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Domingo, 11 de enero de 2009

MúSICA > LA PRIMERA CAJA PARA ENTRAR EN THE KINKS

Los caballeros de la caja redonda

Rockeros, hippies, punks, rebeldes, conservadores: con más de cuatro décadas de existencia, The Kinks fueron de todo y antes que todos. Pero lo más importante es que las canciones de su líder, Ray Davies, son consideradas himnos y clásicos del rock inglés. Para Peter Townshend, la obra de un poeta que merecería ser laureado. Para muchos otros, el tercero en discordia entre Los Beatles y los Rolling Stones. Ahora, la caja Picture Box reúne por primera vez, en 6 cd y 137 canciones, lo imprescindible para entrar en ese universo kink donde todo fue tan adelantado y ahora es tan clásico.

 Por Rodrigo Fresán

La historia es larga y rara y única y ha sido prolija y exhaustivamente documentada. Pero, aún así, continúa siendo una gran historia. Una de esas historias que –aunque se sepa todo– sigue siendo un misterio atendible, intrigante y cuya resolución, afortunadamente, parece imposible o, por lo menos, lejana.

La historia es la historia de The Kinks. Y, por fin –luego de demasiadas antologías, greatest hits y best of parciales lanzados eventualmente por las demasiadas discográficas por las que pasaron, llámense Pye, Reprise, RCA, Arista, London, MCA, Sony Columbia y Konk/Guardian– Picture Book la cuenta entera. En seis cd y 137 canciones grabadas entre 1963 y 1995 más un libro conmemorativo de 60 páginas. Y en Picture Book –título de una de sus más tarareables canciones– no está todo lo que debería estar, pero sí está mucho de lo que jamás debería ausentarse.

Y lo del principio: bajo la música suena y resuena la letra de una historia como ninguna otra en la historia del negocio. La historia de una banda que comienza haciendo furibundo power pop (y de paso inventa el heavy y el guitar sound como marca distintiva), que casi enseguida se autosabotea convirtiéndose en unidad autónoma imperialista lamentando el fin de una victoriana Edad Dorada mientras sus colegas se entregan a los elixires alucinógenos del Rey Acuario, que después muta a troupe teatral enhebrando una serie de fracasados álbumes conceptuales, y que vuelve a las primeras posiciones redescubriéndose primero como fabricantes de canciones sueltas y, después, como rockers para estadios norteamericanos para, a continuación, no acabar pero sí languidecer a la espera de una nueva resurrección que, dicen, está a la vuelta de una esquina de Muswell Hill.

Mientras tanto y hasta entonces, Picture Book: canciones como fotos de un abultado álbum familiar en el que también estamos todos nosotros.

LOS ‘60 La historia dice que los hermanos Raymond Douglas Davies (1944) y David Russell Gordon Davies (1947) nacieron en el número 6 de Denmark Terrace, en Fortis Green, Muswell Hill, al norte de Londres y que, al poco tiempo, ya estaban peleándose en la sala de la casa, discutiendo acerca de quién iba a cantar ese estribillo o hacerse cargo de aquel solo de guitarra. Empezaron como todos: skiffle británico y rock and roll negro, se juntaron con sus amigos Peter Quaife y Mick Avory, tuvieron varios efímeros nombres (The Ray Davies Quartet, The Pete Quaife Band, The Bo–Weevils, The Ramrods, The Ravens) hasta decidirse por el definitivo y un par de singles fallidos antes de alcanzar la piedra filosofal y fundamental de un sonido único que estremeció al mundo. “You Really Got Me”, se llamó esa canción; pero en realidad fueron ellos quienes poseyeron al planeta por un rato con esos riffs abrasivos y esas letras casi violentas, como de drugos pelando naranjas mecánicas, entonadas por una voz rara y nasal y casi amanerada. La sensación –perversa– era la de escuchar a un nerd decidido a dejar de serlo sin importar el precio. Así, “Don’t Ever Let Me Go”, “I Need You”, “Set Me Free”, “All Day and All of the Night” y, sin avisar, los primeros síntomas de que The Kinks son, sí, kinky. Canciones que parecen ir contra la moda de tiempos que están cambiando y que, pareciera, en el decir y sentir de Ray Davies, no deberían cambiar: “I Go to Sleep”, “Where Have All the Good Times Gone”, “There’s a New World Opening for Me”, “Tired of Waiting for You”, “Wait Till the Summer Comes Along”, “Where did My Spring Go?”, “The Way Love Used to Be”, “Ring The Bells” y la tan ambigua y exótica “See My Friend”. Canciones de un romántico a la antigua que prefiere quedarse en casa releyendo a Dickens antes que salir de farra con la fauna más respetable y controversial de los Swinging Sixties. Así, The Kinks fotografiándose vestidos para cazar zorros y despreciando los estampados de colores. Así, Ray Davies –ya casado y con hijo– proponiéndose como el más transgresor de todos: el rebelde conservador.

