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Domingo, 10 de noviembre de 2002

MúSICA

La aldea global

Quienes no escuchen un disco de Rubén Blades desde hace tiempo, se llevarán una sorpresa: el panameño acaba de sacar Mundo, un disco en el que deja de lado la salsa para hurgar en los sonidos populares de todo el planeta: ritmos afrocubanos, aires celtas, gaitas escocesas, guitarras flamencas, percusiones hindúes, melodías árabes y voces de Córdoba, Mali, Brasil y Broadway. En una entrevista con Radar, explica qué lo llevó en esas direcciones, por qué vuelve a la política, cómo será su próximo disco de tangos y revela en exclusiva la increíble y sangrienta historia de Pedro Navaja.

POR VICTOR PINTOS
Acompañado ya no con el latido picante de unas tumbadoras sino con el zizgagueante dibujo de un bandoneón, Pedro Navaja caminará las calles de Barracas rumbo a Constitución, donde se encontrará con la prostituta que lleva una Magnum en la cartera. Lo cuenta Rubén Blades en medio de una entrevista que, en verdad, había sido pactada para hablar de Mundo, su notable nuevo disco.
¡¿Uno de tus próximos discos será de tangos?!
–Estoy en eso. También en otro de salsa ciento por ciento, que haré con mi hermano Roberto o con Seis del Solar, el grupo con el que voy a cumplir 20 años. Recordarás que con ellos arranqué en el ‘83 haciendo Buscando América, que salió al año siguiente. El disco de tangos lo estoy trabajando con Carlitos Franzetti, que es mi amigo y un gran músico, un tipo que, después de sus exploraciones con el jazz y con toda la música internacional, sigue siendo profundamente argentino. Como lo era Jorge Dalto, que en paz descanse.
(Para quienes no lo conozcan: Carlos Franzetti es un músico de jazz, compositor y arreglador argentino que vive en los Estados Unidos desde los años setenta. A mediados de los ochenta intentó volver a la Argentina, pero su paso fue muy breve. No obstante, le alcanzó para hacer varios trabajos soberbios con artistas locales: produjo y condujo a Roberto Goyeneche en el maravilloso álbum El Polaco por dentro –1985– e hizo arreglos de cuerdas y dirección en algunos tramos de los discos Vengo a ofrecer mi corazón de Mercedes Sosa –1985– y La la la de Spinetta-Páez –1986–. Con Blades trabajó en varias ocasiones: suyos son los arreglos de cuerdas del álbum doble Maestra vida –1980– y de temas famosos de la obra del panameño como “Plástico” y “Siembra”.)
Ya que te metés en el tango, habrás escuchado el disco que Franzetti le hizo al Polaco Goyeneche...
–Sí señor. Por supuesto.
Franzetti también hizo tangos con su Orquesta Nova (su grupo de cuerdas neoyorquino con el que versionó clásicos como “La puñalada” y “El esquinazo”, y temas de Astor Piazzolla como “La muerte del ángel”, “Milonga del ángel” y “Oblivion”).
–Sí, y lo último que hizo, El poeta de arrabal, es excelente. Es una versión porteña del Dante.
¿Y cómo es eso de que Pedro Navaja será un tango?
–Voy a reinterpretar viejos temas míos. Voy a hacer “Pedro Navaja” en tango y también “Pablo Pueblo”, “Juana Mayo” y el nuevo “Ella”. Canciones que ya escribí. A veces uno se queda con que los temas son de la salsa y ya. Pero hay algunas que tienen letras y melodías que perfectamente pueden hacerse tangos, sólo hay que cambiarles el ritmo.
Es riesgoso. Algunas veces se han intentado hacer tangos con canciones que originalmente eran de otros géneros y han salido ensaladas horribles...
–(No duda) No me preocupa eso porque al tango lo entiendo visceralmente. Eso lo sabe Carlos. Él es mi amigo, nos queremos mucho, pero no por eso va a querer saltar hacia el charco del ridículo con su amigo Rubén.

MEMORIA UNIVERSAL
A veces pareciera que Los Angeles se resiste a abandonar el verano. Algo así ocurre en esta tarde de otoño, tan soleada, en la que Rubén Blades habla para un Buenos Aires de primavera que tiene un clima pesado y no sólo por la temperatura. Rubén Blades está feliz. Se llena la boca elogiando su nuevo disco y está bien: Mundo es una obra que es verdaderamente notable. Vio la luz hace pocas semanas, pero –al menos en la Argentina– sin mayores anuncios: el karma de los buenos discos que no firman las estrellas pop de turno. “Modestia aparte... es un discazo”, proclama sin vueltas. Si un oyente que no escucha al panameño desde hace varios años se topa con Mundo, seguramente se preguntará: ¿qué pasó? Porque este trabajo no es un típico disco de salsa, como tampoco lo había sido el anterior, Tiempos. Blades está en otro mundo, ahora es un artista de música popular, a secas. En otra entrevista concedida a Radar, a fines del ‘99 (es decir, poco después de la aparición de Tiempos), había deslizado que estaba empezando a hurgar en la música celta. Estaba inquieto y quería investigar. Ahora sabemos qué buscaba: Mundo es un disco que tiene ritmos y percusiones afrocubanos –por eso sigue empezando– y también aires celtas, una gaita escocesa, guitarras flamencas, percusiones hindúes, zigzagueos melódicos de procedencia árabe y voces de varios mundos, de las picantes cordobesas (argentinas) del grupo De Boca en Boca, que cantan una canción originaria de Mali, a la formal y muy afinada Luba Mason, figura de Broadway (y novia de Blades), pasando por el sólido grupo Boca Livre de Brasil y el escocés Eric Rigler.
Blades encontró el concepto de este disco en teorías genéricas que sostienen que hay una memoria compartida en los hombres. En una nota que escribió para explicar su disco, confiesa que trasladó esa idea a la música: “Creo posible que persistan en nuestro ser memorias de sonidos y ritmos musicales, legados que subsisten a pesar de distancias ancestrales y geografías imponderables”. Y ése es el punto que exploró: así, instrumentos y ritmos de sociedades aparentemente lejanas pueden entrelazarse sin contradecirse. Con esto explica que alguien le diga: “Coño, ¡me gusta esto, ¡pero no sé por qué!”.
En este disco no hay temas políticos. Hablás del espíritu.
–Exactamente ésa es la dirección que asumí. Lo que estoy buscando es reforzar los sentimientos de solidaridad. Pero en una de las cosas próximas que voy a hacer, ten la seguridad de que habrá un álbum de comentario social. Ciento por ciento, de arriba a abajo.

