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Domingo, 9 de marzo de 2003

ENTREVISTAS

La nave de los locos

Buena parte del mundo descubrió a Rael a fin del año pasado, cuando su secta anunció al mundo el nacimiento de los primeros clones humanos. Pero Sergio Schmukler lo viene estudiando desde 1986, cuando lo conoció de casualidad en México y decidió cambiar el objeto de estudio de su tesis antropológica. ¿Cuáles son las bases de su movimiento? ¿Qué le propuso a la Casa Blanca tras los atentados? ¿Es psicótico? ¿Hay riesgo de suicidio en masa? ¿Es verdad que alguna vez fue cantante melódico? ¿Siempre usó hombreras? Uno de los máximos expertos en raelismo responde a esto y mucho más.

 Por María Moreno

Si se permite la vulgaridad, Rael aparece y desaparece de los medios como un plato volador, en uno de cuyos ejemplares dice haber viajado y en el que afirma haber descubierto un cepillo de dientes alienígena. Ahora trata de crear una máquina que sustituya a los vientres alquilados donde quizás los futuros hombres eternos se ahorren las visicitudes del complejo de Edipo y se les ahorre a su vez a muchas mujeres el ser utilizadas como incubadoras. Alguna vez Rael se llamó Claude Celler y cantó canciones del tipo “Huelen a miel y canela/ huelen a vainilla y amor/ huelen a miel y canela/ las chicas que siempre amé”. Hasta que sus promocionados elohim decidieron despabilar a ese idiota nacido antinaturalmente al que le habían dado la oportunidad de cenar con Buda y Cristo en un banquete que, como en el de Platón, la comida nunca se mencionó.
Sergio Schmukler, autor de la novela Detrás del vidrio, quizás una de las primeras y tal vez la mejor de las no ficciones escritas sobre los años de plomo vividos en carne propia, y antropólogo social recibido durante su exilio político en México, supo profetizar en Rael, mucho antes de la explosión mediática, el alcance de su mensaje. Ya en 1986 le dedicó una tesis y hubiera sido bueno saberlo cuando, en diciembre del año pasado y tras los anuncios de Clonaid, un montón de periodistas recién desayunados sobre el tema se pusieron a transpirar por Internet tratando de llegar al cierre, sin saber que este cordobés estaba de nuevo en su provincia y era un experto que, como todos, conserva cierta fascinación por su objeto.
Rael se vuelve creíble cuando empiezan a pasar cosas increíbles al margen de la muerte de Dolly.
–Es decir, cuando desde los medios empiezan a pregonarse noticias que conectan con el centro de su mitología que es el rechazo tajante de la idea de finitud. Nanotecnología, proyecto cyborg y adiós muerte. La primera gente que se engancha con él es la de la new age, bastante conectada a las religiones orientales, aunque Rael difundió en sus primeros escritos: “No te extravíes entre las sectas orientales. La verdad no se encuentra en la cima del Himalaya, como tampoco en el Perú o en otra parte. El Oriente no tiene nada que enseñar al Occidente en el aspecto de la sabiduría y de la apertura de la mente, más bien sería lo contrario. ¿Cómo piensas encontrar la sabiduría en seres que mueren de hambre mirando pasar los rebaños de las vacas?”. Hasta que hace cuatro años su movimiento tuvo una explosión de crecimiento en Japón y alcanzó los 6000 miembros. Entonces en su último libro escribió que el budismo es muy buena religión porque no tiene Dios y que muchas de sus prácticas están muy cercanas a las dictadas por los elohim.
No sólo es un gran empresario, Rael tiene también una solución para el terrorismo...
–El 12 de septiembre, luego del atentado, sacó en su página web: “Si los gobiernos del mundo tuvieran el código genético de cada una de las personas que nacen en ese país, cualquiera podría ser reciclada. Tanto los cuatro mil muertos –por lo tanto se disuelve el sentido de matar gente– como los kamikazes, que podrían de ese modo ser juzgados”. Ése era Rael contra el terrorismo. Pero ahora está enojado con los EE.UU. por las objeciones a las que ha sido sometido por un oscuro juez de Florida.
