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Domingo, 4 de enero de 2009

CINE > SüDEN, EL DOCUMENTAL SOBRE MAURICIO KAGEL

El profeta en su tierra

Considerado durante décadas uno de los mejores compositores de música clásica contemporánea del mundo, Mauricio Kagel no pisó la Argentina por casi cuarenta años. Por eso, su regreso, invitado por el Centro de Experimentación del Colón en 2006, fue un motivo de conmoción y entusiasmo por parte de la escena local. Ese conmovedor reencuentro entre Kagel y su país quedó registrado en el documental Süden, de Gastón Solnicki, que lo siguió a sol y a sombra.

 Por Diego Fischerman

La frase de John Cage tal vez haya sido una boutade. Tal vez tuvo como objetivo principal hablar mal de algunos más que elogiar a otros. Pero lo cierto es que cuando dijo que el mejor compositor alemán era argentino y se llamaba Mauricio Kagel, delató un cierto estado de las cosas. Y, en ese contexto, que su música no se tocara casi nunca en Argentina y que después de su partida nunca hubiera sido regresado al país, salvo para una actuación organizada por el Goethe –es decir por Alemania– a mediados de la década de 1970, hizo mucho por la construcción de la leyenda. Kagel, cuyos discos comenzaron a circular con mayor asiduidad en los ’90, por lo menos entre músicos, ganador del Premio Siemens y tenido en la escena europea como uno de sus héroes, tenía, para la Argentina, el rostro de su ausencia.

En 2006, el Centro de Experimentación del Colón decidió traerlo de vuelta. Se organizó un festival en su homenaje y se planificaron actividades que fueron desde la posibilidad de que él dirigiera a un grupo de jóvenes intérpretes hasta el estreno de ocho filmes de danza proyectados junto a la interpretación en vivo de su Rosa de los vientos, la presencia del grupo italiano que había estrenado Mare Nostrum en la Bienal de Venecia o la presentación en la calle de la extraña y poética escena fugitiva para 111 ciclistas llamada Una brisa. Nadie creía que Kagel fuera realmente a venir. Pero vino. Y ya en Buenos Aires fue seguido, casi sin descanso, por el cineasta Gastón Solnicki. Después de un largo y meticuloso proceso, vio la luz el film Süden. El título es, a la vez, el de una de las piezas de La rosa de los vientos, el del grupo musical que trabajó junto a Kagel en Buenos Aires y que resultó protagónico en la película y, para cualquiera que viva en este país, una referencia inevitable al sudor, que con o sin lágrimas y sangre, parece inevitable a la hora de hacer música en Buenos Aires. El film fue presentado en el Festival de Cine Independiente y ahora vuelve a ser exhibido. En el medio, Kagel murió en Alemania, el 18 de septiembre, y ese viaje al que el documental refiere se cubrió, por añadidura, con un melancólico tono de despedida.

Solnicki no busca, en el film, ser fiel a la sucesión cronológica ni testimoniar paso a paso el festival. Tampoco se detiene demasiado en el anecdotario ni en la visión que Kagel pueda tener de esa Argentina a la que regresa después de años de ausencia. En una escena maravillosa, al comienzo, con un trasfondo de trenes y estaciones alemanas, Kagel habla sobre la Argentina. Y habla en alemán. Al film, más que las palabras, le interesa el sentido de polifonía y de distancia: unas lenguas que hablan de otras y se superponen, como las distintas líneas de un madrigal renacentista. Después, lo que se verá es un largo ensayo; la construcción de una obra. El director sustrae la música terminada. Eso que se ha ensayado nunca llega a tener lugar en la película. Y la única música que suena completa, en el final, mientras el grupo toca sobre el escenario del Teatro Colón, es otra –una de las piezas de La rosa de los vientos– y ni siquiera coincide con la que correspondería a esa escena. El film es un montaje y muestra un montaje. La música de Kagel, estructurada en capas de referencias culturales, se va armando, precisamente, en capas, a lo largo de un film que no hace otra cosa para existir como tal. Süden es, claramente, un film de autor. Allí se elige un rumbo entre muchos otros posibles. Como toda obra, o todo acto humano, cada una de sus escenas –y sobre todo la manera en que éstas se encadenan– es, al mismo tiempo, una marca de todo lo que no se ha incluido. Aquí no hay voz en off, no hay otra verdad que la que las propias imágenes van generando. La única información objetiva aparece en las leyendas en las que se informa de manera escueta la realización del Festival Kagel y los nombres de sus organizadores. Es más, ni siquiera está la música de Kagel, más que en esos fragmentos que se van completando de a poco pero sin llegar nunca a la versión de concierto. Sin embargo, aunque no se cuente con detalle lo que Kagel hizo en la Argentina, y tanto la ansiedad por su visita como la larga historia de negaciones y silencios anteriores se dé por sentada; aunque las rivalidades que rodearon su estadía y las polémicas que podría suscitar su estética estén ausentes, hay un clima perceptible en las miradas de admiración de los músicos mientras él les da indicaciones y que sirve de telón de fondo para aquello que, finalmente, la película narra: qué es –o cómo se forma– una obra de arte.

Süden se estrena el 9 de enero en el Malba.

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