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Domingo, 24 de julio de 2011

CASOS > LA PORNO DE MARILYN Y LA FERIA PORTEñA DE RAREZAS CINEMATOGRáFICAS EN QUE SE SUBASTA

El caballero la prefiere rubia

Su historia era mítica. El FBI la contemplaba en sus archivos; Joe Di Maggio había intentado comprarla por 25 mil dólares y en 1980 la revista Penthouse dedicó una exhaustiva investigación para comprobar si la rubia que protagonizaba ese corto porno de seis minutos y pico entre 1946 y 1947 era o no la chica que poco después sería Marilyn Monroe. A mediados de los ’90, una copia en 16 mm se subastó en 1,2 millón de dólares. Ahora, una copia en 8 mm será la vedette de la primera Feria Internacional de Coleccionismo Cinematográfico de Buenos Aires y espera alcanzar la cifra de la anterior.

 Por Mariano Kairuz

Las estrellas de la industria del espectáculo no serían lo que son ni valdrían lo que cuestan si cualquiera de los sencillos mortales que las seguimos pudiéramos imaginarlas así nomás, a la ligera, en actos tan prosaicos e impropios de una divinidad inalcanzable como son cagar o coger. Será por eso que una remera chivada por un Rolling Stone puede convertirse en un objeto millonario o que la imagen de, por poner un ejemplo, Angelina Jolie, con su figura estilizada y pulcra hasta la abstracción, entrándole a una porción chorreante de muzzarella, resulta tan improbable. Y será por eso mismo que el de las subastas de artefactos relacionados con las estrellas del cine y del rock es un universo fetichista impulsado por taras insondables y que los organizadores de la primera Feria Internacional de Coleccionismo Cinematográfico de Buenos Aires –que tendrá lugar el 6 y el 7 de agosto en el Centro Cultural Borges– confían en que la copia en 8 mm del corto pornográfico protagonizado por Marilyn Monroe en los años ’40 que planean subastar en dicho evento podría llegar a venderse en más de un millón de dólares. Hay un antecedente: una copia en 16 mm del mismo film que en 1997 alcanzó el millón doscientos mil dólares. Para el principal responsable de la Feria, el español Mikel Barsa, es lógico: Marilyn sigue siendo uno de los mayores mitos del siglo XX. Y si un vago acercamiento a la intimidad de las estrellas lleva a muchos a abandonar toda racionalidad, su vida sexual es sencillamente un paso hacia el abismo.

La Marilyn que enamoró al mundo y a JFK, platinada, resplandeciente, de sonrisa encantadora, nariz operada y lunar removible; y a su lado, la joven Norma Jeane en una imagen del film XXX que realizó alrededor de 1946, unos años antes de la fama.

La cuestión es sentir, aunque más no sea por un instante, que uno puede tocar a las estrellas con las manos; que ellas están ahí y que en el fondo no son sino versiones puestas a punto de nosotros mismos. ¿Acaso los grandes iconos sexuales del cine tienen sexo en la vida real? ¿Y en ese caso, cómo sería el acto en cuestión: saldrían tan inmaculados y bien peinados como entraron, bañados en una luz dorada? ¿O sudados, cansados y ocasionalmente insatisfechos, como cualquier hijo de vecino?

Por supuesto que los seis minutos y pico de Marilyn entregada con energía y buen humor a una secuencia absolutamente gráfica pero estándar para el llamado stag o blue film de la época –una secuencia que incluye masturbación con vibrador enchufado, un aplicado 69 y una serie de posiciones tradicionales sobre sillón y escenografía despojada, rematada con un cigarrillo– no responde a estas preguntas sobre la vida secreta del panteón hollywoodense. Pero al menos provee una imagen imprecisa y alternativa de cómo podría haber sido por afuera de la pantalla el supermito platinado que calentó al planeta durante una década, la falsa inocentonta del vestido volado por la corriente de aire, la que se sacudió al primer presidente norteamericano con carisma de movie star, la que se murió antes de tiempo y sórdidamente dejando un cuerpo demasiado caliente capaz de encender infinitas ansiedades colectivas. Lo que sea que a partir de estas imágenes alcancemos a fantasear sobre la Norma Jeane “verdadera” no será poco para un icono de una época en la que todavía no era posible enterarse de las preferencias sexuales de los famosos a través de imágenes hurtadas de celulares.

