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Domingo, 26 de diciembre de 2010

DVD > LA IMPERDIBLE COLECCIóN DE SPAGHETTI WESTERNS QUE SALIó ESTE AñO

The Spaghetti Incident

Sergio Leone los hizo célebres y la música de Ennio Morricone, reconocibles con los ojos cerrados. Pero detrás de esos spaghetti westerns reconocidos hay todo un universo que esconde perlas, disparates y secretos: castings desopilantes (Trintig- nant-Kinski), cruzas con la comedia (Me llaman Trinity), adaptaciones de adaptaciones de adaptaciones (Por un puñado de dólares y Los siete magníficos) y hasta el origen argentino de todo el asunto (Torrejon City y Desafío en Río Bravo). Una colección de dvds que se vende en kioscos rescata varios de esos títulos menos conocidos.

 Por Alfredo Garcia

A lo largo de casi todo este 2010 que ya se termina hubo una colección de dvd que les alegró la vida semana a semana tanto a los fans del western como a los del cine europeo. Estos últimos, entendidos como fans del cine europeo en el sentido más ortodoxo –y aburrido– del término, entienden que no puede haber cine más europeo que una coproducción franco-italiana protagonizada por Jean-Louis Trintignant y Klaus Kinski, y justamente como son muchos los títulos de la colección, más vale entrar directamente al rodeo y disparar los films que hacen imperdible esta serie de dvd de venta directa en kioscos, empezando por El gran Silencio, quizá la obra maestra más incomprendida y poco conocida de un género en el que, eternamente, siempre, queda algo por redescubrir.

En el spaghetti western nunca hay buenos, y todos siempre son malísimos, pero pocas veces se vio un bueno tan terrible y un malo tan desalmado como los que interpretan Trintignant y Kinski en El gran Silencio (Il grande Silenzio, Italia-Francia) dirigida por Sergio Corbucci en 1968, y coprotagonizada por Frank Wolff y Voneta McGee (la chica del terrorífico blaxploitation Blacula). Justamente, la definición eurowestern le cabe especialmente bien a este diamante en bruto, que ya para empezar llama la atención por incluir un enfrentamiento actoral entre dos intérpretes del calibre de los protagonistas (el actor francés de tantos clásicos de cine de arte sólo hizo este western, mientras que Kinski era un rostro más que familiar en el oeste de Andalucía, donde solían filmarse estas películas).

El gran Silencio es un original, cruel y ultraviolento western político con cazadores de recompensas dedicados a liquidar indefensos exiliados en una inhóspita zona helada, cacería que se desequilibra con la presencia de un misterioso pistolero mudo apodado Silencio, que entre otras venganzas pendientes está dedicado a perseguir a los que de niño le cortaron las cuerdas vocales mientras asesinaban a su familia –los flashbacks con estas escenas son de los más cruento de todo el film–. La antológica música de Ennio Morricone está entre lo mejor del maestro italiano, con un toque sonoro de desolación totalmente eficaz a la hora de describir el paisaje hostil que pinta Corbucci. Es el tipo de música que persiste en la cabeza del espectador mucho tiempo después de haber visto la película..., aunque después de todo ésta es una de las grandes cualidades de la música de los spaghetti westerns, sea compuesta por Morricone o alguno de sus grandes colegas italianos.

El gran Silencio ofrece una buena muestra del cuidado que puso la editora AVH al sacar cada una de estas películas, algunas con jugoso material extra. En el caso de este film de Corbucci, el bonus es esencial para entender lo cruel del film, ya que es un final alternativo pensado para evitar un desenlace tan nihilista. Lo gracioso es que el “happy ending” es casi tan terrible como el que originalmente escribió y filmó Corbucci, apenas un poco más desolador.

Se supone que el que inició el fenómeno del spaghetti western o eurowestern (los fans del género prefieren este término porque creen que “spaghetti” es peyorativo) fue Bob Roberts, seudónimo de Sergio Leone para su primera obra maestra, la formidable Por un puñado de dólares (For a Fistful of Dollars/ Per un pugno di dollari) de 1964, pero, créase o no, este subgénero del western fue creado por dos argentinos de vacaciones permanentes en España. En efecto, León Klimovski y Tulio Demicheli fueron los precursores del género con dos olvidados eurowesterns: Torrejon City (1962), del primero (nada menos que el fundador de la Cinemateca Argentina) y Desafío en Río Bravo, del segundo, nada menos que el guionista de Lucas Demare en Mercado de Abasto (1963). Ninguno de estos films ni otras rarezas pioneras del género que hizo famosos a Leone y a Clint Eastwood está disponible en esta colección –ni en ningún otro lado, al menos que se sepa–.

