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Domingo, 3 de julio de 2011

TELEVISIóN > SE ESTRENA THE KENNEDYS, LA SERIE QUE INTENTARON LEVANTAR INCLUSO MIENTRAS SE FILMABA

La era K

Acusados de apología de la tortura y de la guerra contra el terror de Bush, los creadores de 24 decidieron que su nueva serie se adentrara en el corazón demócrata de Estados Unidos. Pero The Kennedys, producida por el History Channel, generó polémica incluso antes de su estreno: un sitio web reunió más de 50 mil firmas para suspender su emisión, argumentando que se trataba de una manipulación histórica. Mientras los autores salían a defenderse, nadie se animaba a estrenarla. Ahora, sus ocho capítulos llegan a la Argentina. Con Marilyn, Bahía de los Cochinos y mafia incluida.

 Por Violeta Gorodischer

“Todas las familias felices se parecen, pero las familias desgraciadas lo son cada una a su manera.” Si Tolstoi hubiera conocido a los Kennedy, Anna Karenina tendría unos competidores más que interesantes.

Irlandeses y católicos en un país de protestantes, Joseph P. Kennedy y Rose Elizabeth Fitzgerald lograron ganarse un lugar en Boston. En una jugada certera, el matrimonio consiguió bienestar económico y el ingreso a la gestión pública, casi en el mismo movimiento. Mientras Joseph dejaba atrás sus años de empresario para convertirse en el embajador de Estados Unidos en Londres, durante el gobierno de Roosevelt, Rose le daba hijos, hijos y más hijos para cumplir con ese destino que, según ella, estaba escrito en el plan de Dios. Fueron nueve en total. Criados en mansiones de veinte habitaciones, con veraneos en Palm Beach, misa de domingos, actividades en los boy scouts, colegios privados y exclusivos. Poco importó que el embajador tuviera que dejar el cargo antes de la Segunda Guerra por sus inclinaciones hacia Hitler: sus muchachos estaban ahí para continuar la carrera política. Cuando Joseph Jr. murió piloteando un avión, su hermano John (alias Jack), capitán de marina y sobreviviente de un atentado, tomó su lugar como candidato a la presidencia. Bobby, el varón que le seguía, fue su asesor de campaña.

Además de ser millonario y hermoso, John Fitzgerald Kennedy tenía ahora el plus de haberse convertido en un héroe de guerra. Sumando a eso el carisma y una mujer sumisa y espléndida como Jackie, el combo era difícil de superar por alguien tan apático como Nixon. JFK no tardó en convertirse en presidente de los Estados Unidos. El más joven. El primer católico. El más seductor, también. Una familia entera lo respaldaba. A los ojos del mundo, los Kennedy eran la sangre azul de la democracia americana.

Pero... siempre hay un pero. El plan de Dios también registraba un cúmulo de desgracias conocidas como “la maldición de los Kennedy”. Al infarto masivo del padre, siguió el asesinato de JFK en el ’63, y luego el de su hermano Bobby, en plena carrera presidencial del ’68. Estados Unidos se quedó en shock, y perdió para siempre la inocencia: el sueño era una mentira. O tal vez, una pesadilla. Ya no se podía creer en la democracia ni en la política. Los Kennedy fueron envueltos en un aura mítica y pasaron a ser una suerte de reserva moral del país. Al día de hoy, las encuestas ubican a JFK como una de las tres personas más admiradas del siglo XX, luego de Martin Luther King y la Madre Teresa de Calcuta. Nadie podía (debía) meterse con ellos. Nadie, salvo la televisión.

EL SHOW MUST GO ON

A principios del año pasado, History Channel anunció que iba a producir una ficción histórica sobre la familia Kennedy. Así dijeron: ficción histórica. Como si el rótulo, novedad absoluta para ellos, fuera diferente de la siempre célebre y bien ponderada biopic. El padre de la idea era Joel Surnow, también creador de 24, que eligió a Stephen Kronish nuevamente como guionista. Para los papeles principales, actores bien taquilleros: Greg Kinnear como JKF, Katie Holmes como Jackie, Tom Wilkinson en el rol del patriarca Joseph. El combo prometía, pero aún no habían terminado de filmar la miniserie cuando comenzó a circular en la web una campaña para frenar su emisión. Una versión preliminar del guión desató la polémica. “Es un asesinato de carácter político”, declaraba en The New York Times el director de cine Robert Greenwald, quien había tenido acceso a los primeros libretos gracias a sus contactos dentro de la industria. Decía que el guión distorsionaba los hechos reales y que todo se teñía del tono ramplón de una telenovela de la peor calaña. Por eso creó una página llamada stopkennedysmears.com, subió su propio video y el de varios historiadores explicando dónde estaban los errores históricos, e hizo circular una petición que rezaba: “Díganle a History Channel que no voy a ver una manipulación política de la derecha, que pretenden llamar ‘historia’”.