Y, de pronto, las perfectas viñetas y sketches de “A Well Respected Man” y “Dedicated Follower of Fashion” y “Mr. Reporter” y “Polly”, “Mr. Pleasant” y “David Watts” y “Did You See His Name?”, “Session Man” y Ray Davies descubriendo y haciendo descubrir que es el mejor letrista de su generación a la vez que un consumado escritor satírico en la mejor tradición de los clásicos ingleses. Un eximio pintor de paisajes (el también maldito Randy Newman, que tanto se le parece, pronto haría lo mismo con y por el imaginario Made in USA) donde abundan los callejones sin salida, las casas de campo, los idílicos pueblos de campiña, las despiadadas luces de la gran ciudad, las tardes luminosas y depresivas y la súbita felicidad de recoger las hojas amarillas del otoño hasta alcanzar el éxtasis de pertenecer al mejor lugar del mundo. “This Is Where I Belong”, “Sunny Afternoon”, “Autumn Almanac”, “Dead End Street”, “End of a Season”, “Village Green”, “Big Black Smoke”, la epifánica y para muchos insuperable por propios y ajenos “Waterloo Sunset”, “Animal Farm” se convierten en cuentos sueltos o recopilados en discos como The Kinks Kontroversy (1965), Face to Face (1966) y Something Else by The Kinks (1967) que acabarán cuajando en una gran novela titulada The Kinks Are the Village Green Preservation Society (1968) que nadie comprenderá entonces y que hoy es motivo de adoración y envidia. De allí –y de su suerte de continuación de 1969, Arthur or the Rise and Fall of the British Empire–- salen, tal vez, sus mejores fotografías. Lo que no significa que Ray Davies sea un hombre feliz: canciones como “Too Much on My Mind” y “I’m Not Like Everybody Else” y la mística “Big Sky” apenas disimulan el perfil de un hombre confundido al frente de una banda confusa. Una banda que tiene la entrada prohibida a USA por problemas de disciplina sindical (y que, por lo tanto, se pierde los grandes y enriquecedores años de la Invasión british al mercado norteamericano), que no para de pelearse con sus compañeros de grupo (especialmente con su volátil y competitivo hermano), que es considerado por sus colegas –casi a regañadientes– el mejor lyricist del asunto, pero cuyos discos cada vez venden menos. De ahí que “Days”, lo último que grabó la formación original, la que tal vez sea su canción más perfecta –Davies lo reveló en su autobiografía novelada X–Ray– no sea una tierna y triste despedida para un amor, sino una triste y tierna despedida a sus amados The Kinks, sin atreverse del todo a decirles adiós pero, eso sí, dándoles las gracias mientras cae la noche.

LOS ‘70 Y The Kinks sigue funcionando a la vez que se autodestruyen. Los dos primeros álbumes de la década –Lola versus Powerman and the Moneygoround, Part One (1970) y Muswell Hilbillies (1971)– exploran las miserias de la industria discográfica y la búsqueda de ese santo grial que es el hit-single (que, muy kink, resulta ser una sentida y tumultuosa oda a un travesti llamado Lola) y la decadencia del barrio londinense que vio crecer a los Davies con aires de country-pub. Son grandes discos. Son, también, discos amargos y amargados con un Ray Davies alcohólico y depresivo que se desmaya en el escenario (luego de anunciar el fin del grupo sin darse cuenta de que su micrófono estaba desenchufado) y llora sus penas de amor mientras evoca a los mitos de Hollywood en “Celluloid Heroes”. La solución es ser otro, ser muchos, ser demasiados y de ahí una serie de fracasados pero admirables trabajos conceptuales explorando diferentes territorios de una Inglaterra ruin y en ruinas. Así, la especulación inmobiliaria asediando una paradisíaca aldea en los seis lados de Preservation: Act 1 (1973) y Preservation Act 2 (1974), la destrucción de un hombre común seleccionado por un alien obsesionado por convertirlo en una pop-star en esa suerte de versión depresiva de Ziggy Stardust que es Soap Opera (1975), y el anecdotario de aulas y pasillos en un tradicional colegio british de Schoolboys in Disgrace (1975). Todos ellos escenificados por los músicos convertidos en actores e incomprendidos por un público que sólo quiere oír “You Really Got Me” y “Lola”.