Pero más allá de estos antecedentes, la verdad que la fiebre del eurowestern que ocupó a buena parte de la industria del cine italiano y español –y luego a otros países del continente, llegando hasta convertir en tierra de vaqueros y pieles rojas a las lejanas praderas yugoslavas– fue desatada por el primer film de Leone, Por un puñado de dólares, ultraviolento y cínico relato de un “hombre sin nombre” que se entromete en una pelea entre dos bandos de forajidos hasta lograr que ambos se exterminen entre sí. El film fue un éxito internacional casi sin precedentes que convirtió a su protagonista, el hasta el momento astro menor televisivo Clint Eastwood, en todo un superastro e icono de su época. Filmado en España, con un importante rol coprotagónico para Gian Maria Volonte y una formidable fotografía de Antonio Dellamano que aprovecha al máximo los recursos del formato de pantalla ancha –otra característica del género es justamente el uso intensivo de todas las variantes del CinemaScope, formatos afortunadamente respetados a rajatabla en esta colección– el primer film de la trilogía del “Hombre sin nombre” de Leone hacía lucir como nunca la música de Morricone, que con sus toques tercermundistas –sobre todo en el uso de sonidos andinos– ayudaba a darle la vuelta al género propuesta por el director.

Este punto inicial del fenómeno eurowestern habla también de la universalidad del género, y de toda buena historia, ya que en realidad era un western de inspiración samurai, remake no acreditado de Yojimbo, una de las películas más exitosas de Akira Kurosawa (generó varias secuelas, incluyendo una dirigida por Kurosawa, Sanjuro, y probablemente la clave de ese éxito estaba en el tono irónico del guión y especialmente de la actuación de Toshiro Mifune). Al comienzo de la gran ola de los eurowesterns, Leone copió Yojimbo haciendo explotar las posibilidades estéticas, dramáticas y musicales del spaghetti-western.

El caso Yojimbo-Puñado de dólares es todo un ejemplo de las infinitas posibilidades de ambientación de una buena trama: Kurosawa se había inspirado en la novela policial Cosecha roja, de Dashiell Hammett, luego Leone convirtió el asunto en un western, y más tarde la misma historia fue llevada a un planeta sin agua por donde deambulaban David Carradine y María Socas (se filmó en la Argentina gracias a la sociedad entre Roger Corman y Aries) en The Warrior and the Sorceress de James Broderick. En los ’90, Walter Hill cerró el círculo al volver a adaptar Yojimbo en los tiempos de la Depresión, es decir los de Cosecha roja, en su policial ultraviolento Entre dos fuegos, una de las películas más brillantes y subvaluadas del Hollywood de la década que pasó. Sin aportar nada, en 1999 John “Rocly” Avildsen tomó un par de elementos de Yojimbo en una de las menos exitosas películas de Jean-Claude Van Damme, Inferno.

A propósito hay que decir que mientras Los siete magníficos / Siete hombres y un destino de John Sturges (The Magnificent Seven) era una remake oficial de Los siete samurais de Kurosawa, Por un puñado de dólares era un simple robo del caradura de Bob Roberts, que demoró años en pagarles sus derechos intelectuales al director japonés y a sus guionistas (Kurosawa contó alguna vez que Yojimbo fue una de las películas que más dinero le dio, no sólo por lo que recaudó en sí misma, sino por la plata que le sacó a Leone luego de largas disputas legales.)

Las otras dos películas de esta trilogía aparecieron en la colección anterior de spaghetti western, pero este año salieron los otros dos westerns que faltaban de Leone, la gran épica de la revolución mexicana Los héroes de la Mesa Verde (For a Fistful of Dynamite, Duck you sucker/Giu La testa, 1971) con James Coburn metido a experto en bombas del IRA mezclado con el revolucionario trucho Rod Steiger, y la semiolvidada pero nada descartable producción de Leone Ahora mi nombre es nadie (I mio nome è nesuno) especie de autoparodia dirigida por Tonino Valeri y coprotagonizada por un extraño e improbable dúo de vaqueros, nada menos que Henry Fonda y Terence Hill.

Justamente hablando de nombres y de Terence Hill, una gema de esta colección de dvd es la comedia spaghetti que todo niño de los años ’70 muere por volver a ver: Me llaman Trinity (Lo chiamavano Trinità..., 1970) donde el eurowestern se unió violentamente a la comedia de la mano de Mario Giroti (es decir Terence Hill) y ese Bambino llamado Bud Spencer (nacido Carlo Pedersoli). Conseguir una buena copia de esta comedia de vaqueros descerebrados siempre listos para dar trompadas era una tarea casi imposible que esta colección soluciona para siempre. El sorprendente éxito comercial de las películas de Trinity provocó que el dúo Hill/Spencer apareciera en películas de todo tipo, y que incluso, un western anterior de 1969, La Collina degli Stevali, de Guiseppe Collizi, se estrene en la Argentina como Vamos a matar con Trinity (título con el que aparece dentro de esta colección).

Es que el eurowestern da para todo tipo de sorpresas, falsos Djangos (como uno de los que está aquí presente), Sabata a granel, nombres anglosajones para irrepetibles apellidos italianos y hasta curiosidades como el día en el que el famoso productor y guionistas de la Hammer Films, Michael Carreras, se adelantó al propio Leone (y los ya citados pioneros argentinos Klimovski y Demicheli) con su Tierra de violencia (The Savage Guns/Tierra brutal) rarísima coproducción entre Estados Unidos y España sobre los episodios violentos siguientes a la guerra de Secesión y roles protagónicos para Richard Basehart y Fernando Rey. Este tipo de curiosidades, y la idea de que siempre queda algo para descubrir en el género es lo que animará por siempre a los fans del eurowestern.

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