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Domingo, 25 de mayo de 2008

PAGINA 3

El precio de los sueños

 Por Eduardo Febbro

desde Paris

El famoso manuscrito del Manifiesto del Surrealismo que André Breton empezó a escribir en 1924 en su casa de Lorient, más otros ocho manuscritos del mismo autor, ingresaron esta semana en el Panteón de los records financieros. La célebre casa de remates londinense Sotheby’s remató en París el conjunto de los nueve manuscritos de André Breton, entre ellos el texto que la casa califica como “el tratado de estética más célebre del siglo XX”, es decir, el Manifiesto del Surrealismo. El remate alcanzó precios muy por encima de las estimaciones de los expertos. Inicialmente, se calculó que la venta de este cuerpo único de la historia del arte y de la poesía alcanzaría entre un millón y dos millones de dólares. El remate se cerró el miércoles por la tarde con un astronómico cheque de cinco millones de dólares.

Los nueve manuscritos fueron adquiridos por el coleccionista francés Gérard Lhéritier y por el Museo de las Letras y los Manuscritos de París. Al principio del remate los textos fueron vendidos por separado pero luego, gracias a una “opción de reunión”, se vendieron en paquete, lo que evitó su dispersión y, por consiguiente, que los originales salieran del territorio francés. El conjunto excepcional propuesto por Sotheby’s corresponde a los textos que Breton le regaló a su primera esposa entre 1921 y 1931. Además del Manifiesto del Surrealismo en donde Breton desarrolló los principios de uno de los movimientos artísticos más importantes del siglo XX, también figuraba el manuscrito de “Pescado Soluble”, fruto de cuatro años de trabajo con el método de la escritura automática, y siete cuadernos escolares con el esbozo de “Pescado Soluble”. Estos cuadernos contienen textos y poemas-collages compuestos con recortes de diarios y dibujos. Las 59 páginas –32 de texto– de “Pescado Soluble” fueron publicadas en 1924 en el mismo volumen del Manifiesto del Surrealismo, que estaba destinado a ser el prólogo del libro.

“Pescado Soluble” y el Manifiesto forman una pareja indisociable. El Manifiesto funciona como la guía y la declaración de intenciones de los poemas. A principios de los años ’20, Breton atravesaba un período oscuro. Su libro de poemas precedente, Claro de Luna, había sido un fracaso, la revista que editaba, Literatura, tenía apenas 30 lectores y dejó de aparecer en junio de 1924. Breton empezó a escribir el Manifiesto a manera de prólogo pero luego borró esa clasificación y empezó la redacción de una suerte de ensayo a la vez literario y estético en el cual interpelaba a Freud, Sade, Dante, Hegel y el mismo Santo Tomás de Aquino. Breton propuso en ese texto lo que sería luego el “protocolo” estético del movimiento. Para André Breton, el surrealismo funciona como “un automatismo psíquico puro, mediante el cual se propone expresar, sea verbalmente, sea por escrito, sea de otra manera, el funcionamiento real del pensamiento. Dictado del pensamiento, fuera de todo control ejercido por la razón, fuera de toda preocupación estética o moral”. Con un estilo de frases fulgurante, un esquema teórico nuevo y una prosodia totalmente nuevas para la época, el Manifiesto detalla la hoja de ruta de una metodología estética cuyo término, surrealista, fue inventado por Apollinaire en 1917. El texto funciona con una docena de claves: homenaje a la imaginación, rechazo de la novela realista, refutación de las interpretaciones psicologistas, defensa del asombro, convicción de que el conflicto entre el sueño y la realidad puede resolverse, definición del surrealismo, principios de la escritura automática, imágenes surrealistas, collages y fragmentos, rebelión contra el conformismo, incitación a crear estados perceptivos sin los condicionamientos de ideas preconcebidas, sin el peso del “yo”, libertad absoluta. Breton propuso en su texto un ejercicio oportuno para iniciarse a la escritura automática. Este ejercicio resume toda la intención de la ambición estética. Breton recomienda empezar a escribir un texto en un “estado pasivo” o “receptivo”. “Reconozca que la literatura es uno de los caminos más tristes que no conducen a nada”. Con ese protocolo, hay que escribir, “sin tema preconcebido, lo suficientemente rápido para no retener y para evitar la tentación de releer”. Breton recomienda todo lo que la modernidad del siglo XXI proscribe: la no corrección, la fluidez, la no perfección, la fe “en el carácter inagotable del murmullo”.

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