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Domingo, 3 de enero de 2010

LA NUEVA MUESTRA DE LEóN FERRARI

El rey de la selva

En el 2007 recibió el León de Oro en la Bienal de Venecia, el máximo reconocimiento para un participante, y el New York Times lo señaló como uno de los cinco artistas vivos más importantes del mundo. Ahora, saludablemente incansable, a punto de cumplir 90 años, León Ferrari presenta Fosforescencia, un conjunto de obras nuevas e históricas protagonizadas por escrituras plasmadas sobre una variedad maravillosa de soportes y figuras en poliuretano que se encienden en la oscuridad. Una continuación experimental de aquellas escrituras afiebradas que comenzó en los años ’60 y que acompañaron en silencio a su otra obra, aquella más abiertamente revolucionaria y anticlerical. En el texto que acompaña la muestra, el artista Ernesto Ballesteros mira la obra de Ferrari que se viene desplegando hace décadas con tantas preguntas como respuestas.

 Por Ernesto Ballesteros

Me imagino a León pensando: “Quiero escribir, pero no me interesa que nadie entienda lo que escribo. Entonces puedo deformar la letra a mi antojo y así y todo hacer que mi actitud siga siendo la del escriba”.

Pues, me senté en la silla de trabajo del escriba. Miré un largo rato la tela en la que está trabajando actualmente. Observé los trazos zigzagueantes hechos hace unos minutos. (El acababa de irse.) Atrás de éstos, otros, quizá hechos ayer. Observé los materiales reposando en la base del atril. Miré alrededor, sus lentes dejados a un costado. A la derecha, apoyados en la pared un par de telas empezadas.

¿Cómo será tener 90 años? ¿Haber dado 90 vueltas alrededor del sol? Es como preguntarse cómo será volar: algo que muy probablemente no lleguemos a vivir ninguno de nosotros. Una línea que comenzó hace muchos años y todavía sigue siendo trazada. Que surcó superficies sólidas y se elevó por espacios gaseosos, fue grafito, tinta china, marcador, tinta fluorescente, alambre, hierro, tinta de impresora, acero inoxidable, pintura relieve, caca de paloma, témpera, pastel, tinta de grabado, bronce, cobre, incisiones en papel, y vaya uno a saber qué más.

¿Cuántas vueltas habrá dado a nuestro planeta este trazo indivisible?

Para que una línea exista se necesita espacio, tiempo, y energía. ¿Cuánto tiempo tiene que uno darle energía a una línea para que ésta siga avanzando en el espacio por sí sola?

Toda cosa que existe deja resonancias, todo es susceptible de actuar como detonador de otras cosas que terminan existiendo. ¿Cuántas líneas estarán avanzando hoy por el mundo como resonancias de La Línea de León Ferrari?

Entre soporte y soporte, en esos momentos en que la línea no existe en el mundo material, ¿qué pasa con ella? ¿De qué manera se despliega en la mente del Maestro?

Al enemigo se le saca el poder dándole la espalda.

El giro lento doloroso dramático pero liberador, de 180 grados, que León Ferrari fue dando a lo largo de décadas, hasta poder darle la espalda al suyo, se despliega en la confirmación de que éste (el enemigo) ha quedado libre (libre de la atención de León).

Con el convencimiento de que el asesino es su propia cárcel, y dejándolo ir, el libertador puede dedicarse a otras cosas.

Esta muestra es esas otras cosas.

Este texto, titulado “Qué lindo es usar las cosas para lo que no fueron hechas!”, es parte del catálogo de la muestra Fosforescencia que se puede ver en la galería Zavaleta Lab (Venezuela 571).

De lunes a viernes de 11 a 20. Sábados de 11 a 14.

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