Rael tiene una lógica un tanto tautológica, amén de un centro de ufos con un bolillero de colores que representa la doble hélice del ADN y la idea de que existe una Tierra de los Eternos en la que ya hay 8.400 terráqueos que podrían –horror– encontrarse a cada paso con Ernesto Sabato.
En la geniocracia raeliana, ¿qué se haría con los “inferiores”?
–Él dice que a la larga va a haber dos planetas: el de los genios que han decidido ser eternos y el de los que hemos decidido vivir los ochentamiserables años que propone la genética actual. La relación entre un eterno y el humano natural sería invivible.
Antes lo humano era lo natural, ahora sería antinatural.
–Y el hombre, algo desechable. Incluso, avanzando en su filosofía, él dice que el humano va a vivir como especie eterna a través de ordenadores y no de cuerpos biológicos. Sólo entonces podrá unirse a las otras grandes humanidades que están en el cosmos para conformar una gran conciencia universal. Porque la carne se pudre. Un brazo es para él un elemento todavía físico pero próximamente cibernético que sirve para que se acerque el vaso con un agua que ya no es necesaria.
Existe detrás de esas hipótesis algo de ciencia popular.
–Por favor. Los new age son tipos que al menos han leído el Tao o el Corán, al menos. Hasta el libro del mormón, que es una hermenéutica de la Biblia, tiene setecientas páginas. La literatura de la que se nutre Rael es toda de segunda: los libros de Erich Von Daniken o versiones adaptadas de textos de Openski.
Iletrado o no Rael propone para los aspirantes a entrar en su secta, amén de un diezmo anual, la construcción de viviendas de siete habitaciones, salas de conferencias, con piscinas y terrazas lo suficientemente amplias como para permitir el aterrizaje de una nave de por lo menos doce metros de ancho. Desde siempre soñó para su comunidad con un embajada neutral que primero intentó obtener del gobierno israelí, ya que –sostiene– “el pueblo de Israel está compuesto por los descendientes de los hijos nacidos de uniones entre los elohim y las hijas de los hombres”. “¿Y qué?”, le contestaron.
–Una de las posibilidades de inserción de una secta es encontrar la coincidencia y al mismo tiempo la ruptura con tu religión anterior. Como si dijera “para corroborar que yo estoy diciendo la verdad tiene que haber un aspecto común con el saber de la religión de la que te quiero sacar. Porque no puedo venderte cualquier cosa que no tenga que ver con tu historia cultural. Sólo que de esa historia yo te voy a decir ahora la verdad”.

¡Yo lo vi!
De cómo Schmukler llegó a interesarse por Rael puede haber dos versiones. La primera propondría que lo que los elohim necesitaban era la conexión con una ciencia que todavía creyera en el Hombre, y al mismo tiempo a un hombre que facilitara la transición antes del éxito absoluto en la creación de una humanidad sintética. Schmukler tiene la otra.
–Yo estaba en México preparando mi tesis de licenciatura de Antropología Social sobre el movimiento hippie como una experiencia de ruptura contracultural en México. En 1986 apareció Rael, cuando su inserción allí era casi nula: cincuenta o sesenta miembros muy dispersos. Lo había traído un hombre que lo llevó a su finca y lo presentó a esa elite de clase acomodada que acostumbra tener casas de fin de semana. La mayoría era adscripta a la new age, esa trama neorreligiosa de carácter sincrético, sin estructuras, cuerpo dogmático ni jerarquías que puede combinar el respeto del sabbath con el saludo al sol y el consumo de granola.
¿Cómo llega usted a él?
