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Domingo, 6 de junio de 2010

Momentos mundiales

 Por Rodrigo Fresán

¿El Mundial de Messi?

Crack con papas fritas

UNO Un aviso de dos páginas en un diario español. En la primera página, sobre fondo rojo, una cartita/poema donde se lee: “Querido Leo, tú eres una estrella / Brillando en lo más alto / Pasa la bolsa por Dios / Porque si no perderás tu encanto”. Esta rima con aire de narco-corrido se explica a vuelta de página donde descubrimos foto de Messi con una de esas sonrisas suyas, sosteniendo bolsa de papas (patatas) fritas marca Lay’s como si se tratase del trofeo definitivo, y se nos dice: “Y tú, cómo vas convencer a Messi. Pásalas”. Y se añade una dirección de internet (www.facebook.com/messipasalas, para quien le interese) y a jugar a perder el tiempo intentando convencer al astro con “fotos, videos, canciones, poemas”... para que las pase.

Las papas fritas, no la pelota.

DOS Leo, también, de que en Argentina se acusa a Messi de “no pasarla”. Pero también de “no amar la camiseta”, de “jugar nada más que para él” y, por encima de todo, de “no ser argentino”. También, me entero, le dicen “Lío” en lugar de “Leo” y no le perdonan que juegue bien con el Barça y mal con “la albiceleste”. En Barcelona –ya lo escuché varias veces– se le dice “un Messi” a aquel a quien no quieren en su país de origen pero adoran en Cataluña y alrededores. Si el sujeto –“el Messi”– en cuestión es argentino, la cosa y la gracia y la etiqueta funcionan aún mejor. Y unos y otros –de aquí y de allá– me explican: Messi es más catalán que rosarino porque nunca jugó en un club argento, porque “se hizo afuera”, porque esa historia vagamente dickensiana de las inyecciones para crecer y de su crecimiento dentro de la Santa Massía del Fútbol Club Barcelona lo convierten en un producto ajeno, extranjero, distante, difícil de ser asimilado a la mística austral y a los ritos de la iglesia maradoniana, donde todo tiene que empezar allá y después, en todo caso, seguir por ahí. Pero más allá de estas sutilezas del dogma y el rito, una cosa es cierta: este será el Mundial de Messi. Y Messi jugará para la Argentina aunque sea un Messi.

TRES Este Mundial es, también, el del duelo Messi/Ronaldo. Allí se enfrentarán la picaresca bajita y la vanidad apolínea y Vanity Fair. Messi es un buen chico simpático que corre más raro pero tan rápido como Forrest Gump, mientras que el desagradable Ronaldo es algo así como el equivalente portugués del american psycho Patrick Bateman. Messi es un iluminado, Ronaldo quiere que lo iluminen todo el tiempo. Por eso, en vísperas del Mundial, Ronaldo consigue jugosos contratos publicitarios de productos de luxe, mientras que el menos musculoso y expresivo Messi mastica Lay’s. Pero el papafrita es Ronaldo.

CUATRO Pero a mí –que no me interesa demasiado el fútbol, que veo el fútbol para ver otras cosas– lo que más me interesa de esta cita es la tensión entre El Diego y el Leo (o el Lío). Todo uno de esos cuentos “de escritores” de Henry James donde basta suplantar a los novelistas por delanteros para tener una trama magnífica. “Otro pase de rosca” o algo así. Ya saben: el viejo león literario que tiene en sus manos la gloria del primero de sus discípulos capaz de superarlo y que no sabe qué hacer: ¿consagrarlo y acrecentar su propia gloria presente y retirarse a lo grande o hundirlo y echarle la culpa y así mantener intacta su propia leyenda? Falta poco, falta menos, para saberlo. Tal vez pase de todo, tal vez no pase nada pero –lo que sí es seguro– es que llegado un punto sucumbirá todo ambiguo perfume jamesiano y se impondrá el olor a leonera (de león, de leones, de Leo) del vestuario. Y a ver qué pasa. A ver –es una fina línea la que separa al ser un crack del hacer crack– si Diego deja de ser un Messi y le pasa la bolsa a Leo. De papas fritas.

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