilé una casa durante dos meses en Rafah, un campo de refugiados en el sur de Gaza, cerca de la frontera con Egipto. Allí comencé a entrevistar a los viejos habitantes del lugar sobre un incidente que sucedió en 1956, que casi todo el mundo había olvidado.” Según cuenta Sacco, gracias a la tinta y el papel, esos recuerdos perdidos cobran forma en el tablero de dibujo, algo que no podría hacer de otra manera. “Lo que me gusta de las historietas es que uno abre las páginas y rápidamente se mete en una historia, en un lugar, en un tiempo. Las cosas de las que hablo me interesan, pero sé que a mucha gente les nombran Palestina o Bosnia, y la historia o la política les resulta algo aburrido. Pero no sucede eso en mis trabajos. Porque el medio los atrapa, y los va llevando.” La técnica de Sacco es realmente fascinante, y su ojo para las historias es encomiable. Tanto Palestina como Gorazade son libros que toman partido, que muestran los acontecimientos históricos recientes sin elevarse demasiado de la cotidianidad. Son los anónimos de la guerra, esas víctimas colaterales, los protagonistas de sus historias. En una obra coral de 300 páginas como Palestina, narra las historias que le cuentan los habitantes de los territorios ocupados: desde detalles como ese té siempre bien dulce que le sirven, al meticuloso recuerdo de las torturas sufridas por una joven al ser arrestada por los israelíes. Lo hace evitando los lugares comunes y retratando también esos intersticios de normalidad en medio de la guerra: el modo en que lo asaltan unos chicos en la calle, el machismo que encuentra en la comunidad árabe, las noches de discoteca en medio de una ciudad asediada. Tiene también trabajos más cortos, centrados en la vida de un personaje de comienzo a fin. Pero siempre reproduciendo el momento de la entrevista, o poniendo imagenes a los recuerdos del entrevistado, nunca transformando los relatos en ficción. “Los trabajos de Joe me han impresionado”, opina el norteamericano Jon Lee Anderson. “Su forma de trabajar es maravillosa y sus propósitos son loables: utilizar el género gráfico para meterse en el mundo contemporáneo y sus conflictos, y transmitirlo a una audiencia más joven.”

Sin fecha de entrega

“A la gente le gusta hablar de sí misma, y yo dibujo lo que veo, pero también lo que me cuentan”, explica Sacco, que más de una vez ha mencionado como sus influencias a George Orwell en materia de periodismo y a Brueghel en materia de dibujo. “De Orwell respeto sus trabajos periodísticos, como el que hizo sobre los mineros de Nueva Inglaterra a mediados de los años ‘30. Se instaló con ellos y bajó a las minas, para dar testimonio de su historia. Y lo que más me gusta de Brueghel es que en sus cuadros se puede ver cómo vivía la gente de su tiempo. Miro sus pinturas y siento la vida de esa gente, puedo sentir cómo respiran.” Algo que se puede percibir también en una memorable doble página en el capítulo 6 de Palestina, así como en varios tramos de sus obras. “Esa es la idea”, confirma. “Cuando miro a Brueghel tengo una ventana hacia su tiempo, me siento conectado con la gente, y ése es el mayor cumplido que le puedo hacer a un artista. Y yo pienso en esas cosas cuando camino por los lugares que luego voy a dibujar. Tomo notas mentales. Pensá en el barro, que está por todos lados. No te olvides de los chicos, no hay lugar donde mires en donde no veas a un chico. Y después trato de recordar todo eso frente al tablero de dibujo.”

Estos años que lleva sentado dibujando su última historia sobre Gaza lo han hecho pensar en otras cosas. Por ejemplo, sueña con hacer un libro sobre los Rolling Stones, del que ya tiene algo escrito. También terminó un trabajo más corto, de unas 40 páginas, sobre un campo de refugiados chechenos en Inguleshtia, que será publicado en una antología a beneficio de Amnistía Internacional. “Tengo varias ideas, pero sé que antes tengo que terminar esto”, explica. Pero también advierte: “Creo que nunca volveré a emprender un trabajo tan grande”. Aunque, apenas lo dice, sabe que es algo que no se puede asegurar. Sacco sabe que sus temas son Bosnia y Palestina, y también sabe que siempre terminará volviendo allí. “Es que una vez que has comenzado a meterte en esas historias, en esos mundos, comienzas a cortar cada vez más cerca del hueso, a ir cada vez más profundo. Es difícil llegar a ese nivel empezando de cero en otro lugar. Y el tiempo que uno tiene siempre es muy limitado”.

Pero el tiempo sí le juega a favor en relación con los cronistas de guerra convencionales: la ventaja de Sacco es que no tiene que andar buscando la historia del día, trabajando contrarreloj para llegar a la fecha de entrega. “Cuando se dan cuenta de eso, me miran con envidia”, dice. Algo que también le permite escapar de la trampa de lo inmediato, como cuando estaba instalado en Gaza y entrevistaba a los más ancianos sobre el episodio de 1956 que contará en su futuro comic, y los más jóvenes lo criticaban por no dedicarse a lo que estaba sucediendo en ese momento. “Al mismo tiempo, esos jóvenes no conocían su propia historia. Ni se daban cuenta de que, con los tiempos que yo trabajo, eso que entonces era tan inmediato y urgente iba a ser también historia. Sobre eso es lo que trabajo ahora, sobre cómo no importa el año de lo que esté contando, el estado de situación en esa zona del mundo es siempre el mismo.”

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