LA MARCHA DE LA BRONCA
Hablando de temas testimoniales, en Tiempos apareció “Hipocresía”, que tiene un contenido aplastante.
–Es muy fuerte. Y cuando lo tocamos en público, no sabes con qué silencio lo escuchan y cuánto aplauden al final. “Hipocresía” es una canción peligrosa porque no da ningún tipo de escapatoria. Es un callejón sin salida. Mi papá, que es uno de mis grandes críticos, me lo dijo: “Con esa canción no tienes para dónde escoger, porque lo que dices es... dolorosamente cierto”. Le pasa al público. Cada uno que la escucha, o hace un examen de conciencia y asume la parte de culpa que tiene, o termina tirándonos huevos. Y piedras.
En ese tema sorprende tu nivel de enojo. ¿Seguís así o se te pasó?
–Sigo así, claro. Mira lo que les está pasando a ustedes, a los argentinos. ¿Tú crees que lo que les pasa a ustedes no me enoja? La enfermedad es la misma, no importa el país. Es como la varicela, le da a cualquier persona del planeta. No importa la condición ideológica o el color de la piel. La corrupción y la mediocridad política la encuentras desde Bush hasta donde te metas. Y eso me sigue enojando, por supuesto; claro que no estoy todo el día encojonado... Y tampoco pierdo la esperanza.
Cuando te referís a estos quiebres de los políticos, usás un término interesante: desgobierno.
–Estrené públicamente esa palabra en “El apagón”, un tema del álbum Amor y control. ¿Te acuerdas? Decía: “La electricidad se interrumpió y por el apagón se suspendió la tortura de un subversivo que hacía un empleado del desgobierno”. Eso es, básicamente, lo que tenemos. Esos no son errores administrativos sino horrores, que se manifiestan con el impacto que provoca el desparpajo de esta gente. No importa en qué país esté. Hablandode esto y de “Hipocresía”, me pregunto: esta gente, ¿de dónde surge? Porque no hay escuela para presidente ni escuela para senador, ni para gobernador o alcalde. Esta gente surge del seno social y nosotros, a través del voto, le damos la posibilidad de que aparezca. ¿Y por qué esta gente continúa regresando? ¿Por qué no se le aplica el ostracismo de los romanos o los griegos? El desprecio social para que tú nunca vuelvas a gobernar en el país.
Bueno, acá se está dando algo así. El desprecio se manifiesta con escraches.
–¡Así debe ser! Si te encuentras con un torturador, ¿qué le vas a decir? “¿Hola, cómo está, hombre?” No, ¡qué cómo está!
Los militares argentinos que fueron condenados por violaciones a los derechos humanos y que después fueron indultados, no pueden salir a la calle.
–Está bien. Uno puede perdonar ciertas cosas, pero hay otras imperdonables en el contexto de una sociedad organizada a través de ciertas condiciones éticas y morales que pretendemos apoyar. Por eso, claro que sigo enojado. Yo canto “Hipocresía” mirando a la gente a los ojos y diciendo que esto nos ha pasado y que debemos hacer otra cosa para que no nos vuelva a pasar. Justamente por eso, en el disco Tiempos, después de “Hipocresía” puse una canción que completa la idea, “Encrucijada”, hablando del lugar donde estamos todos: o somos familia rota o somos nación salvada. O sea, no es que estos tipos ganaron, nosotros les dejamos ganar. Les damos vida con nuestra indiferencia, con nuestra irresponsabilidad, con nuestro egoísmo, con nuestra falta de solidaridad. Así les damos vida a estos monstruos que nos agobian. Les paramos el sustento en el momento en que los encaramos y les decimos: ustedes no tienen espacio con nosotros. Pero esto no se hace hablando huevadas en un café. Por eso me voy para Panamá otra vez.
¿Para retomar la política?
–Sí, mi proyecto político está inconcluso. Cometí errores, no entendí ciertas cosas, y ahora voy a apoyar un candidato; no voy a participar como aspirante a cargo público porque no lo merezco y no he estado en el país en los últimos diez años. Voy a regresar para apoyar a Martín Torrijos, un candidato que tiene la voluntad de cambiar cosas, y si ese candidato gana, me voy a quedar cinco años trabajando en algún puesto del gobierno.
¿Qué opinás del triunfo de Lula?
–Recordé mucho lo que les decía a mis compañeros del Movimiento Papa Egoró cuando estábamos en campaña (en el ‘94, para las elecciones presidenciales de Panamá): “Muchachos, corremos el riesgo de ganar...”.

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