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Domingo, 6 de noviembre de 2011

MúSICA > FRANCISCA VALENZUELA: ROCK, CANCIONES Y FEMINISMO DESDE SANTIAGO

Francisca y los lobos

 Por Martín Pérez

Los frentes de colores de las casas de La Boca. Esa es la postal porteña que la chilena Francisca Valenzuela atesora desde pequeña, cuando con sus padres –dos científicos recién repatriados entonces a Chile luego de toda una vida en Estados Unidos– visitó por primera vez Buenos Aires. Sentada ahora ante un cortado bien porteño, una esbelta y sonriente Francisca también recuerda haber disfrutado de una visita a AcaBar, el clásico bar de Palermo con juegos de mesa (“mis dos cosas favoritas juntas”), y un paseo por el majestuoso Grand Splendid reconvertido en librería. “Creo que me compré Madame Bovary, pero no estoy segura.” Los recuerdos vienen al caso porque esta Julieta Venegas chilena acaba de debutar anoche con su música en Buenos Aires, dentro del Personal Fest. Y su segundo disco acaba de ser editado aquí, el primero en poder conseguirse de este lado de la cordillera.

Seguramente, escuchar semejante definición de su trabajo le haría fruncir el ceño a Francisca, ya que tiene mucho de simplificación. Pero es la mejor manera de resumir rápidamente la fascinante música de esta joven chica-al-piano primero, devenida enseguida chica-con-banda apenas su primer disco vio la luz. Producido por Los Bunkers, el grupo chileno sucesor de Los Tres durante la década pasada, Muérdete la lengua (2007) es un álbum rocker, con sorprendentes temas confesionales y con mucha personalidad, escritos desde la perspectiva de una adolescente que empieza a romper el cascarón y salir al mundo. Si bien deviene desfachatadamente pop para Buen soldado (2011), la evidente madurez le permite doblar la apuesta. Y cantar, desde el estribillo del pegadizo primer simple, cosas como “aunque tengas a otra pendiente/ quiero verte más”. “Las madres suelen venir a verme con sus hijas”, asegura esta joven cantante que venera a Violeta Parra, y supo ser invitada por Bachelet a cantar en eventos oficiales. “Pero también me preguntan: ¿por qué les cantas a las niñitas para que engañen a sus novios?”, se ríe Francisca.

¿Y por qué querés que las niñas engañen a sus novios?

–¡Es que no lo quiero! Escribo eso porque es lo que siento, y lo escribo antes que nada para mí. Además, es una faceta que todas tenemos, y yo me siento cómoda mostrándola. ¿Por qué una mujer no puede cantar sobre eso, y los hombres sí, todo el tiempo, sin que nadie les haga esta clase de preguntas?

PECES DE DOS MARES

“Si hay tantos peces en el mar/ ¿por qué siempre pesco el que no me deja nadar?”, se preguntaba Francisca en “Peces”, el tema que abre su disco debut, su primer tema de verdad, en realidad. “Lo escribí cuando tenía 14 años”, precisa. “Antes había escrito canciones sobre puestas de sol y calcetines, qué sé yo. Pero este fue el que le mostré a mis amigas y lo cantábamos todas. Fue nuestro himno quinceañero.”

Con una campera de cuero sobre un vestido liviano, y el pelo largo recogido en una cola de caballo tirante que por momentos se nota que disfruta al mover mucho cuando habla, Valenzuela explica mientras toma su café que sus intereses siempre fueron más allá de la música. La música, la pintura y la escritura formaban parte del mundo más allá del de los logros, el de los estudios. Si los hombres quieren ser astronautas o bomberos, de pequeña confiesa haber querido ser azafata. Criada en la zona de San Francisco –Oakland, Berkeley–, asegura que sus padres nunca quisieron tener hijos gringos, así que en casa se hablaba español, mientras ella cantaba los temas de Garbage, Alanis Morrisette, Tupac Shakur y Mariah Carey que escuchaba en la radio. “La música en castellano me llegó de la mano de una prima chilena, muy de fogón, que me hizo conocer Sui Generis y el mundo Tango Feroz”, recuerda.

Su mundo cambió cuando cumplió los 13, y la familia decidió regresar a Chile. Al principio, confiesa, sólo pensaba en volverse. “No entendía por qué debía usar uniforme para ir al colegio, por ejemplo. Ni tampoco los bromistas pesados, o la discriminación, con insultos como maricón, negro o chino, que allá eran impensados.” ¿Fue tal vez ese contraste que sintió en carne propia entre la corrección política norteamericana y la hipocresía chilena lo que le hizo ser explícita con su femineidad en su música? “Es posible, porque siempre fui al choque con esas cosas”, calcula Francisca, y recuerda haberse sorprendido porque nadie hablaba de sexo en Chile. “Allá nos explicaban todo desde que teníamos ocho, además había niños hijos de personas del mismo sexo en la escuela, era otro mundo en ese sentido.” Pero no todo era para lamentar: apenas llegó a Santiago empezó también a enterarse de la existencia de grupos como Los Tres y Los Prisioneros. Aunque se cuida mucho de que no se la embandere con ninguna ideología, Francisca no tiene dudas al afirmar que admira la calma y el liderazgo de Camila Vallejo. “¿Me preguntas si cacerolearía? Claro, po”, asegura, sin titubear y con una sonrisa en el rostro.

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Del pelo atado de la portada del primer disco al pelo suelto en el segundo, Francisca Valenzuela ha recorrido un largo camino en muy poco tiempo. Su historia en Chile empezó en el reducto jazzero Thelonius de Santiago, tocando standards de Gershwin mezclados con Nine Inch Nails o Scissors Sisters, y también temas propios. Con el aval de Los Bunkers, luego de un debut al que tanto le costó llegar, empezó a mezclarse en la escena indie, por entonces dominada por cantautores como Gepe o Juana Mena y también por bandas históricas como Chancho en Piedra. Un contacto con Bitman, del dúo tecno Bitman y Roban, le permitió meter un pie en el circuito del hip hop chileno, y su participación en un homenaje a Violeta Parra, hacer lo propio con la gente del folklore, músicos de grupos como Congreso e Inti Illimani.

Con un dedo en cada tarta, una Francisca con futuro asegura que nunca se sintió blandita tocando sola al piano, pero que estar con una banda es entretenido. Y también que el tetris sónico que la llevó hasta Buen soldado también es algo que sabe disfrutar. De sonrisa fácil, rapidez al hablar y mucho cuidado cuando toca temas que considera polémicos –como saber si es de izquierda o no, a lo que le escapa–, Valenzuela parece estar aprendiendo rápidamente las lecciones del negocio musical. Las del otro lado de la música, claro. Porque las de este lado están a la vista en cada uno de sus temas. “Aunque sea físicamente/ quiero verte más”, canta Francisca. Y no hace más que sacarnos las palabras de la boca.

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