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Domingo, 24 de enero de 2010

MúSICA > VIAJANTES, EL DEBUT PROMISORIO DE MúSICOS VIAJADOS

El viajar es un placer

Tres compositores que llevan un par de años brillando en el under decidieron –tras algunos cruces casuales en lugares inesperados– formar una banda. Y como gesto fundacional convocaron a buena parte de lo más emblemático del rock nacional para grabar una canción del gran Jorge de la Vega. En ese gesto, el grupo de Pablo Dacal, Manuel Onis, Alfonso Barbieri y el baterista Juan Jacinto, resume su actitud ante una escena que viene a revitalizar: memoria y aventura.

 Por Natali Schejtman

Para uno de los temas del primer disco de Viajantes, “La hora de los magos”, compuesto por Jorge de la Vega, los músicos de la banda registraron participaciones de diferentes eminencias del rock argentino. Con todo, la canción no deja de tener una firma muy personal que no persigue claramente a ningún referente de los citados. La canción es épica y mística y en esta versión aparece como una especie de historia del rock argentino ATP: apto para principiantes y también para profesionales, que encontrarán diversas lecturas en un trabajo que combina a Fito Páez, Calamaro, Miguel Zavaleta, Palo Pandolfo, Jorge Serrano, Horacio Fontova, Nebbia y más. Para grabarlos, tuvieron que organizarse y conseguir los contactos, ubicarlos, pedirles la participación e ir a grabarlos, a cada uno por separado. En algún caso, hasta llegaron a mandar la grabación desde Brasil.

Tal vez el tema sea un buen modo de descifrar lo que viene a dar Viajantes: memoria y aventura. La aventura, de hecho, aparece esbozada de un modo literal en el nombre, que responde a que los integrantes de la banda siempre se cruzaron, como se suelen cruzar los emergentes de una escena común, pero con la particularidad de que eso sucedía en lugares alejados de Buenos Aires, como Colombia (donde Onis y Dacal ofrecieron un show con temas de cada uno y covers) o Córdoba.   

De todos modos la aventura va más allá. Viajantes es una banda formada fundamentalmente por músicos que supieron brillar como solistas o en otras bandas. Los tres compositores llevan unos cuantos años vibrando el under con reconocimiento y repercusión: Pablo Dacal formó parte de The Killer Burritos, Violeta Plástica y de la dichosa Orquesta de Salón. Manuel Onis fue cantante y guitarrista de El Hórreo, una especie de mito más o menos reciente del under que emergió en los ‘90 y arañó el nuevo milenio. Alfonso Barbieri fue miembro fundador de Los Cocine-ros. El baterista Juan Jacinto, último en sumarse a la banda, tocó con Leo García, Emanuel Horvilleur y Rosal. Los cuatro, además, desarrollaron auspiciosos trabajos como solistas. Entonces, de manera natural, “algo le interesó a cada uno de los otros, algo que podíamos encontrar nuevo o sentíamos en común”, acuerdan, y decidieron hacer un disco. Para eso, los tres miembros de ese entonces se adentraron en un campo inspirador y llevaron todos los equipos. Onis recuerda los diversos encuentros de composición tripartita, todo un desafío: “Fue medio rompecabezas, fueron reuniones en las que cada uno traía unas ideas, o algunos acordes o parte de una letra, o una melodía, o una idea. Hubo una que empezó como una frase”.

El primer disco de Viajantes es un disco de postulaciones. Un disco intelectual y práctico. Un disco de rock, que encuentra en este dato una diferencia con los trabajos individuales, si bien es posible encontrar hermandades. “En grupo nos atrevemos a hacer cosas que no haríamos como solistas, una canción con cierto estilo que no entra muy en lo que cada uno hace. Y a su vez la interacción... Uno puede decir una idea y el otro cerrarla”, señala Onis; “es apostar al pensamiento colectivo que creo nos cuesta un montón, a la generación en general le cuesta un montón. Pero creo que si uno puede tratar de decir cosas de ese modo está bueno”, agrega Dacal.