Algo hay que hacer, cambio de sello y The Kinks vuelven a tener éxito con discos “normales” y “de canciones”, donde vuelve a brillar el poderío de Davies a la hora de la instantánea permanente. Paradójicamente, Sleepwalker (1977) y Misfits (1978) los devuelve a los charts con sentidos himnos al cansancio de la carretera, al jet-lag de los años que pasan, a los idiotas que se niegan a pasar, al insomnio sonámbulo, al amor fraterno y a la resignación ante las fantasías estrellándose con la realidad. La caminera “Life on the Road”, la estoica “Misfits”, la confesión para fans “Rock’N’Roll Fantasy” y la redentora “Juke Box Music” marcan la pauta. Y, para 1979, con el irónicamente titulado Low Budget, The Kinks de pronto descubren que son Kings of America y le cantan a una nación en crisis. USA en lugar de UK, pero la misma sonrisa torcida de Ray Davies describiendo el panorama de una crisis que, por una vez, no es la suya.

LOS ‘80 Y sorpresa o no tanto: hay algo que primero se llama Punk y después se llama New Wave que se lanza a quemar vivos a dinosaurios sinfónicos y cavernícolas hippies y a millonarios cosecha-royalties pero decide salvar y honrar a The Kinks porque –eternos outsiders– The Kinks son como ellos. The Jam, The Pretenders, Van Halen, The Smiths y The Knack graban exitosos covers de sus canciones (“You Really Got Me”, “Stop Your Sobbing” y “David Watts”), los emulan con bucólica adoración (“Cemetery Gates” y “Girlfriend In a Coma”) o imitan sin disimular su sonido más crocante y muscular (“My Sharona”). Y los hermanos Davies lanzan un puñado de discos sobre los que no hay un diagnóstico preciso. Para muchos –para los puristas y fundamentalistas del Village Green y el té de las 5– no son más que The Kinks jugando a ser The Kinks al gusto de adolescentes yankees de colleges caros. Para otros –me incluyo; y compararlos con lo que por entonces sacaban The Rolling Stones o The Who– Give the People What They Want (1981), el magnífico State of Confusion (1983), Word of Mouth (1984), Think Visual (1986) y UK Jive (1989) desbordan de grandes temas como “Better Things” (hit en su madre patria), “Art Lover” (con Davies volviendo a la character-song poniéndole su voz a un impotente pederasta de plaza), “Long Distance”, “Heart of Gold”, “Come Dancing”, “Living on a Thin Line” (con Dave Davies lamentándose de que “ya no haya Inglaterra”), “Do It Again”, “Summer’s Gone”, “The Road”, “How Are You?” y esa bizarra canción de amor muerto celebrando la vitalidad de una nueva Europa que es “Down All the Days To 1992”). Y, a la vez, este tramo se constituye en el gran problema de Picture Book. Porque es en este período donde las inevitables ausencias –por cuestión de precio y espacio– se vuelven más dolorosas e incomprensibles. ¿Dónde están las magníficas “Missing Persons”, “Lost and Found” (acaso lo mejor que compuso Davies durante los ‘80), “Killing Time”, “Loony Balloon”, “Don’t Forget to Dance”, el retro-single “Did Ya” regresándolos sónica y líricamente a los tiempos de “Dead End Street” y “Summer Afternoon”, “Going Solo”, “Good Day”, “Animal”, “Working at the Factory”, la divorcista “Property”, el “Return to Waterloo” y “Dear Lonelyhearts” y “Voices in the Dark” de ese primer proyecto semisolista de Ray Davies que fue Return to Waterloo, o la enérgica y divertida versión live de “Lola”?

Misterio. O no tanto. Se sabe que Ray Davies asesoró la selección de Picture Book.

Y los designios de Ray Davies son inescrutables.

