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Domingo, 6 de octubre de 2002

CINE

El mono tremendo

Filmada bajo los parámetros que en otras partes del mundo se denomina Dogma, con la ventaja de un actor que hace cinco años que encarna su papel, la presencia de históricos del under de los ‘80 como Omar Chabán, Joe Stefanuolo y Tom Lupo, y la férrea intención de hacer no una película de rock sino una película rock, Jorge Coscia estrena Luca vive. ¿Le hubiera gustado a Luca? ¿Por qué no aparecen los demás Sumo en la película? ¿Van a despotricar las viudas? Coscia responde.

 Por Roque Casciero

“Lo mejor que me dijeron sobre Luca vive es que no es una película sobre rock sino una película rock”, se entusiasma Jorge Coscia, director del film que se estrena esta semana con la reconstrucción de partes de la vida en Buenos Aires de quien fuera líder de Sumo. Coscia, que ahora está a cargo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, fue una noche de 1999 a ver la obra de teatro escrita por Carlos Polimeni y protagonizada por Daniel Ritto. Cuando terminó, en un camarín mínimo, el actor y el cineasta conversaron sobre la posibilidad de trasladar al celuloide esos “hechos de la vida de Luca y no su biografía”, como lo define Coscia. Un año más tarde comenzaban la filmación. “Fue un trabajo en el que la cámara, la imagen y la dirección se adaptaron a la obra”, asegura el realizador. “Se filmó de un modo distinto: poniendo el cuerpo y el alma, nunca un trípode, nunca un travelling sobre ruedas... Comprendimos que si se hace una película en Cemento como si se filmara en la Catedral, termina saliendo una misa. Siempre sentí que, para poder atrapar lo que Daniel hacía con el personaje de Luca, había que comprometerse, tirarse dentro de la película”.
Coscia habla de su trabajo anterior filmando a pintores como un antecedente del modo en el que hizo Luca vive. “No puedo decir que me inspiré en Dogma porque, cuando eso apareció acá, ya venía trabajando con la consigna de no usar luz artificial, trípode, carro ni preconcepto”, afirma. “La idea de esta película era, de algún modo, trabajar la imagen como el jazz trabaja la música: con variaciones permanentes sobre una base. Y esto se podía lograr porque Daniel interpretó el personaje de Luca durante cinco años. Para un director es como un regalo de la vida que un actor haya ensayado su personaje durante tanto tiempo. Eso nos permitió trabajar la improvisación, porque Daniel manejaba una cantidad de réplicas de situaciones Luca. En escenas como las de (el abogado Joe) Stefanuolo, de Tom Lupo o de Omar Chabán, lo que hacíamos era recrear el momento improvisándolo con ellos. Por ejemplo, Stefanuolo nos explicaba qué había pasado, largábamos la escena y la escena ocurría. Y lo primero que sucedía era que el tipo que había conocido a Luca veía a Luca. Recuerdo la mirada de Manolo, el dueño del bar de Hurlingham donde Luca iba a tomar ginebra, que me decía: ‘Es igual’. Y no estoy hablando de un juicio de valor al ver la película desde afuera, sino de la situación que vivió el tipo que había tenido a Luca chupando ginebra en su bar. Por eso digo que no seguimos ninguna receta. Con toda la guita del mundo y con una Panavision no hubiéramos podido hacer esta película. Hay cosas que son para El hijo de la novia y otras para un tipo de cine en el que se trabaja con un material dramático distinto.”
De todos modos, Coscia sabe que se metió con un mito del rock argentino y por eso se ataja: “Cuando hice El general y la fiebre, el Instituto Sanmartiniano me la vetó. Espero que no exista un Instituto Lucasiano”. Para él, que la película le haya gustado a Chabán, a Lupo y a Stefanuolo, personas que estuvieron cerca del calvo cantante de Sumo, “es la mejor de las críticas que puede recibir Luca vive”. Y continúa: “En la Argentina hay viudas para todo, basta con que exista un mito. Ya sea San Martín, Borges o Gardel, siempre hay viudas. Hablo de quienes quieren apropiarse de su memoria y custodiarla. Y esto, en realidad, es contradictorio, porque el mito no tiene dueños: el mito es de todos o no es mito. Escuché a gente que habla contra la película sin haberla visto. O sea que la película tiene enemigos: eso me pone contento, porque ya está pasando algo. Es muy argentino esto de que ‘no sé de qué se trata pero me opongo’. Y esto tiene que ver con que no seamos nada, con no tener un cine, una literatura, editoriales: total, todo nos lo dan digerido. Jim Morrison en el cine está bárbaro pero que Luca descanse en paz. Y no hay duda de que la muerte más duradera es el olvido. Eso de que Luca es un mito que va a vivir siempre es relativo, porque con la aceleración que tiene la comunicación, el olvido puede tender su manto sobre cualquier mito. Por otra parte, no creo que a Luca le interesara descansar en paz, no eraparte de su propuesta de vida. En todo caso, hubiera sido como la famosa propuesta de Fassbinder: ‘Ya descansaré cuando me muera’. No se trata de descansar en paz sino de otra propuesta que todavía está en las paredes de Buenos Aires: ‘Luca Not Dead’. O sea, Luca vive. Y Luca vive en la medida en que pensemos en él, que hablemos de él, que esté presente”.
Antes de ver la obra de teatro, ¿usted sabía quién era Luca Prodan?
