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Domingo, 30 de enero de 2011

PERSONAJES > AFLOJEN CON ANNE HATHAWAY: ¿DA PARA GATúBELA?

La princesa que quería ser gata

 Por Mariano Kairuz

Anne Hathaway está por todos lados en este momento; lo cual no es necesariamente bueno, incluso para quienes alguna vez hayan quedado encandilados por la amplia y resplandeciente sonrisa de la ex princesita de Disney. Por un lado, el anuncio de las nominaciones al Oscar, hecho a principios de la semana, nos recordó que para conducir la ceremonia de entrega de premios este año la Academia hizo una elección por lo menos inesperada, dejándola a ella a cargo junto a James Franco. Quién dice, quizá resulten una revelación, o quizá sólo aporten al sopor general de la transmisión de cada año. Pero hay más: apenas unos días antes se anunció oficialmente que Anne será la nueva Gatúbela, en la tercera película de Batman, actualmente en preproducción, de nuevo bajo el mando de Christopher Nolan. Las sombras de innumerables mujeres-gato, de la serie de TV de los ’60 a la insuperable Michelle Pfeiffer en 1992, se ciernen sobre ella: Anne Hathaway podrá ser a veces encantadora, pero hay que tener muuucha onda para calzarse ese catsuit negro. No va a ser en todo caso la primera vez que le asignan una misión imposible de este estilo: hace dos años fue la 99 en la película de El Súper Agente 86, encargo que implicaba remontar la imagen indeleble de la increíble –y sexy e inimitablemente sixties– Barbara Feldon. Si no lo logró, la culpa no fue enteramente de ella (a quien tan bien le quedaba el montgomery): el fracaso fue global; la película largó un tufo pestilente desde el principio.

Finalmente, una buena: Anne está presente también en los cines, desde este jueves, con su última película, De amor y otras adicciones, en la que hace de una chica de 26 con mal de Parkinson que se revuelca alegremente (al menos al principio) con Jake Gyllenhaal. La película, dirigida por Edward Zwick, es un auténtico desastre que, como vienen señalado casi todas las críticas, propone una serie de situaciones prometedoras y luego no se arriesga a llevar adelante ninguna. La primera vez que aparece, en un consultorio médico, el personaje de Anne se descubre un pecho. A pesar del marco “clínico” de la situación, es un momento de un cierto erotismo, y la película es todavía una promesa. También hay que decir que en la mayor parte de sus escenas de sexo, Hathaway y Gyllenhaal alcanzan una naturalidad inusual. Al menos inusual para dos estrellas millonarias en una película como ésta, uno de esos productos caretas de la industria que buscan atrapar a un público lo más masivo posible sin ofender a nadie. Y cuando decimos “naturalidad”, significa que en este caso no habrá ninguna de esas escenas de intimidad post-polvo en las que la actriz tapa sus tetas estratégicamente con una sábana. O, en otras palabras –que valgan para el fan de Anne y para el onanista interesado en estos datos en general–, sí: Anne Hathaway aparece desnuda, y bastante, y dan ganas de que se quede así toda la película.

No es que no lo haya hecho antes: Hathaway ya se había desnudado en una película muy poco vista, un directo a DVD llamado Havoc. Y luego en Secreto en la montaña, donde ya fue pareja de Gyllenhaal (que se iba con Heath Ledger). Sólo que, en aquellas dos ocasiones, muchos interpretaron el “gesto” (quitarse la ropa para la cámara) como parte de una estrategia profesional destinada a sacudirse la imagen de doncella Disney que se había forjado con El diario de la princesa 1 y 2 y la fábula Ella está encantada (que filmó entre una y otra), y empezar a parecer una actriz adulta. El diablo viste a la moda (su mejor película hasta la fecha) la reposicionó sin dejar de explotar su aura candorosa de un modo nuevo y muy inteligente, interpretando a la chica biempensante que de pronto debe lidiar con el mundo real. El año pasado, Anne apostó a completar la vuelta alrededor de su tiara cinematográfica, parodiando a las princesitas Disney en toda su corrección e irritante virtuosismo, cuando Tim Burton la llamó para hacer de la Reina Blanca en su impersonal Alicia en el país de las maravillas.

Hace dos años, Anne ya estuvo por todos lados, pero con menos suerte. Esa temporada estrenó El Súper Agente 86 y fue la adicta en rehabilitación que enfrenta a su familia en El casamiento de Raquel, de Jonathan Demme, un papel que le valió su primera nominación al Oscar. Casi en simultáneo, el hombre que había sido su novio durante cuatro años, un empresario inmobiliario llamado Raffaello Follieri, terminaba preso acusado de estafas millonarias. Parte de la prensa se llevó puesta a Anne (no sin algún motivo: después de todo, había sido una relación de cuatro –¡4!– años: ¿de verdad no sabía nada de los negocios sucios de su pareja?), mientras la policía confiscaba el diario personal de la ex princesa en busca de pruebas del delito. Pero ella supo salir del asunto con gracia y sentido del humor, permitiendo que le hicieran algunas preguntas y bromeando sobre el tema: en YouTube puede verse su entrevista con David Letterman en la que queda claro que la chica no iba a dejar que su carrera se hundiera en las sombras como su ex novio.

Nacida en Brooklyn en 1982, Anne Jacqueline Hathawayes, después de una década, una rara estrella que juega el juego de los estudios a la vez que proyecta una imagen de ambición e intensidad. A veces, demasiada intensidad. El director Garry Marshall, que fue quien la descubrió, la venera al punto de describirla como una “combinación entre Julia Roberts, Audrey Hepburn y Judy Garland”. Demme la compara con Katharine Hepburn. Demasiado referente clásico, tal vez. Un peso muy grande, difícil de llevar.

En cuanto a lo de presentar los Oscar, ya veremos si es lo suyo; y si no lo es, nadie se va a acordar de acá a un año. Pero lo de Gatúbela... eso ya es asunto serio. En una de esas, si finalmente Selina y Bruce Wayne se entregan a la baticama (o a la gatucueva) con la misma soltura con que Anne se refriega con Gyllenhaal en su estreno de esta semana, tal vez consigan hacernos olvidar de que ese papel es de otra actriz, y lo seguirá siendo por lo menos por nueve vidas más.

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