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Domingo, 14 de diciembre de 2008

DESPEDIDAS > MURIó ODETTA, LA MADRE DEL FOLK DE PROTESTA

Pantera negra

Nació en Alabama en plena Gran Depresión, y cuando se mudó a Los Angeles, estudió música clásica impulsada por profesores que se asombraron de su talento. Pero en los ‘40 decidió dedicarse de lleno a la música folk, y en esos años era una de las pocas mujeres que rescataban la tradición: antes de ella, ninguna mujer solista (menos aún negra) que cantara blues o folk o canciones de protesta había grabado o salido de gira. Influencia central para artistas como Bob Dylan, Pete Seeger, Joan Baez, Janis Joplin, Bruce Springsteen, Cassandra Wilson, Tracy Chapman, Nick Cave y tantos más, Martin Luther King la llamó “La reina de la música folk”, Rosa Parks dijo que sus canciones eran lo que más la inspiraban y emocionaban, y fue una voz central en la lucha por los derechos civiles que culminó con su participación en la Marcha sobre Washington donde cantó “O’ Freedom”. Murió la semana pasada a los 77 años y no pudo ver cumplido su sueño de cantar en la asunción de Barack Obama. Las palabras que siguen fueron tomadas de diversas entrevistas que dio a lo largo de su vida.

 Por Odetta

No me acuerdo cuál fue la primera canción que canté, pero me contaron que poco antes de que nos fuéramos de Alabama para Los Angeles, cuando yo tenía seis años, mi abuela me llevó a un evento del que participaba con sus amigos. Cuando volví, me senté sobre un troncó y canté un blues, no sé cuál. Creo que me dieron un trago de algo, durante la noche. Fue mi primera actuación borracha.

Nací al principio de la Depresión, y todavía se la pasaba muy mal cuando nos mudamos a Los Angeles. Me acuerdo que viajamos en tren con cajas de comida. En un punto, un inspector vino y dijo que todas las personas de color debían bajar de ese vagón e ir a otro. Esa fue mi primera herida, que traté de curar con esta música. Por supuesto llevábamos bolsas de comida, porque de lo contrario nos íbamos a morir de hambre en el camino: a la gente de color no le iban a servir almuerzo y cena en el tren, y nosotros lo sabíamos. Incluso si hubiera habido un restaurant por el camino, en una parada, no habríamos podido entrar para comer.

La música folk es la historia de Estados Unidos. Y al estar en ella, encontré que viene de gente poderosa y determinada, algunos secuestrados y traídos aquí, otros que eligieron esta tierra. Algo que tiene mucho trabajo y esperanza y dolor. Esto está marcado por algo más que la música o las letras. Muchas veces me pregunto qué tiene “Amazing Grace”. La letra, claro, pero hay algo más allá, algo que desconozco. Quizá sea mejor que lo ignore, de lo contrario empezaría a hablar de ello y lo arruinaría. Cuando me hablan de la Marcha sobre Washington y del discurso de Martin Luther King y mi show allí, me gusta recordar lo que pasó antes. Hubo una mujer que se negó a ceder su asiento en un ómnibus a un blanco. Había una comunidad en todo el país que trabajaba en los problemas de sus propios barrios. El músculo estaba desarrollándose en ese momento. La gente estaba preparada para apoyar al reverendo Martin Luther King, y lista para probar el tema de poner la otra mejilla. Creo que nosotros no creíamos en poner la otra mejilla. Pero pensábamos que esa táctica podía llegar lejos, o en todo caso más lejos que enfrentarnos con sangre y balas. Había una comunidad preparada para Martin Luther King. Cuando él apareció, nuestra conciencia estaba lista y lo seguimos. Fue la época más excitante que yo haya vivido. La gente trabajando junta, los extraños se saludaban, fue fantástico.