–Aunque bien podría no haberlo conocido y hacer la película igual, yo iba a Cemento, al Einstein, al Parakultural, y en esos lugares vi a Sumo en vivo. Para mí, Luca fue el refundador del rock argentino: hay un antes y un después de él. Fue el que metió al rock en el barro, quien lo hizo sucio, feo y malo en el mejor sentido. Y hablo de él como refundador porque sólo funda quien luego deja huella y simiente: todo el rock más comprometido y más nacional es hijo de Luca.
¿O sea que el rock al que usted define como “más nacional” le parece hijo de un italiano?
–Y, sí, es el sino de la Argentina. Tenemos un grave problema de identidad y a veces nos entiende más un tipo que no es de acá que nosotros mismos. Suelo hacer una comparación, irreverente tanto para rockeros como para tangueros: Luca me recuerda mucho a Discépolo. Discépolo nació acá, pero se crió en un mundo italiano. Cuando lo escuchás hablar, habla con el mismo acento que Luca. Y las letras de Discépolo son de un universo paralelo al de Luca. Además, son tipos que no quisieron ver la Navidad: Luca murió un 22 de diciembre y Discépolo un 23.
Sumo tocaba en vivo “Cambalache” y hay un célebre disco pirata en el Einstein que tiene esa versión...
–Estuvimos a punto de incluir ese tema, Daniel lo cantó, pero al final lo sacamos porque era muy complicado conseguir los derechos. Incluso, en el final de la película sonaba en la radio una versión de “Cambalache” cantado por Luca, mientras el locutor hablaba de la muerte de Discépolo y la describía como si estuviera hablando de la muerte de Luca.
¿Alguna vez habló con Luca?
–No, nunca. Daniel y Carlos sí hablaron con él, yo iba a verlo, nomás. Pero no creo que haya que tener chapa de rockero para hacer una película rock. Nadie es rockero las veinticuatro horas (se ríe). A mí me gustan Serrat, los Rolling Stones y Arturo Jauretche. Ahora, cuando escucho “San Jauretche” (de Los Piojos), me vuelvo loco, porque entiendo que esos mundos pueden convivir. Durante un tiempo, el sustento del rock nacional fue que el rock y el pop estaban en un lugar y no se mezclaban con nada, pero eso cambió. De todos modos, no soy un rockero en el sentido tradicional del término ni creo que nadie lo sea.
¿Cómo un no rockero hace una película rock?
–Es que las cosas son, más allá de lo que es uno. Puedo hacer una película rock igual que hice una comedia musical y una película sobre el exilio, del mismo modo que Oliver Stone puede hacer una película rock y una sobre Vietnam.
Una sobre Vietnam no es lo mismo que una película Vietnam. La distinción la marcó usted.
–De acuerdo. Apocalypse Now es Vietnam y es súper rock. Y siento que Luca vive es una película en la que la energía es rock. La discusión de si Luca era como lo mostramos o no es tan bizantina como preguntarse si Vietnam era como Apocalypse Now. Seguramente hubo muchos Vietnam, pero la película mostró el Vietnam de Francis Ford Coppola. Y en nuestra película está el Luca de Ritto y Coscia. ¿Dónde conociste a Luca? ¿Estabas con Luca cuando se echaba un polvo? Ni Andrea, su hermano, sabe cómo era Luca en Buenos Aires. La idea que nosotros tiramos está basada en una intuición que construimos sobre él. ¿Desde dónde? Desde su música, desde el libro de Carlos, desde el trabajo de cinco años de Daniel, desde los testimonios de Tom Lupo y Omar Chabán. Lo que no hicimos fue meternos con los vivos, con el resto de Sumo. Fuimos muy cautelosos y respetuosos: no existen los personajes en la película, salvo una mención a Pettinato. No estoy deacuerdo con dejar que Luca descanse en paz, pero sí con dejarlos tranquilos a ellos. Son tipos que tienen su vida y que honran la memoria de Luca con lo que hacen. Es muy difícil sobrevivir a un mito, pero Divididos y Las Pelotas han logrado armar una personalidad musical propia, incluso diferenciada de Sumo. Sabemos que es muy difícil para ellos, que sí conocieron a Luca y estuvieron cerca de él. Ellos tendrán sus opiniones y sus juicios de valor. En todo caso, como le dijo Hitchcock a Grace Kelly, “es sólo una película”.
¿Por qué no usaron las canciones de Sumo en la película?
–Sentimos que no teníamos que pedirle permiso a nadie para hacer la película y debíamos pedirlo si usábamos los temas originales, por eso decidimos no usarlos. Nos pareció que pedir permiso hubiera sido una falta de respeto a Luca, que no pidió permiso nunca. Además, usar los temas nos planteaba el camino de la recreación. Y elegimos un camino que tenía que ver con armar, crear, inventar. Que, en todo caso, era lo que Luca hizo con el rock. Filmamos divirtiéndonos, riéndonos, disfrutando. Fue apasionante. Nos subíamos al subte con el equipo mínimo, para que la escena ocurriera. Con cuarenta técnicos no podría haber hecho lo mismo. Yo había filmado mucho en escenarios naturales en Mirta, de Liniers a Estambul, pero acá fue mucho más radicalizado ese modo libre de filmar.
¿En algún momento pensó en que los directores de cine andan generalmente sobre arenas movedizas cuando se meten con el rock?
–Sí, antes de empezar a filmar, cuando hicimos el primer guión. Y por eso decidimos romperlo, entre comillas, y reconstruir la película en la calle, en habitaciones, en Cemento... En la película, la fuerza autoral de la obra de teatro es mucho más fuerte que la del guión. Hay cinco años de laburo previo.
¿Cree que su película le hubiera gustado a Luca Prodan?
–Nadie puede saberlo. Lo que sospecho es que él hubiera amado el modo en el que la filmamos.

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