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Domingo, 10 de abril de 2011

CINE > TRES PERLAS MUSICALES DEL BAFICI: HARRY NILSON, HERBERT VIANNA Y EL HERMANO URUGUAYO DE BUDDY HOLLY

John, Paul, Ringo, George & Harry

 Por Martín Pérez

Para el espectador de cine moderno, es apenas el autor de “One”, el tema que Aimee Mann canta para Magnolia, la película de Paul Thomas Anderson. Para el espectador más clásico, por su parte, es la voz que interpreta “Everybody Talkin’”, el tema de Fred Neil que representa la emblemática Midnight Cowboy. Para los coleccionistas de escándalos del maravilloso mundo del rock, supo ser el gran decadente de Los Angeles durante los años ’70, y sus correrías juntos a John Lennon durante el famoso fin de semana perdido del ex Beatle –al que se sumaban Ringo Starr, Keith Moon y siguen las firmas– aún son legendarias. Pero para los fanáticos de los Beatles, es uno de los pocos que llegaron a ser considerados como quinto integrante del grupo, sobre todo luego de que, en la conferencia de prensa norteamericana para anunciar la creación de Apple, cuando los periodistas preguntaron por su grupo preferido, Lennon dijo su nombre.

Se puede decir que a partir de entonces Harry Nilsson entró en la historia grande, y al mismo tiempo comenzó a construirse su leyenda del Howard Hughes del pop, “un conejo enorme con dientes realmente filosos” –como lo describió el cantautor melódico Paul Williams–, un artista que hizo su nombre sin tocar jamás en vivo, con sus canciones interpretadas y convertidas en hits por la sangre azul del negocio de la música, un compositor que no se privó de ser reverencial intérprete de Randy Newman o los mismísimos Beatles, que lo conocieron por las versiones de sus temas en su debut como solista, Pandemonium shadow show (1967). “Una mañana me despertó de madrugada una llamada desde Inglaterra, y la voz del otro lado del teléfono era la de Lennon. Al día siguiente el llamado fue de Paul McCartney. Al otro día me desperté temprano esperando la llamada de Ringo. Pero nunca llegó”, comentó con su particular humor este hombre que sabía ser encantador, y al mismo tiempo un juerguista feroz. Siempre su peor enemigo, falleció víctima de un ataque al corazón a la temprana edad de 52 años, luego de luchar para recomponer el porvenir económico de su mujer y sus seis hijos.

Todas esas historias son las que se cuentan en el necesario Who is Harry Nilsson (and why is Everybody Talkin’ about him)?, un documental que fascinó a tal punto a Stephen King, que en el semanario Entertainment Weekly lo definió como “una historia brutal pero encantadora sobre ese picnic caníbal que los norteamericanos llamamos fama”. Para hacerlo, el director John Scheinfeld, autor de The U.S. vs. John Lennon y que fue convocado por la familia de Nilsson, decidió basarse en testimonios de primera mano. Así es como desfilan ante su cámara testigos de su carrera como Yoko Ono, May Pang, Jimmy Webb, Van Dyke Parks, Randy Newman, el ex Monkee Micky Dolenz, Terry Gillam, Eric Idle y Robin Williams. El único gran ausente es Ringo Starr, que apoyó el lanzamiento de la película y contribuyó con material documental, pero no accedió a hablar de su amigo ante una cámara.

Who is Harry Nilsson (and why is Everybody Talkin’ about him)? se exhibe mañana a las 20.15 en la Alianza Francesa, y repite el sábado a las 18.15 en el Malba.

A través de estos testimonios, Scheinfeld reconstruye la vida de un joven abandonado por su padre desde muy temprana edad, que a los quince años huyó de la pobreza de su hogar adoptivo en Brooklyn y cruzó los Estados Unidos para instalarse en Los Angeles. Primero fue manager de un cine y luego ingresó a un banco, mientras intentaba hacerse un lugar en el mundo de la música. Renunció a todo recién cuando los Monkees grabaron uno de sus temas, luego llegó su consagración por los Beatles, y en apenas cuatro años alcanzó el Nº1 en ventas por sí mismo, como el multivendedor Nilsson Schmilsson (1971). Claro que a partir de entonces es el turno de la decadencia, incluyendo la destrucción de sus cuerdas vocales durante la grabación del fallido disco Pussycats junto a Lennon.

Con una deliberada estética anacrónica, los testimonios de sus amigos y colegas, su voz en off desde algunas entrevistas, escasas fotos y aún más escasas apariciones en vivo –aunque las pocas que hay son admirables–, Scheinfeld narra ascenso y caída, y teoriza sobre las razones de esa crónica de su fracaso anunciado. Por un lado, subrayando los efectos del abandono sufrido por su padre desde tan temprana edad, que tan bien contó en su canción 1941. Y, por otro, escuchando cómo sus amigos cuentan que Nilsson parecía no llevarse muy bien con su éxito, como si sintiese que no se lo merecía.

Hacia el final, cuando había logrado estabilizar primero su vida y luego su situación económica, su delicada salud no le permitió intentar lo propio con su carrera. Los que asistieron a su funeral recuerdan que, como si fuese su broma final, mientras lo despedían sentían las réplicas del terremoto que había sufrido Los Angeles justo cuando murió. Es más, el mismísimo George Harrison lideró a los presentes en un coro que reprodujo su tema más pegadizo y a la vez el más polémico, dedicado a su ex mujer con un remate tan inadecuado para la época, que lo privó de ser un éxito, pero que el reciente éxito de Cee-Lo Green no hace más que confirmar a Harry Nilsson como un adelantado: “You’re breaking my heart/ you’re tearing it apart/ so fuck you” (Me estás rompiendo el corazón / lo estás haciendo pedazos / así que andá a cagar).

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