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Domingo, 26 de octubre de 2008

Regreso con Gloria

El camino de Divina Gloria es largo, sinuoso y empinado, pero sobre todo divertido: hizo televisión con Olmedo cuando el país se detenía para verlos, y de ahí se iba a hacer teatro under con Batato Barea a Cemento; grabó con Cachorro López un disco con un hit imperecedero (“Ay, qué calor”), hizo pop bailable, electrónica con Leo García y trance con uno de Los Pericos, actuó con Pepito Cibrián y ahora, para cerrar un círculo que empieza con el exilio de sus abuelos, saca un disco conmovedor de tangos en ídish.

 Por Mercedes Halfon

Divina Gloria editó un disco de tangos en idish, y es por lo menos difícil imaginarla, justamente a ella, encarnando esas letras tristísimas y esas músicas antiguas e hipnóticas compuestas en ghettos y en campos de concentración. Para componer esa estampa que se ve en el disco y en el show que estuvo haciendo en el Maipo, Divina, con los ojos muy pintados de negro, vestida de negro y con una luz dramática y teatral, encarnando tangos judíos, hay que pensar primero un recorrido extenuante.

Es, en principio, el que hace el tango, furor en Europa en la primera década del siglo XX, un sonido pasional y exótico que se expande como un reguero de pólvora; es tocado primero como una rareza y luego adoptado, y hasta compuesto allá. En los ’20, músicos judíos (basta recordar la célebre El pianista de Polanski) que tocaban para la aristocracia de las capitales del glamour terminan encerrados en ghettos y hasta obligados a tocar para sus captores. En ese contexto se componen tangos en idish que después darán la vuelta al mundo en sentido contrario, otra vez en Argentina, donde ya existía una escena de teatro en idish destacadísima. Entre los exiliados forzosos y los que lograron zafar antes del estallido de la guerra, se encuentran los abuelos de Divina, Bela Ariel y Suchard Handfuss, un matrimonio de actores de Berlín que en medio de una gira por Buenos Aires decidirán quedarse, instalarse, comenzar a actuar, tener hijos, nietos.

VIAJE DE PURPURINA

Por eso Divina Gloria dice: “Soy de familia de actores, por mi sangre corre purpurina, mi ADN es polvo de camarines”, se ríe y sigue: “Cuando mi abuela vivía con nosotros y hacía teatro en idish, y por ahí hacía falta algún nenito o nenita, me llamaban y yo iba. Era como la Shirley Temple argentina. Podía cantar en idish o hacer tap. Empecé profesionalmente de niña, cantando con foso de orquesta, aprendiendo letras, todo, pero odiando ensayar, algo que me quedó, y seguí detestando, con los tres ensayos mínimos siempre me sentí segura, siempre fui medio kamikaze”.

Por eso, antes de su etapa más visible y reconocida en los años ’80 de la mano de Olmedo y Batato Barea, Divina ya tenía un recorrido artístico considerable. Sus precocidades en el mundo idish, una versión de El violinista sobre el tejado en el teatro Astral, dos comedias musicales con Pepito Cibrián y después sí, Peinados Yoli, el grupo de clown con el que deambuló por espacios under y donde compartió escenario con Batato y Ronnie Arias y otras personalidades.

“Era una época divina”, dice Divina, ya ni reparando en el sentido doble del comentario. Ella estaba, digamos, en el lugar justo y en el momento indicado. Y es extraño pensar en ella viajando en taxi desde el canal donde filmaba horas con Olmedo rumbo el Parakultural, donde se gestaba otra epopeya, igual de alocada y célebre. ¿Cómo hacía? “Era genial. De pronto Olmedo pasaba por el camarín y veía un casco con bananas o algo así que no tenía nada que ver con lo que teníamos que grabar y se daba cuenta de que yo me tenía que ir para otro lado. Me decía ‘¿Tenés doblete, enana?’, y como él era tan generoso y tenía tanto oficio, apuraba los textos para que yo llegara tranquila a las dos de la mañana a Cemento...”. Y llegaba y actuaba. Y después, al día siguiente, más grabaciones, y teatro con la compañía de Olmedo, y temporadas en Mar del Plata. “De golpe estaba participando de un programa que tenía 50 puntos de rating, si existiera esa medición, porque se paraba el país para verlo. Y nadie me decía: ‘Cambiá, adelgazá, operate, bajate la cresta’, porque Olmedo me respetaba. Me acuerdo que las cámaras tenían base triangular, yo me sentaba ahí y lo miraba en su despliegue de topetitud, de poses y gestos y después terminaba el sketch y se sentaba y se quedaba dormidito, súper tranquilo. Dormía despierto, como en vigilia, preguntando si habías morfado o no, si tenías plata para viajar. Estaba atento a todo. Sin cosas de diva, y eso que era un delirio lo que le pasaba a la gente con él. Y le sigue pasando, porque no hay un día en que no me hablen de Olmedo, o que yo no lo ame y no pueda creer haber estado ahí, en ese momento.”

