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Domingo, 13 de abril de 2008

CINE

Jóvenes pordioseros

La perrera, retrato de juventudes a la deriva en una película de Manolo Nieto, el director uruguayo que fue asistente de dirección en los clásicos rioplatenses Whisky y 25 Watts.

 Por Mariano Kairuz

La masturbación no tiene muy buena imagen en el cine. En el mejor de los casos es un chiste adolescente –muy gracioso en Loco por Mary, de los Farrelly; más o menos simpático y comprensivo en American Pie–, pero en la mayoría es un asunto desagradable (el marido de Penélope Cruz en Volver) y en general sórdido, cosa de tipos enfermos: Harvey Keitel en Un maldito policía; el padre de familia de Felicidad, de Todd Solondz; el inescrupuloso capaz de eyacular en cuestión de nanosegundos y con público, en nombre de la ciencia, en Kinsey; y hace muy poco, tres de los personajes masculinos de Secretos íntimos, una película sobre la clase media asustada, la infidelidad y la pedofilia. En semejante panorama, donde la única presentación saludable y más o menos normal del sexo-a-mano, es la de los púberes y los adultos incapaces de crecer de los Farrelly y compañía, la aparición de La perrera, la ópera prima de Manolo Nieto (Montevideo, 1972) constituye toda una pequeña liberación. Su protagonista es un chico de veinticinco años que hasta está un poco estigmatizado por su hábito: todo el mundo en el pueblo uruguayo de Rocha –zona turística que se despuebla fuera de temporada– sabe que David “se hace mucho la paja, que se agarró una debilidad bárbara, que hasta lo tuvieron que internar por eso”.

No es que La perrera sea una oda al onanismo, pero tiene algo de la tristeza y la felicidad (las dos cosas juntas, alternando y a veces coincidiendo) de no hacer nada, y del sexo-a-mano que acompaña tantos de esos momentos de no hacer nada. A los 25 años, David (Pablo Alexandre) no encuentra un rumbo para su vida ni tampoco parece buscarlo mucho. Esto tiene sus costos: su padre (Martín Adjemian, que murió hace casi tres años, en uno de sus últimos personajes en cine) tiene los recursos para mantenerlo pero le hace saber permanentemente que lo considera un inútil, una desgracia para su generación y para la sociedad y el país en general. Las chicas le duran más bien poco. No le interesa estudiar, y sin embargo aún siente un poco el peso de esa carrera universitaria dilatada hasta el infinito. Eventualmente, su existencia parece encontrar algo de sentido cuando su padre le encarga supervisar la construcción de una pequeña casa. La puesta de ladrillo sobre ladrillo, y sus contratiempos (la casa fue construida de verdad, para la película) marcan los tiempos del resto del relato.

Cuando se le pregunta por su película, Nieto (que antes de su debut como director fue asistente de Stoll y Rebella en 25 Watts y Whisky, y de Lisandro Alonso en Los muertos) habla de cierto “romanticismo” alrededor de una etapa de la vida en que a muchos chicos “el futuro les chupa un huevo”. “Ya ni me acuerdo cómo se originó la película –cuenta–; sí recuerdo que parte de la historia me la prestó un amigo, de cosas que le pasaron a él, como el hecho de verse obligado por su propio padre a construir una casa. O que siempre supe que mi primera película iba ser en La Pedrera, lugar donde pasé casi todos mis veranos y que fue fuente de locuras varias. Pero el origen de la historia fue también la desesperación; no saber qué hacer en tu vida, echar mano a lo que sea para justificar tu existencia. La verdad, a mí no me gusta trabajar. Vivo lo mejor posible trabajando lo menos posible. Pero eso no quiere decir que la película sea una apología de la paja. Todos nos pajeamos; la película muestra la intimidad de un tipo de vida que es tan respetable como la que lleva un tipo que trabaja 16 horas por día porque tiene un par de pibes que mantener.” La masturbación, entonces, parece decir Nieto, no tanto como un proyecto, pero al menos sí como una alternativa posible. “Los protagonistas de La perrera la pasan mejor: tomar vino, dártela con hongos, fumar porro y vivir en la playa para mí no sería ningún mal plan, si hubiera un poco más de minitas.”

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PABLO ALEXANDRE ( DAVID EN LA PERRERA )
 
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