LOS ‘90 Y (CONTINUARA...) Hacia el fin de milenio, The Kinks viven una vida fantasma. Pero son fantasmas influyentes y embrujadores. En 1990 entran al Rock & Roll Hall of Fame y, al otro lado del océano, descubren que son parte decisiva e influyente en lo que se denomina Brit Pop: Oasis, Blur, Suede, Supergrass y el Radiohead de “Creep” entre otros –al igual que, ahora mismo, Franz Ferdinand, Fountains of Wayne, Ron Sexsmith, Queens of the Stone Age, Green Day, Kaiser Chiefs, Badly Drawn Boy, Yo La Tengo, Matthew Sweet o The Killers– pronuncian su nombre con una mezcla de respeto y agradecimiento y celo. En 1993 graban Phobia, su único álbum para la Sony Columbia al que nadie –empezando por la discográfica– le lleva el apunte a pesar de incluir grades momentos como “The Informer”, “Only a Dream”, el alarido caínabelista de “Hatred (A Duet)” y la funeraria pero a su manera feliz “Scattered”, canción que Davies demoró años en terminar y que se cuenta entre sus grandes logros. La revisión radical e íntima de clásicos –con algún tema nuevo– en To the Bone (de 1996-97, en diferentes encarnaciones para UK y USA) fue autoeditado y grabado en el Konk Studio de Davies. Y eso es todo pero no es el final. Ray Davies publicó en 1995 su exitoso libro X-Ray (seguido en 1997 por Waterloo Sunset, volumen de cuentos/canciones) que dio lugar al formato de concierto-conferencia Storyteller (registrado en un disco de 1998 y enseguida adoptado como formato por el canal VH1), Dave Davies grabó discos correctos de hermano menor (a destacar el extraño y extraterrestre Bug, del 2003) y le respondió belicosamente en Kink (1996) donde, también, escribió sin problemas sobre su bisexualidad o sus contactos telepáticos con seres de galaxias lejanas. Ray Davies trabajó en varios proyectos (entre ellos una obra coral estrenada pero no grabada) y abundaron los discos-homenaje. En el 2004, Dave Davies tuvo un ataque cerebral por hipertensión del que se ha repuesto. Ray Davies se mudó a New Orleans donde, también en el terribilis 2004, casi muere baleado intentando atrapar a un carterista. La buena noticia fue que la Reina por fin decidió convertir en Comandante de la Orden del Imperio Británico al rocker que más méritos hizo para obtener semejante honor agradeciéndole “su servicio a la música”. La revista Mojo, por su parte, le otorgó el Songwriter Award por su “habilidad para escribir clásicos”. The Kinks ingresaron en el 2005 al UK Music Hall of Fame y Pete “The Who” Townshend aseguró que “Ray un día será Poet Laureate”.

Emparchado y más sarcástico y sensible que nunca, Davies grabó el admirable Other People’s Lives (del 2006 y donde intenta no sonar como The Kinks) y el magnífico Workingman’s Café (del 2007 y donde, por momentos, suena tan bien como The Kinks en sus mejores tiempos). Davies acaba de estrenar Come Dancing (musical kink y retrolondinense), continúa escribiendo Jack (otro musical con El Destripador como héroe), planea un disco de duetos (le gustaría contar con Chuck Berry), disfruta de unos laureles por siempre verdes. En el 2006 recibió el Icon Award de la British Musical Industry y, en el 2007, la antología The Kinks: The Ultimate Collection alcanzó el primer puesto de los charts indies.

Sí, The Kinks nunca fueron “dedicados seguidores de la moda” y no lo son ahora. The Kinks son, siempre, una moda que empieza y acaba con ellos, que nunca acaban de acabar.

Y Picture Book, digámoslo, no abunda en demasiadas rarezas imprescindibles para el iniciado y comete el pecado de sustituir a la original “Dead End Street” por una versión ripiosa. Davies no es Dylan, sus demos son, apenas, demos. Pero aún así, Picture Book es el artefacto perfecto para iniciar a novatos y renovar el amor de iniciados recordando, una vez más, lo inolvidable o lo que ya no se podrá olvidar.

Y en el libro que acompaña los festejos, Davies –mirando desde afuera de su leyenda pero, enseguida, asumiéndola como algo propio e irrepetible–- declara: “Cuando alguien menciona a The Kinks, yo me digo, ‘¡Brillante! Debería haber más gente como The Kinks’. En sus mejores momentos, jamás respetaron las reglas pero siempre fueron muy dedicados con su trabajo. En sus peores y más incomprendidos tiempos fueron llevados por el mal camino, mal administrados y maltratados. Pero cuando las cosas les salen bien, son insuperables. Fuimos más rockeros que los rockers, más hippies que los hippies y más punk que los punks. Nadie jamás pudo descender a nuestras profundidades o alcanzar nuestras alturas. Nadie se atreverá nunca a exponerse a los riesgos, los fracasos y los asombrosos éxitos y excesos a los que nos expusimos. Fuimos lo más cool y lo menos cool al mismo tiempo”.

El libro de Picture Book incluye también –a pie de páginas– una sintética pero útil cronología. Lo último que se lee allí es: “2008. Junio. Ray y Dave se reúnen para discutir la posibilidad de volver a grabar”.

La historia –larga y rara y única– continúa.

Larga vida a The Kinks.

Y gracias por los días.

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