Las canciones van de una puesta muy moderna a un sonido pop con reminiscencias ochentosas y de los tardíos setentas (con La Máquina de hacer Pájaros y Seru a la cabeza). Las letras llaman la atención por su riqueza, su capacidad de ser expresivas, visuales y chispeantes, mezclando chiste con idealismo. Algunas de ellas son de poesía particularmente compleja y filosa. En “Los niños asesinos”, de sonido dramático y resignado, como si fuera una de esas marchas nocturnas de gente con velas, se habla de muertos y asesinos infantes en versos que pueden tener tanta relación con Duelo en el Paraíso –la novela de Juan Goytisolo situada en una finca durante la Guerra Civil y con niños batalladores como protagonistas– como con la realidad oscura de la villa aquí y ahora. “Temprano” es un impulso enérgico, hasta maníaco, una historia breve del arranque del día. “De prisa, de prisa” es una balada (incluso un bolero) encantadora de una superación relajada y romántica. Las canciones de Viajantes tienen gracia. En “Hablarte a vos” los músicos proponen un juego del lenguaje actual en el que mandan Facebook y MySpace, versando alrededor de un imaginario que bien podría ser el de los jueguitos electrónicos de los ‘80, extasiados y revisitados. “Discurso de la servidumbre voluntaria” (“Quien te domina no tiene / más piernas que vos/ más ojos que dos/ más manos de dos,/ de dónde sacó tantos ojos/ que están espiándonos,/ están registrándonos”) va ganando grandilocuencia hasta terminar con un coro que repite, simplemente, “Más libre más y más”, parecido y tan diferente a aquello que cantaba Celeste Carballo.

El encadenamiento de Viajantes en la historia del rock, una historia que ellos también alimentan hace años, es un dato interesante si se piensa que este año terminó con la reflexión en torno a las vueltas de Charly García y Spinetta, próceres locales de larguísima data que probablemente sigan cargando la corona: “Ellos son representantes de las cosas más lindas del rock de acá. A mí igual algo me habla del estado de las cosas el hecho de que las cosas más grandes y más importantes que puedan pasar sean hechas por dos de los miembros casi fundadores del movimiento. Hay muchos lugares vacantes, me parece”, dice Dacal. Los integrantes de Viajantes caminan el under hace mucho, tocando en vivo y sacando discos, viviendo las vicisitudes de un hacer que tiene mucho de sacrificio, de satisfacciones también, y “de onda”. “Nos llama mucho la atención que el underground, para ponerle un nombre, esté teniendo tantas cosas alrededor de un mainstream que es inaccesible o por ahí uno accede, pero siempre te sentís mal, no te sentís a gusto”, dice Barbieri.

Una manera de interpretar la movida de “La hora de los magos” es desde los cruces que son constantes en la banda. La idea de incluir esta canción tiene su historia. Una amistad con Ramón de la Vega, el hijo de Jorge, charlas iluminadoras sobre su padre, y una iniciativa: “Quisimos hacer algo de alguien muy cercano al rock argentino de los ‘60, pero que no es exactamente de ahí, sino de un palo más artístico, una visión más artística del rock”, cuenta Dacal. Allí comenzó la odisea de la producción que hoy forma parte del anecdotario fundacional e incluye largas charlas con Calamaro sobre De la Vega y Gardel, así como testimonios de algunos de los músicos invitados que llegaron a conocerlo. Pero también, versionar una canción de De la Vega se condice con una propuesta más integral y multidisciplinaria del rock que tienen los Viajantes. Entre otros aportes, en el disco aparece una letra de Fernanda Laguna (“Tu río musical”) y otra de Tálata Rodríguez (“De prisa, de prisa”). Barbieri, además, es artista plástico y todos apuestan a una mayor comunicación entre las distintas aristas que hacen o que podrían hacer a una banda de rock.

Haber elegido a Jorge de la Vega es también recuperar una figura fundamental para la historia de las artes en Argentina y recuperarla de la mano de artistas consagrados en tiempo presente que serán editados –cortados y pegados– por artistas más jóvenes, de una nueva camada. Una integración saludable, un homenaje sensato y un encadenamiento natural que tiene mucho que ver con lo que se escucha en el muy atractivo primer disco de la banda: solidez musical y revisionismo, pero no retro, sino sacudido con el vuelo propio de los viajantes.

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