POP CONVERSO

Y lo raro del disco de tangos llamado Shalom Baby no es sólo por su pasado y presente de comediante sino también por su perfil de cantante pop –Madonna viene a fin de año, detalle que no se le pasa por alto, lo menciona al pasar en una charla telefónica con su manager, y estaría bien que ahora que las dos están tan interesadas artísticamente por el judaísmo puedan cruzarse una vez, por fin, puedan verse– con un hit que fue y será parte de la historia. Qué calor, qué calor, sin ropita está mejor. ¿Cómo olvidarlo? “Desnudita es mejor fue mi primer disco y fue una propuesta de Cachorro López de hacer un disco pop. Así como ‘Libertango’ fue el primer tango electrónico, el que cantó Grace Jones, que le puso letra al tema de Piazzolla, yo creo que ‘Ay, qué calor’ es el primer rap argentino. Y fue muy fácil hacer ese tema, después ya llenar un disco se complicaba más, porque era una cosa medio impuesta, que había que hacer, y yo no tenía mucha conciencia de nada en ese momento, aparte estaba haciendo mucha tele y teatro.” Pegadizo como pocos, el tema se convirtió en el himno de Divina y de una época. “Coincidió que fue cortina de Rock and Pop, y uno de los últimos discos que hizo Interdisc. Pero fue genial porque aún hoy voy a una radio o a cualquier lugar y me lo pasan tipo homenaje. Debería ser todavía más un clásico, un forever. Aunque lo es, sí, lo es.”

SER LOS ABUELOS

Después vinieron otros discos, reversiones, uno electrónico con Leo García grabado en dos horas, otro con el Chapa de Los Pericos, y finalmente éste, un poco más serio, que incluye un sentido reencuentro con sus orígenes a nivel musical. Y a otros niveles también. “Empezó como idea en Los Angeles, donde fui a laburar a un teatro que pertenece a Disney. Se me abrió mucho campo visual y auditivo. Afuera hay mucho mercado para cosas distintas, en NY hay muchas bandas que cantan en ídish, sellos especializados hacen ídish electrónico, ídish hip hop, mil cosas. Son bandas que no paran de tocar y hay público para eso. Lo que quisiera es lograr que haya un público acá, bueno, lo estoy intentando. En Los Angeles toqué con una banda tremenda que es la Klezmer Juice Band de Gustavo Bulgach. Y fue un delirio de ventas, tuvo críticas excelentes, dijeron que yo era la Judy Garland ídish.”

Con ese envión nació Shalom Baby, un disco que mezcla tangos en ese idioma con canciones más festivas, música del klezmer, eso que uno imagina como la banda de fondo de un casamiento judío, clarinete en primer plano, violines, acordeón, pandereta, pero cantado por la particular voz de Divina Gloria. Viaje a Jerusalén mediante, Divina se está reuniendo otra vez con ese origen, cerrando un círculo: “Con mi abuela Bebela tenía una afinidad enorme. Me encantó volver a eso, como si fuera un homenaje, no para quedarse en el pasado porque antes fue mejor, no, porque es tu sangre, es el amor verdadero. Viste que los abuelos son los que más nos quieren, y mis abuelos eran realmente geniales. Me encantó acercarme de alguna forma a lo que ellos fueron. Si ellos no hubieran hecho ese maratón de vida, no hubiera nacido yo”.

Y el maratón sigue, ahora protagonizado por Divina. El maratón incluye todo: hacer teatro under, televisión descontrolada, canciones pop, tener un hijo, teatro serio, un disco con las canciones más tristes imaginables y con otras canciones para ponerse a bailar ahí mismo, aunque no se entienda la letra, aunque no se sepa por qué se baila, hay algo que invita a la fiesta, a celebrar: “Esos tangos son tremendos pero tienen la alegría de rescatar la vida. Aun en un campo de concentración la gente podía escribir poesía, hacer música; el ser humano tiene esa fortaleza de querer sobrevivir y volver a ser feliz. Hay tanta gente que lo consiguió y ése es el milagro de la vida, pero ¿cómo lo transmitís? ¿Cómo se lo explicás a la gente? ¿Casa por casa?”.

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Imagen: Foto: Nora Lezano
 
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