–Mi cuñado, recién llegado de Inglaterra, empezó a implantar ciertos rituales religiosos, dietas e ideas como que la película de Spielberg Encuentros cercanos del tercer tipo era algo “científico”. Ese lugar común de “Spielberg sabe más cosas de las que cree decir”, me provocó una especie de odio. Además, desde su llegada empiezan a pasar cosas. Por ejemplo, una de mis cuñadas salió un día al jardín de su casa para aferrarse a la tierra gritando “¡Me llaman!, ¡Me llaman!”. Y entre los celos que me daba este cuñado carismático, medio chanta y la inminencia de verme obligado a hacer la tesis, más mi vieja fascinación por los platosvoladores (de chico tenía toda la colección de Minotauro y estaba fascinado por Favio Zerpa) me llené de confusión. Con la aparición de Rael descubrí que analizar una secta que propone la salvación del mundo utilizando un discurso científico para tratar de insertarse en la new age de la sociedad postindustrial era más interesante que el hippismo, incluso su contracara. Además, era atractivo porque, para Rael, desmitificar era resignificar el mito, no negarlo. Él no oculta el discurso mesiánicomilenarista, lo neutraliza, dándole la apariencia racional. Por otra parte, es alguien que se define sólo como un hombre común, elegido por su neutralidad, la misma neutralidad con la que se define el pensamiento tecnocientífico.
O sea que son los celos, algo muy despreciado por la doxa del Guía de Guías, lo que lo lleva a sus pies.
–Los celos, según Rael, son una enfermedad propia de un primitivo que va a ser eliminada cuando todos seamos suficientemente desarrollados. Lo que él plantea es que todos tus deseos se deben realizar. Su discurso es muy erotizado y se comporta con las mujeres como Julio Iglesias. Los que se acercan a Rael son gente que no ha encontrado ni en la mística oriental ni en la mística indigenista la tranquilidad que ofrece el reaelismo para reconocer, reivindicar y profundizar los placeres tecnológicamente. Según sus reglas cada hombre o mujer puede tener diversos amantes robots absolutamente sumisos. Es una salvación a la sociedad capitalista y occidental en la que nada parecería estar prohibido.
Pero prohíbe en cierto modo el uso de alcohol y drogas.
–No por razones morales sino porque supuestamente impiden el contacto con los elohim. La moral, dice Rael, es el invento judeocristiano para destruir al ser humano e impedirle ser lo que debe ser.
Usted lo vio dos veces. De un encuentro a otro Rael había modificado su puesta en escena.
–Durante su conferencia del ‘86 ya aparecía vestido de blanco pero no usaba hombreras. Tenía más pelo pero no la colita. Se veía como un hombre muy atractivo de unos cuarenta años con un lenguaje de locutor. Un periodista le preguntó cómo era eso de la vida eterna. Él se sirvió un poco de agua en su vaso y dijo: “Si yo le digo a usted que tomando este poquito de agua usted no se va a morir nunca, ¿la toma o no la toma?”. Entonces el periodista dijo: “Psé, la tomo”. Esa es su lógica. No hay discusión. Todos quisiéramos no morir. Es obvio. Pero Rael ofrece vida eterna literalmente. Además, propone sustituir metáforas por explicaciones: el Paraíso por un “laboratorio de sensaciones agradables”, el alma por un plan genético, el Mesías por el Guías de Guías. Esto no modifica las característica milenaristas del movimiento. La humanidad bajo esta concepción sigue precisando de un Deux ex Machina para salvarse, sigue estando inmersa en un tiempo sagrado (Paraíso - caída - redención - edad de oro) y en un tiempo profano. El Mesías vuelve a bajar de los cielos (o a subir a ellos) para convertirse en el mediador entre los que saben y tienen poder y los hombres. Ése es Rael, por ahora. Aquel día de 1986, al terminar su conferencia dijo: “Salgan de aquí y miren al cielo porque es muy probable que encuentren platos voladores. Cuando yo doy conferencias los elohim me apoyan de algún modo”. Entonces verifiqué la importancia que podría cobrar, porque al salir las cien personas que habían asistido comenzaron a murmurar: “Vamos a ver el cielo”, o: “Es cierto que cuando él aparece, ellos se acercan”.
Las estrategias mediáticas de Rael fueron anteriores a este supuesto golpe de suerte.