Cuando me llamaron, yo me sentía muy tímida. Estaba ahí al costado, esperando que me pidieran hacer la canción. Muchos me preguntan cómo elegí la canción para ese momento histórico. Si buscaba en mi historia, todas las canciones eran sobre la libertad. Es algo dado. Por eso canté un spiritual, “O’ Freedom”: no es que elegí una canción para esa noche, lo que iba a elegir estaba en mi historia. No recuerdo siquiera quién más tocó: me acuerdo nada más de la cantidad de gente, y de pensar en lo que debían haber pasado, el gasto en que se habían puesto para llegar a Washington DC. Me acuerdo que las cámaras de los documentales y la TV se apagaron cuando yo toqué. Eso me dolió. Se la prendían a los que tenían seguidores, a los famosos, a los que podían hacerles ganar dinero. No filmaron todo el evento. Hace poco pasó con un maratón aquí. Un chico africano lo ganó, incluso cuando durante la carrera sufrió un pequeño detour. ¡Ganó a pesar del desvío! Y las cámaras de TV no tomaron su llegada a la meta: tomaron la del blanco que salió segundo. Las cuestiones continúan, las heridas siguen abiertas, a pesar de que mejoraron. Lo que agradezco, irónicamente, es que el día de cumpleaños de Martin Luther King no se haya convertido en un día de rebajas.

Siempre quise cantar, la música siempre fue el foco. Estudié música clásica, pero no me sentía plena allí. Era un lindo ejercicio, pero no tenía nada que ver con mi vida. La música folk habla de mi vida y mi historia, de la bronca, del odio incluso, del veneno, del camino de la existencia. Eran canciones de liberación. Eran canciones de la historia negra, y era una de las pocas que lo hacía en ese momento: lo digo con humildad, no tenía la bola de cristal ni me miraba con objetividad. Sólo estuve en el momento adecuado. Yo quería hacer un servicio, ser útil a la humanidad, y la música folk era lo que necesitaba. Además, era mi educación: en la escuela, cuando leíamos sobre los esclavos, nos enseñaban que los esclavos estaban felices y cantando todo el tiempo. Eso me lo tragué y me dañó. Me insultó. Pero también me di cuenta de que la música era un lugar donde trabajar. En las películas éramos siempre payasos y sirvientes. En Los Angeles no había carteles indicadores como en el sur, pero igual sabíamos dónde no ir. Y por supuesto que estábamos dolidos y heridos. Ningún ser humano saludable puede crecer en un ambiente así. La música me enderezó la espalda y me enruló el pelo. En los años ‘40, cuando encontré la música folk y nuestra lucha, dejé de plancharme el pelo, me lo corté y me lo dejé corto. Lo que ahora se llama un afro o un natural, entonces se llamaba “un Odetta”.

“Lo que me llevó a cantar folk fue Odetta. Escuché un disco suyo en una disquería, en la época en que se podían escuchar ahí mismo en el negocio. Era 1958 o algo por el estilo. Allí mismo salí y cambié mi guitarra eléctrica y mi amplificador por una acústica, una Gibson chata. Había algo especial en ella, algo vital y personal. Me aprendí todas las canciones de ese disco. Era el primero que ella había editado, y las canciones eran ‘Mule Skinner’, ‘Jack of Diamonds’, ‘Water Boy’, ‘Buked and Scorned’. De Odetta pasé a Harry Belafonte, The Kingston Trio, de a poco fui descubriendo más hasta llegar a Woody Guthrie, que me abrió otro mundo.”
Bob Dylan (1978)

“Ella era superpoderosa. Fue una gran influencia en mi formación, y me cuidó. Ella y su marido me pasaron a buscar por mi casa de Belmont y fuimos en el auto todos juntos hasta el festival de Newport. Nunca me lo voy a olvidar. Cuando la conocí en la Gate of Horn de Chicago se me aflojaron las rodillas, y eso rara vez me pasa, y menos me pasaba en aquellos años. Fue una de las personas que realmente me hizo entender la música folk. Era mi heroína y fue mi amiga.”
Joan Baez

“Ella tocaba con ese rasgueo hacia arriba y hacia abajo, donde no se necesita la batería. Es como un tex mex. Recuerdo haber pensado: Yo podría usar ese ritmo. Me aprendí las canciones: era un momento en que podía aprenderlas después de haberlas escuchado una o dos veces. No recuerdo haber comprado el disco.”
Bob Dylan (2006)

“Si sólo pudiéramos estar seguros que cada cincuenta años aparecerían una voz y un alma como los de Odetta, los siglos pasarían tan rápido y sin dolor que apenas reconoceríamos el tiempo.”
Maya Angelou

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