Una secuencia de las posiciones que adopta con su pareja en el corto que se subastará dentro de dos semanas en Buenos Aires.

Una revista sueca fue la primera publicación en exhumar la historia del corto, en 1980, cuando un fotógrafo también sueco encontró el film entre otros materiales no identificados que había adquirido. El corto se grabó presumiblemente entre 1946 y 1947, es decir, algo antes del contrato de Marilyn con la 20th Century Fox y del proceso de reinvención al que fue sometida: la (presunta) cirugía de nariz, el lunar y todos los otros elementos que moldearon la imagen estampada en nuestros cerebros. Ese mismo año, la revista Penthouse reprodujo algunas imágenes del corto y rastreó diversos testimonios en un intento por reconstruir la que pudo haber sido la vida sexual auténtica de la sex bomb rubia. Si todos coincidían en que MM era “complaciente” en la cama, Norman Mailer había escrito en su libro biográfico Marilyn, que la chica era “receptiva antes que innovadora, y algo ceremoniosa; como una geisha, como si el acto fuera un giro tierno en un pasaje más largo”. El fotógrafo que le tomó la primera prueba de cámara confesaba que los resultados de ese test le habían dado escalofríos: “Tenía una suerte de belleza fantástica, a lo Gloria Swanson, y conseguía investir de sexo a un pedazo de película, como Jean Harlow”. Billy Wilder, que la dirigió en Una Eva y dos Adanes y en La comezón del séptimo año, también estaba asombrado por ese erotismo que atravesaba la pantalla: “El impacto de la carne es raro: es un cuerpo que fotografía de tal manera que se siente real, como si uno pudiera extender la mano y tocarla”. Pero, continuaba la nota de Penthouse, el poderoso efecto fotogénico de Marilyn se desvanecía afuera del cine, donde “parecía incapaz de tocar y dejarse tocar de la manera en que ella lo deseaba, incluso por sus muchos amantes o por los dos ex maridos de los que siguió siendo amiga a pesar del fracaso de sus matrimonios”.

Ahora bien: si la chica tan terrenal que aparece en el corto es efectivamente MM es algo que no podremos comprobar jamás. Se supone que el FBI, que la investigó con perseverancia, dio constancia de este film en sus archivos, y que Joe Di Maggio intentó comprarlo por 25 mil dólares para hacerlo desaparecer. Por su parte, Barsa exhibe a modo de prueba de autenticidad una carta enviada por el American Film Institute en 1997 al propietario de aquella primera copia subastada, indicando que, si la chica que aparece en el corto no es Marilyn, debe ser “su gemela”. Y suma, para los no convencidos, unas imágenes de Love Happy (Locos de atar, 1949), film de los hermanos Marx en el que, con no más de 22 años, MM guardaba un parecido considerable más con la actriz porno que con la estrella que ella misma sería poco después.

En todo caso, ¿quién se va a sorprender de que MM haya hecho esta película? Seguramente, como dijo ella misma acerca del famoso desnudo sobre sábanas rojas que casi le cuesta su contrato con la Fox, tenía hambre; los caballeros ya la preferían rubia y los diamantes todavía estaban muy lejos de aceptarla entre sus mejores amigos.

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dos imágenes de Love Happy (que acá se conoció como Locos de atar y en España como Amor en conserva), la película que filmó con Groucho Marx en 1949, cuando todavía la 20th Century Fox no la había convertido en uno de los mayores iconos de la cultura popular del siglo XX. Mikel Barse suele ofrecerla como evidencia de parecido físico para aquellos que todavía dudan de que la chica del corto porno sea efectivamente Mailyn Monroe.
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