–Por ejemplo en México, cuando se organiza una presentación de Rael y no se juntan las suficientes personas para llenar el teatro, cancela. Le pregunté al jefe de prensa por qué hacía eso. “Porque si no la prensa nos come.” Pero me doy cuenta que estoy hablando de él como si fuera unestratega cuando creo que realmente es un profeta de una religión y que yo tengo un descaro soberbio al enunciarlo como un farsante, cuando ha logrado encarnar los sueños salvacionistas del progreso como lo han hecho las grandes utopías del siglo XVI. Decir que es un psicótico es como decir que Espartaco era un psicótico porque se creyó el mesías que iba a salvar a los esclavos.
Va a ser considerado un psicótico si fracasa.
–Y si es un psicótico, ¿qué importa? Lo que importa es la eficacia cultural, política e histórica que tenga un ser humano. Le decimos psicóticos cuando no tenemos herramientas adecuadas para definir a estos grupos. Hace 300 años a un profeta que se decía mesías de la judería española y tenía visiones no se lo consideraba loco. Tampoco a Santa Teresa porque en sus tiempos no existían esas categorías. No quiero decir con esto que Rael sea un San Juan de la Cruz. Sino que propongo cuestionar las categorías con las que se lo piensa.
¿Qué pasó en el segundo encuentro?
–Fue el año pasado en un hotel caro de México. Desde la platea se veía una mesa enorme con micrófonos. A los presentes se nos repartió un boletín que informaba: “La fundación raeliana va a poner un laboratorio de clonación en México. Y ya tiene aprobación de algunos diputados”. Había 35 medios. Antes del evento, había insistido en nombrar a un diputado que lo había apoyado. Este hombre se desdijo rápidamente: “A mí me llegó una carta que decía si estaba de acuerdo en desarrollar las técnicas de clonación y yo simplemente dije sí”. Pero ya había sido utilizado como un mecanismo de convocatoria. El preparativo fue absolutamente teatral. Primero se hizo esperar. Los periodistas leían las gacetillas sobre el supuesto laboratorio de clonación. Se creó una suerte de murmullo. De pronto entró en la sala una mujer oriental bellísima con una minifalda pornográfica. Esta súper mujer tenía tareas escénicas perfectamente delimitadas: acomodaba los micrófonos mientras gritaba en inglés alguna orden práctica. Cinco minutos después aparece una negra de un metro ochenta vestida toda de blanco con un pantalón que estaba a punto de reventarle. Este personaje era más sonriente y menos tecnológico. Luego llega una francesa también bellísima. El cuarto miembro de la comitiva era un belga de un metro noventa, atlético y de ojos claros, también muy hermoso, que luego supe era su secretario privado y que tenía en sus gestos todo un movimiento de bondad estudiada. Luego había cinco mexicanos nerviosos que sólo recibían órdenes. Y en medio de ese estado de conmoción, entre los periodistas que decíamos qué bien que están estas minas, Rael entra por atrás en medio de un tumulto, casi como sorprendiéndonos. Eso genera que las quince cámaras que había se den vuelta. Y que los periodistas empiecen a comportarse como si dijeran “No me van a ganar”. Ellos disparan sus cámaras y Rael comienza a caminar rodeado por las mejores mujeres del mundo y el mejor hombre. Entonces ya tenía esa ropa de astronauta y el rodete extraño en la cabeza que según él es una antena de transmisión.
¿Tiene el halo del psicópata? ¿Alguna capacidad especial?
–En la primera conferencia yo lo admiraba como mi objeto de estudio pero lo había visto a doscientos metros de distancia. La segunda vez me puse muy nervioso. Pero cuando advertí su bigotito recortado y muy fino sobre el labio me dio ternura porque ese bigote es clásico de los hombres de los años 50. Y pensé pobre viejo. Era un bigote de mal gusto que seguramente usaba su papá.

La orgía tecnoeterna
Rael propone como una de sus preceptivas cotidianas la práctica de la meditación sensual que en poco se diferencia de las pajaronadas hippies que incluyen alfombras, velas, sonidos de flautas y derecho de pernada. Pero le agrega un manual cibernético al lado del cual la revista Muy Interesante es equivalente a El Capital de Marx.