Otro de los argumentos apuntaba directamente a Surnow, no sólo por sus declaraciones abiertamente conservadoras, sino por la tolerancia hacia la tortura que había mostrado en 24. Kronish, el guionista, salió a reafirmar su postura política liberal y se mostró sorprendido ante semejante reacción: “Es prematuro –dijo–. Si la serie sale al aire, y a la gente no le gusta, que nos critiquen entonces. Pero empezar a decir esto cuando todavía no está hecha, demuestra que hay otros intereses para frenarla”. También explicó que el criterio de History Channel era mucho más riguroso que el de cualquier otro canal, y que por ese motivo necesitaron bibliografía e investigación antes de dar forma a los capítulos. Entre otras cosas, se basaron en libros escritos por Seymour Hersh, Robert Dallek y David Talbot. “Si yo estoy equivocado, todos ellos también”, declaró Kronish. La cuestión es que Greenwald juntó más de 50.000 firmas y el runrún corrió tan rápido que History Channel terminó negándose a estrenar la serie (dicho sea de paso, la más cara de su historia), aun cuando ya estaba filmada. Los Kennedy reales, como siempre, eligieron el silencio.

LOS HEREDEROS DE MAD MEN

Finalmente, después de muchas idas y vueltas, The Kennedys debutó por Reelz, un canal poco proclive a transmitir series. Ahora llega a la Argentina, y se transmitirá –paradoja– por History Channel a partir de mañana. Claramente, estamos ante los herederos de Mad Men y su forma personalísima de retratar los años ’60. Todo destila glamour, como en las páginas de un libro de F. Scott Fitzgerald. El vestuario y las locaciones son exquisitos y a los cigarrillos, siempre presentes, se suman las pastillas y las anfetaminas para que las horas del día (y de la noche) alcancen. También éste es un universo sexista, desde ya. Un universo donde los hombres son poderosos e infieles y las mujeres guardan silencio, pero juegan sus pequeñas venganzas privadas. Y cómo.

En cuanto a la estructura, se trata de ocho capítulos. Cada uno se focaliza en un episodio radical de la política norteamericana: la invasión a Bahía de los Cochinos, el enfrentamiento con la mafia, la crisis de los misiles en Cuba, el ingreso de los negros a la Universidad de Mississippi, y así. La estrategia es intercalar el relato ficticio con imágenes reales en blanco y negro y, a su vez, con flashbacks que permiten reconstruir los devaneos internos del clan Kennedy. Ahí sí, a frotarse las manos. Porque esto no es ni más ni menos que un melodrama familiar, atravesado por la historia de los Estados Unidos de América. A saber: mientras el pater familias opera desde las sombras y trata de ganar Chicago a costa de la mafia (atención con el rol de Frank Sinatra), Jack consigue que un médico le inyecte anfetaminas sin notar que Jackie hizo lo mismo a sus espaldas. En medio de las tensiones raciales por la inscripción de James Meredith en la Universidad de Mississippi, el viejo Joe sufre un infarto masivo y Rose recuerda a una de sus hijas, con retraso mental, que fue lobotomizada por orden de su marido. En el mismo momento en que JFK intenta frenar la tercera guerra mundial (y nuclear), Jackie se lleva a sus dos hijos a Virginia, harta de las infidelidades públicas de su esposo con Mary Meyer. Hacia el final, el asesinato del presidente se cruza con los amoríos con Marilyn Monroe y el suicidio de la diva, en la hipérbole de un tono narrativo que parece una mezcla entre The West Wing y Los Ingalls, aunque mucho menos felices.

En pocas palabras: vale la pena echarle un vistazo a The Kennedys. Si nada pasó como dicen, o si la rigurosidad de los datos resiste la prueba científica, no parece ser lo fundamental del planteo. Está claro que no es un documental sino una dramatización, con todo el recorte que eso supone. “El presidente Kennedy fue parte de mi juventud y el primer presidente del que tuve verdadera conciencia –declaró Kronish–. Pero hay partes de su historia que no son admirables, porque también era un ser humano.” Tal vez sea hora de que el espectador norteamericano se haga eco de esta postura y admita que ya no quedan intocables, ni dentro ni fuera de la pantalla. Quién sabe: a lo mejor en la aceptación de las grietas estén las claves del verdadero cambio.

El estreno de The Kennedys por A&E será hoy, domingo 3, a las 21. Por History irá los lunes a las 21 y por BIO, los martes a las 21.

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