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Domingo, 17 de agosto de 2008

FOTOGRAFíA > LA FOTOHISTORIETA DE MARCOS ZIMMERMANN

Tuve un amor en Paraguay

Un Paraíso con 70 vírgenes para cada Conquistador. Una catalana enviada por el Papa en busca de la vida eterna enamorada salvajemente de un cacique. Un perro español desbocado por amar y montar a una perra sudamericana. Todas historias reales. Todas sucedidas en Paraguay durante la Conquista. Todas parte de la nueva muestra de Marcos Zimmermann, la obra más rara de su asombrosa carrera como fotógrafo. A días de la inauguración, él mismo la presenta.

 Por Juan Pablo Bertazza

Es curioso que en la idea de conquista de América, más allá de revisionismos y correcciones políticas, prevalezca siempre la seriedad y nada de humor. Raro teniendo en cuenta el absurdo involuntario pero clarísimo que late en los diarios de algunos conquistadores y en la mismísima paradoja de encontrar un continente donde no se lo buscaba. Un humor que, como suele decirse, implicaría reírse no con sino más bien de los conquistadores, es decir, de su forma un tanto torpe de interpretar la realidad. Justamente en ese rasgo humorístico de la conquista parece poner el ojo el fotógrafo Marcos Zimmermann con Un perro en el Paraíso, una fotohistorieta de drogas, sexo y muerte ambientada en los Esteros del Iberá, en el siglo XVII, una serie de fotomontajes que, en su conjunto, arman una especie de historieta enriquecida con un texto escrito a cuatro manos entre el mismo Zimmermann y Julio Salinas, que se inaugurará al público el 20 de agosto en la galería Vasari. Aunque –aclarémoslo de entrada– no se trata de un humor light y frívolo sino, todo lo contrario, de una mirada lúdica que aporta reflexión y lucidez: “Siempre me fascinó la idea de que la conquista de esta parte del mundo, lo que hoy es nuestro país, fue una conquista frustrada, a diferencia de la de Perú por Pizarro o de Cortés en México. Porque éste era un territorio más pobre y no había un poder centralizado. Es decir que nos llamamos Argentina y tenemos el Río de la Plata por la plata de Potosí, pero lo cierto es que la plata siempre salió por Perú. Es una paradoja que en nuestro nombre propio llevemos una cosa que no existe, ¿no? Como una tautología al revés”, empieza Zimmermann. Y el tema de la historieta fotográfica que, por estos días, lo mantiene ocupado es el fabuloso pero real caso de “El Paraíso de Mahoma”, nombre por el cual fue conocida Asunción del Paraguay desde 1537 hasta 1543, cuando Alvar Núñez Cabeza de Vaca finalmente interrumpió la orgía perpetua de algunos conquistadores españoles allí varados, ya que los indígenas les habían entregado hasta setenta de sus mujeres a cada uno. Y también exhiben estas fotos las peripecias de Isabel Roser, una despótica catalana, financista de la orden de Ignacio de Loyola, que en 1540 atraviesa los Esteros del Iberá rumbo, otra vez, al “Paraíso de Mahoma” para buscar al mítico “Suri”, un animal poseedor de la eterna juventud, que también estará directamente vinculado con la lujuria. “Las dos cosas son absolutamente ciertas, aunque lo que creé yo fue la relación entre esos dos acontecimientos históricos que sólo tenían en común el hecho de ser contemporáneos”, aclara Zimmermann. “Por un lado lo del paraíso de Mahoma, que lo encontré investigando obsesivamente a partir de libros como El Paraguay de la conquista de Efraim Cardozo o Historia crítica de los mitos y leyendas de la conquista americana de Enrique de Gandía; y por el otro, la historia de Isabel Roser, que fue hasta Roma para pedirle al papa Pablo III que intercediera ante Ignacio de Loyola para crear la orden femenina de los jesuitas. El Papa no le dio cabida y la hizo venir hasta acá en busca del Suri de la eterna juventud.”

