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Domingo, 25 de septiembre de 2011

El gran Kahn

 Por Manuel Vilas

VILAS: Dominique, qué locura fue ésa, ¿qué hiciste, hombre de dios?

DSK: No sé, Vilas, oí el tam-tam biológico, tambores que venían de los restos humanos subatómicos de las Torres Gemelas, una voz que me decía “eres Napoleón, el Nuevo Napoleón, ataca”.

VILAS: ¿Pero no te bastaba con disfrutar de una suite napoleónica en el centro de Nueva York?

DSK: Fue esa voz, ya te digo, una voz en medio del capitalismo universal, una voz que me decía “eres Napoleón, tuya es la vida, devasta, arrasa, coge lo que quieras”.

VILAS: Y Nueva York ha sido tu Waterloo.

DSK: Así es, Vilas. Todo ha terminado. La he jodido bien. Pero me han absuelto.

VILAS: Bueno, yo te perdono. Anda, ve y no peques más.

DSK: ¿Y quién eres tú para perdonar?

VILAS: Yo soy San Vilas.

DSK: Pues si tú eres San Vilas, está clarísimo que yo soy Napoleón. Agradezco tu perdón, me vendrá bien.

VILAS: A sus órdenes, Sire.

DSK: ¿Qué me aconsejas para recuperar mi gracia política? Estos americanos no conocen la grandeur ni han leído a Sade.

VILAS: Un golpe de efecto, eso le aconsejo, Sire.

DSK: He de confesarte que más de una vez me han señalado mi parecido físico con Napoleón.

VILAS: Claro, Sire. Y él sacó fuerzas hasta el último momento.

DSK: Dime tu consejo.

VILAS: Pídala en matrimonio, Sire, a la mujer, a la camarera. Me parece lo más caballeroso. Ahora que nadie se lo espera, diga que se quiere casar con ella. Que se va a divorciar de su actual mujer y se va a casar con la camarera. Piense en el cine de Hollywood. Lo entenderán. Hay muchas películas que tratan este tema. Obama acudirá a la boda, seguro. Habrá película.

DSK: Pero si era fea.

VILAS: ¿Quién?

DSK: La camarera, mon dieu.

VILAS: Entonces, ¿por qué tanta violencia y pasión?

DSK: Era una pasión napoleónica. Atardecía en Nueva York. Sentí terror napoleónico: una especie de vacío monstruoso que nos asalta a los grandes hombres. No sé si eso os pasa a los santos.

VILAS: Por supuesto, Sire, a los santos nos ocurre constantemente.

DSK: ¿Y qué hacéis?

VILAS: Lo que no hacemos es violar monjas. Leemos a San Agustín y ya está. Sire, le recomiendo que lea a Santo Tomás de Aquino o a William Faulkner, es lo mismo.

DSK: A ver, Vilas, concreta: ¿Santo Tomás o Faulkner?

VILAS: Léalos a la vez, una página de Santo Tomás, otra de Faulkner, ya verá que son lo mismo.

DSK: Me han humillado. Me han convertido en basura.

VILAS: Pídala en matrimonio. Eso lo entenderán, una especie de Love Story sobrevenido. Un amor brutal sobrevenido. Hábleles de la película Pretty Woman. Dígales que vio en la camarera a la mujer definitiva de su vida. Que quiere redimirla de la pobreza; dicen que vive en un sórdido piso del Bronx. Diga a los periodistas del New York Times algo así como “ni Dios ni su mismísimo hijo Jesucristo impedirán que yo me case con esa mujer, a la que amo”.

DSK: Mon dieu, eres bueno, Vilas, eres muy bueno. Qué bien eso último de su mismísimo hijo Jesucristo. Lo pensaré.

VILAS: ¿Qué tal le trataron cuando estuvo en la cárcel? ¿Le dieron bien de comer? ¿Le permitieron usar su propio cepillo de dientes, con mango de marfil, su Rolex, su colonia Armani, sus mocasines ingleses?

DSK: Me sentí el Conde de Montecristo. Era fascinante: El ultraje, la humillación, la calumnia, el oprobio, el insulto, el barro ardiente, créeme, mi querido San Vilas, tú deberías entenderlo, si santo de verdad eres y no un puto impostor español. Todos los españoles sois cerdos pobres, eso llévatelo por delante. Y menos mal que no sigo al frente del FMI, porque os iba a dejar sin un euro a todos los españoles, que no sois más que una panda de vagos, de parásitos, de moros, eso es lo que sois. Estuve en la cumbre de lo humano. Me sentí santificado a través de la mortificación. Estuve en lo más alto. Para alcanzar esta desdicha o infortunio del que gocé entonces, antes hay que haber sido el rey del mundo. Sólo Shakespeare puede entender a Dominique Strauss-Kahn, tío. Tengo un apellido shakesperiano. No estoy al alcance de cualquiera. La velocidad en el descenso la conocemos muy pocos. Esa velocidad es el misterio más grande de lo que somos como civilización. Conozco la civilización humana como nadie. Conozco el capitalismo, y la caída. Soy un prodigio de la Historia, de la Filosofía y del Psicoanálisis. Ya soy un hombre de conocimiento. Fíjate que tan sólo el Conde de Montecristo, Napoleón y yo hemos gozado de estas devastaciones supremas, de la velocidad en la caída. Es una velocidad superior a la velocidad de la luz. Mira, San Vilas, yo soy Francia. Soy refinamiento monstruoso y velocidad civilizadora. Nadie me entiende, casi soy Baudelaire. Si Baudelaire viviera, ¿a quién iba inmortalizar en uno de sus maravillosos poemas, a ese fanático de la monogamia que es Barack Obama o a un libertino como yo? Me estoy viendo en un soneto de Baudelaire.

VILAS: Qué bien, Sire. C’est magnifique.

DSK: Sí, bien, muy bien. C’est magnifique.

Manuel Vilas es un escritor y poeta español.

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