Él dice que lo que importa no es creer sino entender.
–Sólo que sus interpretaciones, como las de muchas sectas, hacen que se acabe toda metáfora: se vuelven literales. Entonces pregunta: “¿Por qué todas las tradiciones religiosas han hablado de que los dioses están en el cielo?” Y se responde: “¡Porque son de otro planeta!” O demuestra: “La era del Apocalipsis será cuando haya señales en el cielo”.
Cuando a Rael le falla una profecía su argumento es que se trató de un error de interpretación.
–En casi todas las sectas la inmediatez planteada en el cumplimiento de los acontecimientos profetizados pone en severo riesgo de extinción al movimiento. Entonces se reelabora el significado de las metas propuestas, se le quita importancia a su efecto inmediato y se somete al movimiento a una reestructuración. El momento milenario nunca ha ocurrido y entonces todas las sectas tienden a posponerlo. El cristianismo, por ejemplo, tenía fechas. La última fecha imaginada fue el año 1000. En el 700 se construye el cristianismo como religión oficial y hay un momento en que la salvación humana se pospone hasta el infinito. Y se empieza a decir que el Paraíso está en otro lugar. Hay un momento en que se tiene que disparar la salvación a tal distancia que se disuelve o se vuelve otra cosa.
¿El raeliano es un movimiento internacionalista?
–Rael está convencido de que el paso a la globalización destruye uno de los mitos más absurdos de la humanidad. Habría una sola cultura que es la judeocristiana y que fue la que encaminó al Hombre a la civilización occidental científica y el resto son antiguallas. El raelismo como movimiento político va a tender a construirse como una suerte de ecologismo de derecha. Pero no mientras viva Rael, aunque ya empiece a decir: “Vota a candidatos que estén a favor de la clonación”. En Canadá un grupo raeliano participó de una manifestación de ecologistas, creo que se trataba de la defensa de un bosque, algo contradictorio con esta idea del desarrollo del progreso. Él mismo dice: ¿por qué hay que luchar por un árbol? Porque un árbol es una implantación que hoy podemos destruir si necesitamos la madera pero mañana lo reconstituimos y podemos poner cien mil árboles.
¿Su reciente promoción le hizo ganar adeptos? Porque al parecer la mayoría lo trató de farsante o de psicótico.
–Pero aquellos que estaban cerca pero tenían dudas, cuando lo vieron aparecer en todos los diarios del mundo dejaron de vacilar. Seguro que con todo esto en torno de Eva, Clonaid y el debate mundial, los 50.000 raelianos de hoy van a ser 55.000. El peligro del raelismo es que después de los antecedentes de los suicidios colectivos en sectas como la de la Orden del Templo Solar, que parecen ser lo contrario a este movimiento, pueda ocurrir algo así. Rael puede recibir un mensaje mañana de los elohim diciendo: “Llamado a todos los raelianos. Es el tiempo apocalíptico. Mañana los vamos a transmutar. Pierdan el cuerpo biológico”. En el dispositivo de toda secta suele estar esa tensión.
Si se deja el ADN el cuerpo es descarte.
–Tu cuerpo biológico puede convertirse en una decisión trivial. ¿Fuiste buena realiana? ¿Fuiste buena persona? ¿Fuiste misericordiosa? ¿Ayudaste a la ciencia? Morite nomás. Sos de los 144.000 ¿Cuántos de los 55.000 mil raelianos están convencidos de eso en términos efectivos? 10.000. Bueno, eso significa 10.000 suicidios en potencia. Con que haya mil que los sigan, ya está. La que es divertida es esa argumentación de los que creen en los platos voladores y que denuncia nuestro narcisimo al creernos únicos en el universo. ¿Qué somos para no ser únicos? No somos nada. Cristo puede haber caminado sobre las aguas pero a mi tristeza la llevo igual puesta. Uri Geller dobla tenedores. Y si los dobla, ¿qué? Cioran dice que si supiera que Dios existe saldría desnudo a la calle a gritar hasta el infinito.

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