Parte fuerte del humor de esta historia/eta lo constituye, sin lugar a dudas, Amadis, el perro que acompañó a Isabel en su expedición y el único ser que vivió para contarla. También afectado por la atmósfera sexual de la zona, el can se pasó al bando indígena al enamorarse perdidamente de Akü-Itereí, una perrita sudamericana a la que, finalmente, le enseñó a hablar. “Lo notable es que después me enteré de que casi todas las comunidades aborígenes argentinas tienen el mismo perro, el perro Pila, porque es el perro primitivo de América: es pelado y feo como la novia de Amadis, pero además es casi mudo, ladra muy poco, así que ahí sentí algo muy importante”, recuerda con alegría Zimmermann, al mismo tiempo que confirma la idea del humor como fuente reveladora. Una soltura que tiene también mucho que ver con el gesto de liberación que implica para el artista exponer esta serie de fotos que tenía casi cajoneadas desde el 2005: “Me divierte exponer esta faceta poco clásica de mi trabajo que, al menos desde lo formal, no tiene mucho que ver con el resto de mi obra. Tené en cuenta que la fotografía, a diferencia de la pintura, te obliga a estar siempre atado a la realidad y a las situaciones técnicas para resolver una foto. La foto se resuelve siempre en un solo instante, por lo cual hay una tensión muy grande en el momento en que uno está por disparar. En cambio, estos montajes los resolví con mucho tiempo y siguiendo mi antojo”.

Claro que se trata de un antojo pertinente, ya que algunas características de estas fotos como la mezcla y la multiplicidad (todos los elementos, ya sean monjitas, gallinas o armas aparecen, al menos, más de una vez), sumadas al sincretismo que aporta el texto –de culturas (el perro español que se monta una perrita sudamericana), de animales (un perro que se erige como Pegaso sudamericano), de religión (cristianos sexualmente musulmanes con su harén de setenta indígenas), y hasta de historia con literatura– calzan muy bien a la hora de retratar ese fenómeno que, a menudo, es explicado de manera un tanto alambicada y eufemística como el “encuentro de dos culturas”. Todo con una dosis de humor revelador que, dicho mal y pronto, apunta a que ese tesoro que vino a buscar a América la agotada Europa era, además de lo material, también juventud, renovación. Poner la chaucha en remojo.

Un perro en el Paraíso, una fotohistorieta de drogas, sexo y muerte ambientada en los Esteros del Iberá, en el siglo XVII de Marcos Zimmermann.
Galería Vasari, Esmeralda 1357.
Lunes a viernes de 11 a 20.
Inauguración: miércoles
20 de agosto.

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Pegaso sudamericano

“Decidí que fuera ésta la tarjeta de presentación por todo lo que implica que un perro sea el Pegaso sudamericano. Todavía no sé si me equivoqué o no.”

Conquistador Cruz entre las hojas

“Cruz es el escudero de Isabel, un archicatólico que cae en las tentaciones del Paraíso de Mahoma y termina invirtiendo su sexualidad al encamarse con los indígenas. Es el que pone en claro que el ‘Suri’ de la eterna juventud no es otra cosa que la pija del cacique.”

Arbol de bebés (primera alucinación de Isabel) y Gallinas voladoras por sobre los catres (segunda alucinación de Isabel)

“Cuando Isabel llega a El Paraíso de Mahoma se enamora del cacique Tatú, porque era una mujer muy voluptuosa y se encierra con él durante meses, entonces las concubinas del cacique, celosas, le ponen en el mate cebil, que era una semilla. alucinógena. La foto de la primera alucinación surgió de una manera muy rara, pero me gusta porque es totalmente surrealista y extraña... El de abajo es un correntino, el bebé es de una mujer wichí, las narices de un jujeño, las bocas que vuelan de un santafesino y el de fondo es un paisaje pampeano. La idea era mezclar las cuestiones de la tierra. De la segunda me gustan especialmente las monjitas. Surgió también de manera alucinante, algo que pudiera estar viendo Isabel en un catre.”

 
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