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Domingo, 1 de abril de 2012

VISITAS > JOAN JETT: LA REINA DEL ROCK TOCA EN BUENOS AIRES

Gracias por el fuego

Cuando Joan Jett tenía quince años, decidió tomar clases de guitarra. Tenía una eléctrica, que le habían regalado sus padres, y le pidió al profesor que le enseñara rock’n’roll. El profesor, desconcertado y algo ofendido, se negó e intentó enseñarle canciones folk. Porque eso debía tocar una chica. Joan no volvió más a la clase y aprendió a tocar sola, pero nunca entendió qué alteró tanto a ese profesor, por qué no podía concebir la idea de una chica rockera. Por qué le chocaba tanto una chica como Joan, que usaba camperas de motociclista y pantalones de cuero negro e imitaba el corte de pelo de las estrellas del glam rock, un casquete marciano a la Ziggy Stardust y Suzi Quatro, pero negro oscurísimo. Que no entendía por qué se esperaba de ella una belleza etérea, una actitud coqueta y una preferencia por las cosas suaves y delicadas; que no comprendía por qué esa combinación tenía algo que ver con ser una mujer.

Poco después de esa clase, Joan Jett armó la primera banda de rock formada íntegramente por mujeres, The Runaways: cinco adolescentes boconas que cantaban sobre jugar con fuego y no poder quedarse quietas ni en casa ni en la escuela. En muchas entrevistas suelen preguntarle a Joan con quién se identificaba en aquella época, a mediados de los ’70, si había poquísimas estrellas de rock mujeres a quienes imitar. Joan, cuando contesta, no parece entender la pregunta. Nombra a Suzi Quatro, una de sus heroínas –otra de las grandes pioneras– pero, en general, dice la pura verdad: que ella escuchaba a T-Rex y a Elvis y a los Stones y en su cuarto, cuando los imitaba frente al espejo, imaginaba que era ella sobre el escenario. Porque, sencillamente, la identificación no es mecánica, ni la sexualidad un bloque, y quien no entienda lo que pasa cuando una chica baila a AC/DC sobre la cama no entiende ni a las mujeres ni al rock ni a la libertad.

Cuando las Runaways se separaron con gran catástrofe a fines de los ’70, Joan Jett –hermosa, callada, malhablada, siempre con su pelo negro puntiagudo y sus ojos bien delineados y las botas con plataforma y las remeras de bandas adoradas: inventó el look más clásico y fabuloso de una rockera– se mudó a una casa en Sunset Strip, produjo el primer disco de ese gran mito de Los Angeles, The Germs, y decidió formar su propia banda. Grabó un demo que incluía el que sería su gran éxito, “I Love Rock’n’Roll”, himno indiscutido que no escribió ella sino una banda casi desconocida llamada Arrows, pero que le pertenece por justicia de apropiación. Todas las discográficas, indies y corporativas, lo rechazaron. No querían saber nada con ella, ni aunque tuviera tamaños éxitos potenciales. No querían problemas. No querían a esa chica difícil. Aunque Joan no era difícil: era sólo lo que de ella se decía en un ambiente furioso, porque esas chicas atorrantas, las Runaways, habían pretendido tocar rock de varones, “cock rock”, riffs pesados, solos de guitarra, gritos, algo entre el heavy metal, el glam y el punk, territorio vedado a las mujeres a pesar de que los hombres que hacían esa música se pintaban como puertas y calzaban tacos altos.

Finalmente pudo editar ese primer disco con su propio sello, Blackheart Records. Se llamó Bad Reputation y no fue un éxito, pero gustó. Al año siguiente, ya con banda propia, los Blackhearts, consiguió su gran momento con “I Love Rock’n’Roll”, disco y canción que llegaron al Nº 1 en 1982. Ese disco ya tenía todas sus marcas: el gusto por los riffs duros y sencillos, la voz para nada virtuosa, casi tímida, pero ideal para esas canciones de tres minutos, alegres y furiosas, sin ambiciones, pura honestidad y homenaje a los discos de su vida. Ese disco exitoso tenía varios otros tesoros: el cover evocador, dorado, de “Crimson & Clover” de Tommy James & The Shondells; “Louie Louie” de Chuck Berry, y la belicosa “Victim of Circumstance”, firmada por Joan. No sería hasta 1988 con el disco Up your Alley que Joan Jett consiguiera otro éxito, con la enorme canción “I Hate myself for Loving you”, el mejor tema del hair metal de los ’80 por lejos. Y en los últimos años, de menos trabajo, Joan trabajó con jóvenes músicas punk que la admiraban, como Kathleen Hanna de Bikini Kill, grabó temas de Paul Westerberg, tocó con Peaches y Bruce Springsteen, y produjo una película sobre su vida y su banda: The Runaways, de Floria Sigismondi.

Sigue teniendo el pelo negro como el de un cuervo, sigue esbelta y de caderas estrechas, sigue hermosa y dura en un mundo donde la dureza y la belleza no parecen ir juntas cuando de una mujer bella se trata –miren las tapas de las revistas con sus chicas de sonrisa blanca y vestido floreado; piensen por qué llama la atención la hermosura “rara” de Lisbeth Salander– y, sobre todo, sigue rockeando con su banda de siempre, yendo por la vida y los festivales y los escenarios con gran modestia, como si no fuera una pionera y una maestra, como si no fuera la reina del rocanrol.

Joan Jett & The Blackhearts toca los próximos martes y miércoles (3 y 4 de abril) en el Quilmes Rock junto a Foo Fighters, MGMT, Arctic Monkeys, TV On The Radio y muchos más en el estadio de River Plate,Figueroa Alcorta 7597. Más información en http://www.livepass.com.ar/ evento/53/quilmes–rock-2012

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