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Domingo, 24 de febrero de 2008

LAS 7 DIFERENCIAS > ENTRE EL TREN DE LAS 3:10 A YUMA (1957) Y SU REMAKE (2007)

No voy en tren

Alegrón: una remake que está buena, casi tanto como la original.

 Por Mariano Kairuz

El cuento original, publicado en 1953, consta de apenas más de quince páginas y poco más que dos personajes –el asistente del sheriff y el bandido al que debe vigilar y trasladar hasta el tren del título– y una habitación de hotel como escenario. Tres años atrás, cuando el cuento fue incluido en la recopilación The Complete Western Stories of Elmore Leonard, el autor de los relatos del Oeste compilados, Leonard, le contó a su editor que en su momento, cuando vio las dos primeras películas basadas en sus historias, El tren de las 3:10 a Yuma, de Delmer Daves, y Los cautivos (The Tall T, de Budd Boetticher) lo que más lo sorprendió fue lo fácil que le resultaba a Hollywood enmarañar argumentos tan sencillos como los que él había escrito. Que no se queje. Leonard ha tenido una suerte bien diversa con las adaptaciones al cine de su obra –del Jackie Brown de Tarantino a la insufrible El nombre del juego, de Barry Sonnenfeld– pero el argumento de su lacónico puñado de páginas titulado Three Ten to Yuma ya fue expandido y “enmarañado” dos veces, con enormes resultados.

La película de Daves, estrenada cuatro años después de la publicación del cuento, pertenece a la misma época de A la hora señalada (1952), y comparte al menos un aspecto argumental central con ésta. En el guión de Hallstead Welles, el asistente del sheriff es reemplazado por un civil, un granjero en quiebra que acepta la peligrosa tarea porque necesita el dinero. Y de esta manera, al igual que en el discutido clásico con Gary Cooper, la ley se convierte en una responsabilidad social, no sólo de las autoridades. Dan Evans, el hombre que asume el trabajo, siente que debe redimirse ante su esposa y sus hijos, un dato que el asesino Ben Wade utilizará para humillarlo, intentar manipularlo psicológicamente, y hasta tratar de comprarlo. Esa necesidad de poner a prueba su “hombría” deviene un nudo central de la película, que nació de otra cosa.

Al igual que la mayor parte de las remakes contemporáneas, la nueva versión de El tren de las 3:10 a Yuma adolece de la incapacidad de mantener la sencillez de aquello que ya era perfectamente simple y efectivo como estaba, y sobreabunda en explicaciones psicológicas. Sin embargo, el director James Mangold (un cineasta desparejo, responsable de la notable Tierra de policías, pero también de Inocencia interrumpida) consiguió una narración potente, convencida, y se muestra seguro de lo que quiere contar, sin necesidad de aparentar que está homenajeando, revisando ni mucho menos resucitando el western. Es decir, sin pretender hacer ninguna de esas operaciones con las que nos venden cada nuevo film del género desde los años ’70. El nuevo guión retoma la adaptación de Hallstead y Daves y la expande con situaciones y personajes nuevos en más de media hora de duración. De una gran película a otra muy buena, esto es lo que cambió:

1. El centro dramático de la primera película era la espera en el hotel, un tenso cabeza-a-cabeza de resistencia emocional entre Evans (Van Heflin, con su mirada trágica y sus dos huevos duros por ojos) y Wade (un enorme, carismático Glenn Ford) en una habitación de hotel en el pueblo de Contention, en la que el primero vigila a punta de escopeta al segundo esperando que se haga la hora de subirlo al tren. Ahora se descompone en un viaje más largo en el que Evans (Christian Bale) y Wade (Russell Crowe) llevan a unos cuantos acompañantes más, varios de los cuales servirán para que Wade se pruebe más sanguinario que nunca. El destino de este estiramiento es el mismo: mostrar cómo se forja una relación entre ambos personajes en la que, a la larga, éstos identificarán mutuamente algunos valores de modos de vida contrapuestos a los suyos.

2. El nuevo guión recarga de motivaciones a sus personajes. Si en el original, la naturaleza ha castigado impiadosamente a Evans y su familia con una sequía, ahora además debe enfrentar a los poderosos: el ferrocarril que intenta quedarse con sus tierras, y el hombre que les ha cortado deliberadamente el cauce de agua que llegaba hasta ellos. A esto se suma el triste relato de cómo Evans perdió una pierna en la Guerra Civil.

3. Virus del cine contemporáneo, el psicologismo se apodera del personaje de Wade, de quien ahora sabemos que perdió a su padre y fue abandonado por su madre de chico. Fue en ese triste episodio, nos enteramos además, que Wade leyó de principio a fin la Biblia, a la que cita recurrentemente.

4. La reprobación de la mujer de Evans hacia su marido se acentúa hasta el desprecio y se traslada al hijo mayor, de 14 años, que cobra un protagonismo mucho mayor. El chico, como la mujer, se ven claramente seducidos por Wade, un hombre terrible pero mucho más fuerte e interesante que Evans.

5. Se suman y/o desarrollan varios personajes secundarios: los dos más destacables son el curtido cazador de recompensas que interpreta Peter Fonda, y la mano derecha de Wade, un psicópata llamado Charlie Prince, interpretado por el especialista en personajes “intensos” Ben Foster.

6. Se agregan dos datos de contexto histórico: la resistencia apache, y la explotación de trabajadores chinos que –al decir de un personaje– “deberían aprender de los negros”. Además, la anécdota de cómo perdió Evans su pierna en la Guerra Civil que puede leerse según Philip French –el crítico de The Guardian que es también autor de un valioso libro sobre el western– como una alusión directa a la manera en que el gobierno norteamericano se desentiende en la actualidad de los soldados que manda a Medio Oriente.

7. El final cambia abruptamente el del original, pero manteniendo el concepto de un virtual entendimiento de honor entre los protagonistas. Que lo aceptemos y creamos se debe una vez más a que cuenta con grandes actores. Cuando le preguntaron por qué recurrió a un británico (Bale) y a un australiano (Crowe) para dos personajes norteamericanos, Mangold contestó sin vueltas: “Porque hay una verdadera falta de masculinidad en el star system masculino del Hollywood actual”.

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